Teoría política: poder, moral, democracia.
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«Nadie puede respetarse a sí mismo si su aceptabilidad social y política pasa por cancelar sus diferencias y eliminar componentes esenciales de su identidad en un medio dominado por otras identidades más poderosas.»
«Solo el conflicto en presencia de poder es político, ya que es precisamente el despliegue de los recursos del poder junto con la determinación de obligar a otros a aceptar decisiones, normas, organizaciones o acciones, lo que hace que las personas se vean forzadas a pugnas cuyas consecuencias preferirían evitar si las circunstancias fuesen otras. Existen muchos otros tipos de conflictos sociales, pero lo característico de los conflictos políticos es que los individuos solo pueden evitarlos si están dispuestos a aceptar una resolución que otros les fuerzan a adoptar.»
«He aquí las razones de la insuficiencia del concepto liberal de «libertad negativa» o, más estrictamente, de libertad como ausencia de interferencia. La libertad de algún tipo de obstáculo es siempre libertad para realizar actividades, y de ahí que la libertad real implique no solo seguridad y propiedad de sí mismo, sino oportunidad de seguir diversos cursos de acción.
Ahora bien, si la libertad real para hacer algo es el poder potencial de hacerlo, éste depende de la dotación de recursos de que disponen los ciudadanos. Así, el conjunto de capacidades fundamentales o capacidades básicas representa la libertad para construir y lograr objetivos, de elegir las formas de vida que se valoran por los ciudadanos en virtud de determinadas razones, la libertad real ante las distintas combinaciones de funciones entre las que puede elegir una persona.
Por eso la desigualdad se traduce en asimetría, en privación de capacidades y en restricción de libertad. Pues la libertad no solo no se agota en la ausencia de prohibición, sino que requiere de interferencia legítima que dote de recursos morales, económicos, educativos y políticos a los ciudadanos. Y de ahí que, a diferencia de lo postulado por Pettit, la teoría normativa de la democracia debe estar «esencialmente comprometida» con el igualitarismo material. En suma, la libertad real para todos requirere una radical igualdad de oportunidades.»
Nadie, absolutamente nadie, permanece siempre en la cima. Es algo que he podido comprobar a lo largo de los años. He trabajado con los mejores y nunca intenté perseguir la fama. Uno se topa con ella, así de simple. Disfruté de las mismas cosas buenas que Sinatra o que Basie y Smelly, pero sin las complicaciones que conlleva. Cuando la fama te alcanza, más te vale estar preparado. Luego, cuando llueve, a mojarse y punto.»
«Con desigualdad informativa, el ciudadano/consumidor no está en condiciones de distinguir entre el político/productor sincero y el embaucador, el que tergiversa sus quehaceres y méritos para asegurarse el poder. El político siempre podrá exagerar las dificultades, escoger como tareas a realizar aquellas que ya vienen dadas, describir la altura de las metas de tal modo que siempre las sobrepase, ofrecer metas de fácil acceso, exagerar la descripción de su esfuerzo, inventar unos problemas y escamotear otros.
El ciudadano no tiene modo de distinguir entre el político que se esfuerza honestamente por conseguir un resultado difícil y el que presenta como una complicada conquista lo que tiene por seguro; entre el que, cuando reclama su esfuerzo, exagera problemas falsos y el que señala dificultades reales; entre el que argumenta con datos fiables y el que manipula los presupuestos y las contabilidades. Por supuesto, por lo mismo, de nada le sirven lo que digan los otros políticos: no tiene modo de distinguir entre las críticas veraces y las interesadas. El ciudadano sabe eso y sabe que no puede discriminar entre unos y otros.
En esas condiciones, el político honesto que emplea su tiempo en estudiar los problemas e intentar resolverlos se encuentra en peores condiciones que el que dedica su tiempo a asegurar -con favores, presencia en los medios de comunicación, acciones populistas- su reelección. Sistemáticamente, el mercado político presenta un sesgo en contra del comportamiento virtuoso, no es capaz de identificar a los «buenos representantes». Y, claro, sin virtud, la deliberación deja de asegurar las mejores decisiones y, con ella, la justificación de la democracia liberal mixta resulta seriamente dañada.»
SINOPSIS: «Teoría política: poder, moral, democracia.»
«Este volumen aborda algunas de las cuestiones más importantes de la teoría política, explorando sus conexiones tanto con la ciencia política como con la filosofía moral y la filosofía política. Un primer bloque temático aborda cuestiones como la acotación del ámbito de lo político y sus componentes esenciales: las pasiones políticas, el poder y la legitimidad, la obligación política, la revuelta o la revolución. Un segundo grupo de capítulos se centra en las dimensiones capitales de la democracia: las teorías de la justicia, la sociedad civil, los modelos de ciudadanía, las relaciones entre liberalismo y republicanismo, los malentendidos en torno a la tolerancia y los problemas de la democracia de mercado. El último apartado se ocupa de algunos retos políticos del presente: la crisis de la representación, los desafíos de la globalización, el nacionalismo, el multiculturalismo, la democracia mediática y el cosmopolitismo. Aurelio Arteta es catedrático de Ética de la Universidad del País Vasco en Vitoria. Elena García Guitián es profesora titular de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid. Ramón Máiz es catedrático de Ciencia Política en la Universidad de Santiago de Compostela.»
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