Gerda Lerner. La creación de la conciencia feminista.
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«Durante muchos siglos el talento de las mujeres no estuvo dirigido hacia el autodesarrollo, sino hacia la realización propia a través del desarrollo de un hombre. Las mujeres, condicionadas durante milenios a aceptar la definición patriarcal de su papel, han atendido a los hombres y los han criado de manera que a los que tenían talento se les permitiera un desarrollo más completo y un nivel más intenso de especialización que el que las mujeres hayan tenido jamás. La división sexual del trabajo que ha asignado a las mujeres una mayor responsabilidad en cuanto a las tareas domésticas y la crianza de los niños, ha liberado a los hombres de los engorrosos detalles de las actividades de la supervivencia cotidiana, mientras las mujeres han estado desproporcionadamente cargadas con ellas. Las mujeres han tenido menos tiempo libre y, sobre todo, menos tiempo ininterrumpido durante el que poder reflexionar, pensar o escribir. El apoyo psicológico desde la intimidad y el amor ha estado mucho más disponible para los hombres con talento que para las mujeres con talento. En caso de que hubiera habido un hombre detrás de cada mujer brillante, habríamos tenido el mismo número de mujeres y hombres con logros importantes en la historia.»
«Las mujeres han sido privadas de «incentivos culturales», del diálogo y del esencial encuentro con personas de la misma educación y estatus. Excluidas de las instituciones de la educación superior durante siglos y tratadas con condescendencia y escarnio, las mujeres cultas han tenido que desarrollar sus propias redes sociales con el fin de que sus opiniones, ideas y trabajos encuentren su público y resuenen. Y, por ultimo, el hecho de que las mujeres hayan estado privadas del conocimientos sobre la existencia de la Historia de las mujeres, ha afectado de manera decisiva y negativa a su desarrollo intelectual como grupo.
Las mujeres que no sabían que otras como ellas habían aportado grandes contribuciones intelectuales al conocimiento y al pensamiento creativo se sintieron abrumadas por una sensación de inferioridad o, por el contrario, por una sensación de peligro por su osadía de ser diferentes. Sin conocimiento del pasado de las mujeres, ningún grupo de mujeres podía poner a prueba sus propias ideas en contra de las ideas de sus iguales, de quienes venían de unas condiciones o de unas situaciones de vida similares. Cada mujer pensante tenía que discutir con el «gran hombre» en su cabeza, en vez de ser reforzada e incentivada por sus predecesoras. Para las mujeres pensantes, la ausencia de una Historia de las mujeres fue quizás el obstáculo más grave para su crecimiento intelectual.»
«¿Por qué no existieron grandes pensadoras y creadoras de nuevos sistemas? ¿Dónde están las versiones femeninas de Newton, Kant, Einstein? La brillante metáfora de Virginia Woolf sobre la hermana de Shakespeare que, si hubiera sido capaz de conseguir lo que consiguió él, debido a las represiones de las definiciones de género, tiene precedentes históricos reales. Estas mujeres existieron: mujeres con talentos extraordinarios, mujeres genias, con capacidad y con voluntad para sobresalir, crear y definir.
Isotta Nogarola, acusada de incesto con su hermano para así explicar sus logros en literatura; Sor Juana de la Cruz, vendiendo su preciada biblioteca bajo orden del arzobispo para así demostrar su humildad; Elizabeth Elstob, trabajando como institutriz de los hijos del Duque de Portland. Y aquella niña de dieciséis años, casi desconocida, una tal Lucinda Foote, a la que se negó la admisión a la Universidad de Yale en 1792 con el comentario de que estaba cualificada en todos los aspectos «menos en su género». Puede ser que Lucinda Foote tuviese un talento promedio o puede que estuviese dotada con el talento de una genia. Nunca lo sabremos, porque era mujer y eso fue lo único que importó.»
«Al principio, las ideas misóginas fueron un mero instrumento del Estado y de los intereses del clero a corto plazo, pero estas ideas adquirieron pronto vida propia. El concepto de que las mujeres nacieron como seres inferiores, de que tienen una mente y un intelecto más débiles, de que están más sujetas a las emociones y a las tentaciones sexuales que los hombres y de que necesitan ser gobernadas por los hombres, tuvo un efecto devastador sobre la mente de las mujeres.
Incluso las mujeres extraordinarias, talentos que se dan tan solo una o dos veces en cada siglo, tuvieron que luchar contra esta noción que las privaba de autenticidad y de autoridad. Cada mujer pensante tuvo que pasar una cantidad exorbitante de tiempo y de energía pidiendo disculpas por el mero hecho de pensar.»
«Isaac Newton, en su famoso aforismo -que, en realidad, pertenece a Bernardo de Chartres- «Si he visto más lejos es porque estoy sentado sobre hombres de gigantes», expresaba la manera en la que el pensamiento de los hombres fue formado sobre los mayores conceptos de la civilización occidental. Los hombres creaban la historia escrita y se beneficiaban de la transmisión del conocimiento de una generación a otra, para que así todo gran pensador pudiera «estar sentado sobre hombros de gigantes» y para que de ese modo pudiera avanzar en pensamiento mediante la comparación con las generaciones anteriores, con la máxima eficiencia.
Las mujeres han estado privadas del conocimiento de su propia historia y así cada mujer tuvo que discutir como si ninguna mujer antes que ella hubiera escrito o pensado. Las mujeres tuvieron que emplear sus energías en reinventar la rueda, una y otra vez, generación tras generación. Los hombres discutían con los gigantes que les precedían: las mujeres discutían contra el peso opresivo de milenios de pensamiento patriarcal que las privó de autoridad, incluso de humanidad, y, cuando tenían que discutir, lo hacían con «grandes hombres» del pasado, privadas del empoderamiento, la fuerza y el conocimiento que las mujeres del pasado podrían haberles ofrecido.
Ya que no podían basar su argumentación en la obra de mujeres anteriores a ellas, las mujeres pensantes de cada generación tuvieron que malgastar su tiempo, su energía y su talento construyendo sus argumentos desde cero. No obstante, nunca renunciaron a este esfuerzo. Generación tras generación, frente a discontinuidades recurrentes, las mujeres tuvieron que plantear caminos alternativos y vías de escape del pensamiento patriarcal.»
«Durante siglos, las mujeres se autorizaron a sí mismas a pensar y escribir, a pesar de que la religión, la costumbre y la sabiduría convencional les decían que estas no eran búsquedas propias de una mujer. Cada mujer tenía que superar su interiorizado complejo de inferioridad y empoderarse a sí misma para hacer lo que le decían que era indecoroso, improbable, si no imposible.
Poco sorprende, entonces, que cada vez más mujeres pensantes recurrieran a la argumentación de la reivindicación de igualdad intelectual de las mujeres para salirse del confinamiento y las limitaciones patriarcales. Cediéndoles a los hombres sus tareas particulares y los talentos superiores de liderazgo, valentía y autoridad, las mujeres defendían que, a pesar de todo, la capacidad de razonar y el potencial intelectual de los hombres y las mujeres era el mismo. Esto se acompaña con la misma lógica: que las desigualdades perceptibles en la sociedad, los diferentes índices de logros, los diferentes intereses y actividades de los hombres y las mujeres se debían a su educación determinada por el sexo.
La marginación educativa sistemática de las que ellas eran objeto era la causa fundamental de su aparente inferioridad. Según este argumento, que reaparecía siglo tras siglo, la igualación de las oportunidades educativas era la clave de la emancipación de las mujeres. Por tanto, fue a través de la argumentación por la educación como ellas idearon su camino hacia la teoría de la emancipación, una teoría feminista.»
«Los pensadores de la Ilustración, conocidos como philosophes, sustituyeron la religión por la ciencia y consideraban la mente como la herramienta más poderosa del hombre para entenderse a sí mismo, el mundo y el universo. Solo el pensamiento podía ayudar a los hombres a entender las leyes de la naturaleza y las que gobiernan el mundo social. Rechazando la revelación, la religión y la autoridad, los pensadores de la Ilustración postularon un individuo autosuficiente que obtenía el conocimiento de la experiencia. Con la adecuada educación, todos los individuos podrían convertirse en ciudadanos útiles y productivos en una sociedad organizada sobre una base de principios racionales.
El racionalismo de René Descartes tuvo un efecto liberador sobre las mujeres porque asumía que la mente, no el cuerpo, era el instrumento para las sensaciones y el conocimiento, y que los hombres y las mujeres tenían el mismo potencial para el conocimiento. El cartesianismo negaba que la educación formal fuera el camino hacia la comprensión más avanzada; cualquiera podía pensar y razonar de manera lógica.
El efecto de estas ideas no fue solo el de inspirar a un gran número de mujeres, tales como Mary Astell, Lady Damaris Masham, Marie de Gournay, a iniciar el discurso filosófico con los más extraordinarios pensadores masculinos de su época, sino que también les ayudó a crear una nueva forma para este discurso a través de la correspondencia personal.»
«Curiosamente los grupos políticos conservadores siempre consideraban que la cuestión central era la amenaza del feminismo y convirtieron la represión sobre las organizaciones de mujeres en la característica esencial de su programa político. Lo que también queda muy claro es la conexión necesaria entre la labor de las mujeres en los grupos segregados por sexo bajo su propio liderazgo y el avance de las organizaciones feministas.
El espacio social segregado por sexo se convirtió en un terreno en el que las mujeres podían confirmar sus propias ideas y ponerlas a prueba contra el conocimiento y la experiencia de otras. Aquí, por primera vez, podían poner a prueba sus teorías también en una práctica social. A diferencia de los espacios sociales en los que podían tener roles de liderazgo igualitarios o casi igualitarios, pero en los que la hegemonía de los hombres seguía siendo indiscutible -como, por ejemplo, los salones, las comunidades utópicas, los partidos socialistas y anarquistas-, estos espacio exclusivamente femeninos podían ayudar a avanzar desde un simple análisis de su condición al nivel de la formación teórica. O, dicho de otra forma, al nivel de proporcionar no solo las definiciones autónomas de sus objetivos, sino también una visión alternativa de las organizaciones sociales: una visión feminista del mundo.»
«Los seres humanos siempre han utilizado la Historia para encontrar su camino hacia el futuro: para repetir el pasado o desviarse de él. A falta del conocimiento de su propia historia, las mujeres pensadoras no tenían un conocimiento propio desde el que proyectar un futuro deseado. Por lo tanto, las mujeres, hasta hace bien poco, no han sido capaces de crear una teoría social apropiada a sus necesidades. La conciencia feminista es un prerrequisito para la formulación de un tipo de pensamiento abstracto que se necesita para conceptualizar una sociedad en la que las diferencias no connoten dominación.
La hegemonía del pensamiento patriarcal en la civilización occidental no se debe a la superioridad de su contenido, forma o éxito sobre los demás pensamientos; está construida sobre el silenciamiento sistemático de otras voces. Las mujeres de todas las clases, los hombres de razas o creencias religiosas diferentes de las dominantes, aquellos definidos como anormales…Todos ellos tuvieron que ser desanimados, ridiculizados y silenciados. Antes que nada, se les tuvo que prohibir formar parte del diálogo intelectual.
Los pensadores patriarcales construyeron estructuras de la misma manera que los estadistas patriarcales construían sus Estados: definiendo a quién había que mantener fuera. Normalmente la definición de aquellos que había que mantener fuera ni siquiera se hacía de forma explícita, ya que, si lo hubieran hecho explícitamente, habría implicado reconocer que había un proceso de exclusión. Aquellos a los que había que mantener en el exterior fueron simplemente apartados de la vista, marginados fuera de la existencia.»
«A pesar de que en la mayoría de los lugares del mundo e incluso en las democracia occidentales, la dominación masculina en las grandes instituciones culturales persiste, la emancipación cultural de las mujeres ha destruido el sólido monopolio que los hombres disfrutaron durante tanto tiempo sobre la teoría y la definición.
Las mujeres todavía no ostentan poder sobre las instituciones, sobre el Estado o sobre la ley. Pero las ideas teóricas que los estudios académicos feministas modernos han conseguido hasta ahora tienen poder para destruir el paradigma patriarcal. La marginación, la ridiculización, los insultos, los recortes de presupuestos y otras herramientas diseñadas para detener el proceso de redefinición de los constructos intelecuales de la civilización occidental, todo ello tendrá finalmente que fracasar. Pueden retrasar temporalmente el proceso de transformación intelectual en curso, pero no lo pueden detener.»
SINOPSIS: «La creación de la conciencia feminista», de Gerda Lerner.
«En La creación de la conciencia feminista, Gerda Lerner complementa La creación del patriarcado, documentando doce siglos de conflicto en los que las mujeres pelearon por liberar sus mentes del pensamiento patriarcal y por construir una conciencia feminista. En definitiva, como la propia autora dice, por crear la Historia de las mujeres. Con una narrativa rica en ejemplos e ilustrada con retratos de autoras, Lerner traza una línea desde la Edad Media hasta el siglo XIX, mostrando distintas vías por las que las mujeres han luchado por su autonomía y por tener una voz propia. Hildegarda de Bingen, Juliana de Norwich, las tardías místicas protestantes y otras grandes literatas, desde Christine de Pisan hasta Emily Dickinson, todas ellas tuvieron que hacer frente a la falta de una genealogía de autoras teniendo que «inventar la rueda» en cada desarrollo intelectual.»
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