Rosa Cobo. Fundamentos del patriarcado moderno.
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«La Ilustración se construirá críticamente en una de sus vetas desde la noción cartesiana de razón, si bien pondrá de manifiesto múltiples reticencias respecto a las limitaciones del método de Descartes. Una de las objeciones más fuertes, como se ha señalado, se refiere a la insuficiencia y ambigüedad de su concepto de razón en lo que se refiere a la moral y al prejuicio. La Ilustración intentará establecer vínculos entre la ciencia y la moral. El Siglo de las Luces da un paso adelante sobre Descartes: va más allá de la razón cartesiana al reivindicar una razón que opere en el ámbito de la praxis. No solo la mente del individuo sino también la sociedad se constituyen ahora en espacio de aplicación de la razón. El progreso científico será insuficiente si no va acompañado de progreso moral. De este modo, la principal aportación de la Ilustración consistirá en señalar la necesidad de unir ciencia y sociedad. En este debate, Rousseau subrayará la dificultad de esa unión.»
«En Rousseau, existir es ser visto por los otros. Resolver la ambivalencia de que el otro sea el bien y el mal al mismo tiempo no parece tarea fácil. La solución consistirá en la completa regulación de la vida colectiva, hasta el extremo de limitar poderosamente las relaciones sociales a través de la voluntad general. Rousseau polemiza con las consecuencias epistemológicas de la dualidad antropológica cartesiana mente-cuerpo para inscribirse «resueltamente en la corriente sensualista por lo que respecta a la teoría del conocimiento».
En efecto, la epistemología rousseaniana parte del problema cartesiano de las dos sustancias. Nuestro filósofo toma de Descartes la idea de sustancia pensante y sustancia extensa, pero, mientras que la resolución de la dualidad en Descartes viene a través de una tercera sustancia, es decir, de Dios, en Rousseau se produce a través de una nueva instancia, la del sentimiento de la propia existencia, como mediación de la dualidad mente-cuerpo. Rousseau, por tanto, sustituye en su epistemología la mediación de Dios por la del sentimiento de la existencia. La operación que realiza consiste en tomar prestada una parte de la metodología cartesiana para negarla continuamente.»
«Para Rousseau, los discursos de los filósofos ilustrados no tienen más que dos funciones: o bien legitiman con sus discursos pseudofilosóficos los sistemas políticos existentes, o bien teorizan otros venideros que, casi siempre, son peores que los vigentes. Los filósofos se olvidan de su verdadera condición de hombres de naturaleza, y se construyen una identidad social que les separa de sus congéneres.
Finalmente, desaparece el hombre y el ciudadano para quedar solamente el filósofo que inocula en la comunidad el desprecio de unos hombres hacia otros, de los superiores hacia los inferiores, al mismo tiempo que crece en ellos el orgullo y la superioridad. La desigualdad económica se desarrolla paralelamente con la desigualdad de los talentos. Pero el peor de todos los males achacables al filósofo es precisamente el de juzgar a los hombres por lo que históricamente son, sin percibir que originariamente eran bien distintos.»
«Rousseau es, sin duda, un teórico de la unidad social. El contrato social es la prueba de ello; al mismo tiempo ve con gran claridad que la unidad social no debe tener más fundamento que la moral. El ginebrino percibe la contradicción que existe en estrechar los lazos sociales sobre la base del interés personal. Este es uno de los aspectos que diferencia a Rousseau del pensamiento político liberal.»
«Si antes señalábamos la práctica sistemática de la duda, la necesidad de llegar a ideas claras y distintas, la necesidad del libre examen y el olvido necesario de los argumentos de autoridad para alcanzar la verdad, también recurre Poulain a otra idea cartesiana para mostrar la igualdad entre los sexos. En efecto, la distinción entre el alma y el cuerpo, entre la sustancia extensa y la sustancia pensante, es la otra noción que fundamenta la igualdad entre varones y mujeres.
En la tradición platónica y en la Edad Media, en general, se concibió el cuerpo como imperfección, y las particularidades del cuerpo femenino -órganos sexuales y reproducción- como un nuevo añadido a la imperfección inicial. Sin embargo, al separar Descartes el alma y el cuerpo, permite la afirmación de la igualdad entre el varón y la mujer, pues funda dicha igualdad en el alma. El Yo cartesiano, al no considerar ni tener en cuenta los fenómenos orgánicos, permite fundar la igualdad del hombre y de la mujer por encima de su destino histórico. En este sentido, para Poulain, el intelecto no tiene sexo, es común a toda la especie, por lo que las diferencias del cuerpo no pueden legitimar ningún tipo de desigualdad.»
«Si el estado de natural remite a la naturaleza de los individuos, que después han de ser proyectados socialmente, no queda ninguna duda de que en Rousseau existen dos estados de naturaleza. El primer estado de naturaleza -el estado de pura naturaleza- contiene los elementos que articularán el espacio público del estado social y cuyo sujeto es el varón. A continuación, se puede observar un segundo estado de naturaleza -el estado presocial- que articula el espacio privado del estado social cuya destinataria es la mujer. Así, puede hablarse de dos estados de naturaleza, en la medida en que en cada uno de ellos se construye una naturaleza (la masculina en uno y la femenina en el otro) que debe servir de referente respectivo de los dos espacios del estado social: el público y el privado.»
«El sujeto del contrato social es el individuo que fue emergiendo a lo largo del estado presocial. No obstante, hay que señalar que aunque la categoría de individuo ofrece la apariencia de ser sexualmente neutro, detrás se encuentra siempre un varón. Pero esta aparente neutralidad no es patrimonio exclusivo de Rousseau, sino de todos los contractualistas. Todos los teóricos del contrato subsumen a las mujeres bajo la aparente universalidad sexualmente neutra de la categoría de individuo. Y esta es la razón de que los contractualistas no especifiquen el sexo del sujeto que pacta.
Sin duda, la construcción política contractualista tiene vocación de universalidad como condición inexcusable de su legitimidad. Esta vocación de universalidad es la que hace que sus construcciones políticas funden un nuevo orden para todos los individuos: un orden de libertad y de igualdad, especialmente en el caso de Rousseau. Sin embargo, cuando la noción de ciudadanía ha de ser concretada y especificada socialmente, ya no es tan fácil esconder el sexo.»
«La sociedad de padres es sustituida por la sociedad de los hermanos. En este sentido, el contrato es un pacto fraternal en su origen. Los hijos, que han despojado del poder político a los padres, pactan como hermanos y se constituyen en una fraternidad civil. La comunidad fraternal de iguales que surge del pacto social da lugar, por una parte, a una comunidad política nueva en la que la igualdad y la libertad constituyen los primeros sustentos de la concepción democrática de la vida y, por otra, la concesión con carácter de universalidad de los derechos políticos a todos los varones supone una nueva forma histórica de patriarcado. En este sentido, el pacto político que da lugar a la comunidad fraternal es, sobre todo, el pacto patriarcal por excelencia. Democracia y patriarcado son las dos nociones en las que transita el pensamiento político de Rousseau.»
«El contrato social no es posible si previamente las mujeres no han sido sujetadas mediante el contrato sexual. Y el espacio público, en tanto espacio de la libertad y de la autonomía moral, no puede existir sin el espacio privado, en cuanto lugar de reproducción de lo público y de sujeción de las mujeres mediante el contrato de matrimonio.
Todas las nociones teóricas rousseanianas apuntan, inexcusablemente, a la unidad. El hombre natural está «consigo mismo», el individuo de El contrato social ha sido capaz de subsumir su interés particular en el interés general y Emilio se ha convertido en un individuo moralmente autónomo. La unidad, es decir, la reconstrucción del sujeto, es el objetivo último del pensamiento rousseaniano. No obstante, su deseo de reconstrucción del sujeto solo es viable si se ocultan todos los mecanismos de sujeción de las mujeres, puesto que toda sujeción crea dependencia y, por tanto, dualidad.
El varón rousseaniano solo puede ejercer sus funciones públicas, de la forma tan intensa en que las ejerce, a condición de que las mujeres se ocupen de las tareas de reproducción propias del espacio privado. Igualmente, el equilibrio psíquico del varón depende de que las mujeres interioricen la coacción que padecen por parte de los varones. Asimismo, la garantía de la transmisión de la propiedad solo es posible si la maternidad está controlada por los varones.»
«La dualidad del individuo es para Rousseau una realidad social y política. El salvaje no es un individuo desgarrado entre sus instintos y su razón, entre las necesidades auténticas y las artificiales; el salvaje no es esclavo de deseos que no pueda satisfacer; la ansiedad es un estado anímico que desconoce. Sin embargo, uno de los elementos de la antropología rousseaniana es la perfectibilidad: atributo que se pone en funcionamiento en el preciso momento en que aparece ante los ojos del salvaje otro individuo.
El fin de la vida autosuficiente trae consigo el nacimiento de las necesidades, deseos y pasiones sociales. La emergencia de estas realidades es posible porque el individuo tiene facultades innatas que le hacen ir más allá de sus necesidades biológicas. Cuando estas realidades «artificiales» comienzan a desarrollarse, la identidad del individuo se fragmenta, hasta que, finalmente, en el estado social su ser aparece dividido. La dualidad exaspera y profundiza esta división hasta hacerla casi irresoluble.
Rousseau describe la historia del varón desde el estado de naturaleza hasta el contrato social como la historia de una pérdida irreversible producida por la contrastación con el otro. La guerra, el sometimiento o la ansiedad no tienen más significado que el de actualizar y exasperar esa herida narcisista original. Puesto que los otros no pueden ser olvidados ni tampoco aniquilados (su aniquilación puede traer consigo la nuestra), la mejor solución es regular las relaciones. El contrato social o Emilio, constituyen, desde esta perspectiva, remedios desesperados por restablecer el narcisismo destruido por la presencia del otro.»
«Es necesario poner de manifiesto ciertas incongruencias metodológicas en el sistema de argumentación del misógino. Si la naturaleza de la mujer está dirigida al sometimiento al marido, no parece lógico que su socialización deba fundarse en la interiorización de la coacción, puesto que ya estaría implícita en su naturaleza.»
«Rousseau cree en la complementariedad de los sexos como la condición de posibilidad de la existencia del matrimonio. Si entre los dos sexos, en lugar de complementariedad, hubiese igualdad se producirían conflictos que pondrían en cuestión la supervivencia del esquema doméstico y político patriarcal.
La teoría de la complementariedad de los sexos en Rousseau se corresponde a su vez con la complementariedad de la familia y del Estado. La unión de los dos sexos se superpone con la unión de las dos esferas (pública y privada) en una unidad moral superior. Del mismo modo que la familia es el soporte estructural del Estado, la mujer constituye el fundamento de la autonomía moral del varón. Sin embargo, la complementariedad de los sexos, por una parte, y de la familia y el Estado, por otra, no están ni concebidas ni organizadas simétricamente.
Del mismo modo que los sexos no concurren a esa unidad moral desde la igualdad, sino desde la autonomía del varón y la sujeción de la mujer, la familia y el Estado tampoco reposan sobre los mismos valores y normas. La teoría del estado de Rousseau se organiza en torno a la defensa y salvaguardia de la libertad y de la igualdad de los ciudadanos (varones) y la familia en la concentración de la autoridad del esposo y en la completa sujeción de la mujer.»
«El relato del estado de naturaleza rousseaniano está formado por diversos «momentos». El primero de ellos, el estado de pura naturaleza, se caracteriza por la igualdad, de forma tal que el sexo no constituye un elemento de desigualdad. Sin embargo, tras este «momento» vendrán otros, marcados por el signo de la socialización. Las formas de socialización que en un principio son incipientes, posteriormente se intensificarán y todas ellas formarán lo que llamaremos el estado presocial. Pues bien, es en el tránsito entre el estado de pura naturaleza y el estado presocial donde se perciben las mujeres quiebras lógicas del pensamiento rousseaniano.
La primera quiebra aparece cuando Rousseau sostiene que «lo natural» es el criterio adecuado del legitimación. En efecto, al considerar la familia como una construcción social está rompiendo su primer principio metodológico. En segundo lugar, puesto que considera la igualdad como un elemento esencial del estado de naturaleza, quiebra su segundo principio al dar por sentado la subordinación de la mujer en el seno de la familia patriarcal. En tercer lugar, se produce otra quiebra en la noción de derecho natural al considerar la sujeción de la mujer cuando por naturaleza todos los individuos son libres e iguales. En último lugar, la quiebra más profunda se produce cuando esta sujeción tiene lugar sin el consentimiento, al menos explícito, de las mujeres.»
«El pacto que propone Rousseau es un pacto patriarcal y su modelo de democracia es así mismo patriarcal, puesto que no solo excluye a las mujeres de la ciudadanía, sino que, además, la propia génesis y mantenimiento de su modelo democrático necesita de la sujeción de las mujeres para conseguir la plenitud de la vida democrática.
El modelo político que diseña Rousseau tiene una génesis patriarcal, como la de todos los contractualistas. En este modelo las mujeres son dominadas mediante un contrato sexual que, a su vez, les impide la participación en la formación del contrato social. Este hecho les impide constituirse en sujetos políticos. El sujeto político de este modelo, más que el varón, es la fraternidad de los varones que se constituye como tal a través de la voluntad general. Las mujeres deben desempeñar las funciones relacionadas con la privacidad. La maternidad es su función social principal y el marco doméstico su ámbito.
Sólo desde esta concepción dual de la sociedad (dos espacios: público y privado) y desde el doble pacto (de sujeción y social) se explica su concepción educativa y la construcción de dos naturalezas, una para el género masculino y otra para el género femenino, respectivamente.»
SINOPSIS: «Fundamentos del patriarcado moderno», de Rosa Cobo.
«El aspecto fundamental de este trabajo es el punto de confluencia entre Rousseau, como principal teórico ilustrado del concepto de feminidad, y el feminismo, como discurso emancipatorio que encuentra sus raíces más poderosas en la propia Ilustración, pues es ahí donde germina el discurso de la igualdad. La obra de Rousseau constituye un objeto de estudio privilegiado, porque en él coexisten un desarrollo radicalizado de los ideales ilustrados a la vez que una inflexión muy significativa de su filosofía política en un sentido claramente patriarcal.»
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