Teoría feminista. Celia Amorós y Ana de Miguel.
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«En la teoría feminista se plasman los efectos reflexivos de las luchas de las mujeres por su liberación. Esta teoría tiene una tradición de tres siglos. No es un pensamiento lineal ni homogéneo, lo que está en consonancia con la variedad de estas luchas, cuyas dinámicas son diferentes de acuerdo con la especificidad de los grupos de mujeres que los protagonizan y de sus contextos históricos.»
«Más aún, diferencio conciencia de ideología. La ideología es normalmente el término preferido para describir la plataforma y la política del movimiento de las mujeres. La ideología es programática, es algo fijado, establecido. Y la mayoría de las veces la ideología se deriva de teorías ya desarrolladas. La conciencia política, en cambio, emerge contextualmente en la praxis que vincula a la teoría feminista con el activismo de movimientos.»
«El feminismo radical es teoría, la teoría de la praxis. Es la teorización que apunta directamente al corazón o a la raíz de las condiciones de dominación que soportan las mujeres en las sociedades patriarcales. Es una teoría que debe crear categorías, renombrar los tipos de explotación y dominación y que se ve forzada a encontrar nombres para tipos de explotación que han sido asumidos como naturales para la condición femenina y, por tanto, aproblemáticos para la sociedad patriarcal.
Esta teoría o teorización no es ahora, y nunca lo será, una teoría completa, pues la dominación continúa y continúa cambiando, y nosotras seguimos descubriendo dimensiones de esa dominación de las que antes no éramos conscientes. Por consiguiente, la teoría feminista radical no puede ser algo fijo y acabado.»
«Ser sexualizada por la cultura y por la sociedad, por la religión y la industria, es verse reducida al sexo corporal de una, o sea, las mujeres se reducen a través de la adscripción colectiva de conductas sexuales y de las característica que las reducen a sus cuerpos, que las hacen inmanentes al sexo.
La sexualización trata al sexo como si tuviera vida propia, una vida localizada sobre y dentro del cuerpo femenino. La extensión del acto de reducir a las mujeres a su cuerpo y a sus funciones. La mujer es sexo, es sexual, está sexualizada. Los hombres pueden necesitar experiencias sexuales, las buscan frecuentemente tratando a la mujer como un objeto y a través de la violencia; a veces ellos mismos pueden ser usados para el sexo, pero bajo la sexualización ellos no son sexo, no son cuerpos sexualizados. Podrán, o no, querer ser padres, implicarse en la reproducción. Pero los hombres concretos y el poder patriarcal en general convierten la reproductividad de las mujeres en condiciones de subordinación, en funciones corporales y no en actos humanos.
El sexo de la sexualización está socialmente construido. Se erige a partir de impulsos biológicos y necesidades fisiológicas que a veces son llamadas «pasiones» o «impulsos» o «necesidades», o incluso «derechos». Este sexo socialmente construido se define como femenino y se reduce al cuerpo de la mujer. La prostitución es la quintaesencia de la sexualización de las mujeres porque en ella los cuerpos femeninos, sexualizados por la sociedad como lo son todos los cuerpos femeninos, solo necesitan estar presentes y disponibles para actuar sobre ellos con el fin de producir sexo: en este caso, placer sexual, alivio, fantasía para el que paga.»
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«El acoso sexual, la violación, la violación marital, la violación en una cita, la violación por un conocido, la violación por una fratría universitaria, son ejemplos de poder sexual. Cada estudio que expone una faceta diferente de la violencia sexual desprivatiza una forma de hacer víctimas de las mujeres, describe condiciones de poder y delinea el poder de la sexualización en la acción individual. Dar un nombre a la violación es el primer paso para forzar el reconocimiento público de algunas de las formas de explotación corporal más insidiosas y ocultas, más personales y privadas.
No obstante, diversas fuerzas sociales simultáneas, y especialmente el individualismo liberal se ha agrupado para tratar este poder como si estuviera fragmentado e individualizado y, por tanto, como si, después de todo, no fuera en absoluto poder; o, a lo sumo, como si fuera la conducta brutal individual de algunos hombres concretos que representa el poder como algo reducido y confinado a actos individuales. Siguiendo al individualismo liberal, la explotación sexual actual está intensamente construida para que se la trate como experiencias individuales, como si cada una de esas experiencias carecieran de relación a través de patrones de unión o de una autorización institucional.»
«El feminismo nace del reconocimiento y la denuncia de que los valores liberales de igualdad, libertad y fraternidad se habían convertido en valores aplicables únicamente a los varones, siendo las mujeres excluidas de los mismos.
El siervo dejó paso al ciudadano, un ser que se convierte en un individuo al margen de amos o dioses. Ya no se estaba ligado a la tierra o a la hacienda, el valor dependía de la fuerza de trabajo que libremente se contrataba en el mercado. Pero todas estas cuestiones, que se proclamaban universales, se hallaban, sin embargo, perfectamente generizadas: encarnadas en los varones, las mujeres, definidas como seres ligados a la naturaleza por mor de sus funciones maternales, fueron excluidas de la ciudadanía por medio de la estricta separación entre el ámbito de lo público, de lo político, y el ámbito de lo doméstico y privado.
La separación entre lo público y lo privado tiene un origen liberal con la necesidad de la afirmación de la familia burguesa, que se perfila frente a la familia aristocrática del Antiguo Régimen y debe diferenciarse asimismo de la incipiente clase obrera. Se crea la ideología -y la realidad- de las esferas separadas, los hombres para lo público y las mujeres para lo doméstico y la crianza de la prole. El feminismo no solo revela esta separación de esferas sino la dialéctica entra ambas.»
«Lo personal sigue siendo político. La feminista del nuevo milenio no puede dejar de ser consciente de que la opresión se ejerce en y a través de sus relaciones más íntimas, empezando por la más íntima de todas: la relación con el propio cuerpo.»
«La crítica social sin filosofía no es posible, y sin crítica social el proyecto de una teoría feminista, comprometida a la vez con el conocimiento y con el interés emancipatorio de las mujeres, es inconcebible.»
Nosotras, por nuestra parte, deberíamos promover y alentar «la interpelación cultural» en todas las direcciones. No debería haber pactos como el que se podría formular en estos términos: «no os metáis con el velo de las musulmanas y nosotras no lo haremos con vuestras curiosas modalidades de harén occidental» -la talla 38, según Mernissi-.
Al contrario: debemos criticar el velo de las musulmanas y, a la recíproca, dejar que ellas destapen todas nuestras zonas de vulnerabilidad, todas las incoherencias que sufrimos y de las que, en alguna medida, somos o hemos sido cómplices. Velo no, vale. Pero tampoco tacones de aguja: no se puede sentir empowerement cuando se toca tierra de una manera tan precaria: es nuestra versión de los pies vendados de las chinas. Dejémosles que nos lo digan por si no habíamos reparado en ello: no siempre se tiene la deseable distancia ante las propias prácticas.»
«El viejo discurso conservador de que la desigualdad es un hecho ‘natural’ imposible de erradicar ha comenzado a hacerse presente en el centro simbólico de la sociedad y una gran parte de los medios de comunicación están contribuyendo poderosamente a ello, al enmascarar este discurso tras la filosofía del mérito y del esfuerzo personal.
Las fuentes ideológicas que alimentan esta práctica neoliberal no solo intentan clausurar la historia sino también el principio ético y político central sobre el que se ha edificado la modernidad: la noción de igualdad. Este principio, concebido como un mecanismo deslegitimador de privilegios y jerarquías sociales no fundados en el mérito y el esfuerzo personal, es presentado por el neoliberalismo como un valor obsoleto y disfuncional que entorpece el crecimiento económico, por ello, erosiona los medios de vida de la población. Sin embargo, no hay que pasar por alto que desde las posiciones ideológica neoliberales se están haciendo esfuerzos significativos por retomar la idea de mérito para así justificar las nuevas desigualdades y estratificaciones sociales.
La idea de mérito tuvo su génesis en la ilustración para deslegitimar la estructura estamental medieval en la que los conceptos de nacimiento y sangre eran la base de una sociedad que consagraba el dominio de la aristocracia. El mérito es la piedra angular del moderno concepto de movilidad social y se apoya en la idea de que la inteligencia y el esfuerzo deben modelar la sociedad de modo que aquellas jerarquías que no se funden en estos supuestos no serán legítimas. Esta idea se gesta, pues, para desactivar privilegios estamentales, para estimular ideológicamente la movilidad social y para reforzar a los individuos como sujetos frente a entidades colectivas -estamentos- que se creían sagradas y naturales. La operación ideológica del fundamentalismo neoliberal ahora es apropiarse de este concepto, tras haber eliminado su carácter emancipador, y usarlo para legitimar las nuevas desigualdades.»
SINOPSIS: «Teoría feminista», de Celia Amorós y Ana de Miguel.
«Primer volumen. En este primer volumen se presenta la trayectoria que lleva de los «memoriales de agravios», que recogen las quejas de las mujeres contra los abusos del poder patriarcal, a la formulación de «las vindicaciones». Estas últimas dan su expresión a la crisis de legitimidad de este poder, como se pondrá de manifiesto desde las luchas por el acceso a la ciudadanos de las mujeres en la revolución francesa, hasta el movimiento sufragista. La obra de la filósofa existencia lista Simone de Beauvoir, ‘el segundo sexo’, hará de Bisagra entra la formulación de las preguntas últimas suscitadas por esta primera fase y la apertura de los nuevos ámbitos temáticos propios de la llamada «segunda ola» del feminismo.
Segundo volumen. Las movilizaciones feministas resurgen con vigor en las décadas de los 60 y los 70 del pasado siglo. Sus militantes proceden de la cantera de la New left y del movimiento pro derechos civiles de los afroamericanos, sin embargo, en su militando en estos medios progresistas e igualitaria, las mujeres hacen la experiencia del sexismo y plantean la necesidad de organizarse de forma autónoma. Correctamente, en el plano teórico trataron de independiente de la absorción de sus problemas específicos en los parámetros conceptual es de los principales paradigmas vigentes el marxismo y el psicoanalista y generaron de este modo fundamentalmente lo hará el feminismo radical teorías originales para dar cuenta de la opresiva de las mujeres como tales.
Tercer volumen. En la teoría feminista se plasman los efectos reflexivos de las luchas de las mujeres por su liberación. Esta teoría tiene una tradición de tres siglos. No es un pensamiento lineal ni homogéneo, lo que está en consonancia con la complejidad y variedad de estas luchas, cuyas dinámicas son diferentes de acuerdo con la especificidad de los grupos de mujeres que las protagonizan y de sus contextos históricos. Sin embargo, ha sido posible reconstruir los principales ejes temáticos y las modulaciones más significativas de esta tradición de pensamiento, que lo es, en cuanto que tiene sus referentes clásicos y sus propias fuentes de autoridad conceptual: en suma, sus liderazgos epistemológicos ligados con sus liderazgos políticos.»
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