Martha Nussbaum. Las mujeres y el desarrollo humano.
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«Las mujeres carecen de apoyo en funciones fundamentales de la vida humana en la mayor parte del mundo. Están peor alimentadas que los hombres, tienen un nivel inferior de salud, son más vulnerables a la violencia física y al abuso sexual. Es mucho menos probable que estén alfabetizadas, y menos probable aún que posean educación profesional o técnica. Si intentan ingresar en un puesto de trabajo, deben enfrentar obstáculos mayores, incluyendo la intimidación por parte de la familia o del esposo, discriminación por su sexo en el salario y acoso sexual en su lugar de trabajo. Y todo ello sin tener recursos legales efectivos para defenderse. Obstáculos similares les impiden a menudo una participación efectivas en la vida política. En muchas naciones, las mujeres no tienen plena igualad ante la ley: no tienen los mismos derechos de propiedad que los hombres, ni los mismos derechos contractuales, de asociación, de movilidad, ni la misma libertad religiosa. A menudo cargadas con la «doble jornada» que deriva de las exigencias del empleo y de la responsabilidad por el hogar y por el cuidado de los niños, carecen de oportunidades para el juego y para el cultivo de sus facultades imaginativas y cognitivas.
Todos estos factores tienen su costo en cuanto a bienestar emocional: las mujeres tienen menos oportunidades que los hombres de vivir libres de temores y de disfrutar de tipos más gratificantes de amor, especialmente cuando -como sucede a menudo- se la casa sin elección propia desde la niñez y carecen de amparo ante un mal matrimonio. De todas estas maneras, las desiguales circunstancias sociales y políticas dan a las mujeres capacidades humanas desiguales.
Se puede resumir todo esto diciendo que con demasiada frecuencia se trata a las mujeres no como fines en sí mismos, como personas con una dignidad que merece respeto por parte de las leyes y de las instituciones. Por el contrario, se las trata como meros instrumentos para los fines de otros: reproductoras, encargadas de cuidados, puntos de descarga sexual, agentes de la prosperidad general de una familia.»
«El relativismo normativo se subvierte a sí mismo, porque, al pedir que nos remitamos a normas locales, nos pide que nos remitamos a normas que, en la mayoría de los casos, son fuertemente no-relativistas. La mayoría de las tradiciones locales se tornan a sí mismas por absolutamente verdaderas, y no por relativas. De ese modo, al pedirnos que sigamos lo local, el relativismo nos pide que no sigamos el relativismo.
Mucha gente, en particular los estudiantes, confunden el relativismo con la tolerancia de la diversidad y lo hallan atractivo porque muestra respeto por los modos de ser de los demás. Pero, obviamente, no es ese el caso. La mayoría de las culturas han exhibido a lo largo de las distintas épocas una considerable intolerancia antes la diversidad como también, por último, algo de respeto por la misma. Transformando cada tradición en la última palabra, nos privamos a nosotros mismos de toda otra norma más general de tolerancia o respeto, que puede ayudarnos a limitar la intolerancia de las culturas. Habiendo visto esto, nuestro interés por el relativismo debería disminuir rápidamente.»
«La política debería tratar a cada uno como fin, como fuente de participación activa y digno por sí mismo, con sus propios planes para realizar y su propia vida para vivir, mereciendo por tanto todo el apoyo necesario para su igualdad de oportunidades para constituirse en agente de ese modo. Para tratar a cada uno como un fin hemos de hacernos fuertes en algunos valores que se harán centrales para los objetivos políticos, y hemos de hacernos fuertes en contra de algunas modalidades muy comunes de trato para con la mujer -tratándolas como infantiles, como incompetentes en temas de propiedad y contrato, como meros adjuntos de una línea familiar, como reproductoras y cuidadoras más que como quienes tienen que vivir sus propias vidas-.
Pero si tomamos posiciones fuertes de esta manera, ello no debería suscitar el cargo de paternalismo en su forma clásica, en cuanto asumimos tales posiciones para tratar a todos y a cada uno de los ciudadanos como un fin y para permitir a todos los ciudadanos la búsqueda del bien por sus propios medios.»
«El argumento de la cultura nos recordaba que deberíamos reservar espacio para las mujeres que puedan querer elegir un modo de vida jerárquico tradicional. Pero no decía nada en contra del uso de una visión universal para criticar prácticas culturales injustas. En efecto, se nos recordaba que la actividad de la crítica se encuentra hondamente inserta en el interior mismo de la cultura india. Dicho en forma más general, las culturas son dinámicas y están llenas de debate.
El argumento del bien de la diversidad nos decía algo importante sobre toda propuesta que hayamos de apoyar: debe brindar espacios en los que puedan prosperar diferentes formas valiosas de actividad humana. No deberíamos eliminar ni tampoco poner siquiera en peligro la diversidad sin una razón muy firme para hacerlo. Pero a la luz del hecho de que algunas prácticas tradicionales son dañinas y perversas, y de que algunas de ellas desarrollan una actividad hostil ante otros elementos de una cultura diferente, nos vemos forzados, por nuestro mismo interés en la diversidad, a desarrollar un conjunto de criterios mediante los cuales evaluar las prácticas que encontramos, preguntándonos cuáles son aceptables y merecen ser preservadas y cuáles no.»
«A veces, el papel del estado en la producción de adultos que tengan todas las capacidades de la lista se comprende de manera estrecha, concentrándose en la alfabetización y en otras habilidades básicas, importantes para el desarrollo técnico y económico, y tal vez también en habilidades políticas entendidas en sentido estricto. Mi argumento se opone enfáticamente a un enfoque tan estrecho.
A fin de hacer lo que deberían para sus ciudadanos, los estados deben ocuparse de todas las capacidades, aun cuando estas no parezcan tan útiles para el crecimiento económico o incluso para el funcionamiento político. Un caso de particular interés es de la capacidad para lo lúdico. Es por demás obvio que no es deseable que se brinde a los adultos una vida en la cual no haya ninguna oportunidad para el juego distendido y para la expresión de uno mismo. Pero tenemos la tendencia a suponer que la gente activará la dimensión lúdica si se le brinda la oportunidad, y la tendemos, por ello, a descuidar el desarrollo de la capacidad para el juego como parte de la preparación de un niño para su funcionamiento adulto.
Posiblemente supongamos que los niños juegan naturalmente y que en el juego se expresan a sí mismos en forma imaginativa. Sin embargo, esto no es precisamente cierto. En muchas culturas, las niñas pequeñas nunca son estimuladas a jugar, por lo que realmente no saben cómo hacerlo. Dejándolas dentro de sus hogares por miedo al peligro o a la impureza, puestas a realizar tareas domésticas, estas niñas se vuelven como mujeres viejas antes de haber sido realmente jóvenes. Se anima a los muchachitos para que sean valerosos tanto física cuanto mentalmente: ellos corren de aquí para allá y exploran su entorno con juegos y astucia. Este tipo de desarrollo humano queda simplemente fuera del alcance de muchas niñas.
En muchos buenos proyectos educativos que trabajan con niñas como estas se coloca, por tanto, mucho énfasis en el juego, viéndoselo por lo menos como de igual importancia para el desarrollo humano que la alfabetización y las habilidades. Ahora bien, propiamente no se puede ordenarle a una niña pequeña que juegue: en tal sentido, la capacidad y no el funcionamiento es el objetivo apropiado para los niños. Pero se puede exigir que se dedique mucho tiempo en actividades lúdicas y se puede requerir mucha lectura de cuentos y arte en el currículo educativo, a fin de promover esta capacidad exigiendo el funcionamiento que lo alimenta.»
«A través de la religión, la gente busca lo trascendente. Pero los grupos y prácticas religiosas son fenómenos humanos. La humanidad de la religión significa que sus prácticas son falibles y que necesitan de un examen continuo a la luz de los importantes intereses humanos cuya custodia es tarea del estado. Por otra parte, la religión misma está entre los intereses humanos importantes, tanto en sí misma como porque represente un ejercicio central de elección humana.
Por estas razones, toda solución al dilema que se crea cuando la religión y la igualdad de los sexos colisionan debe ser complejo, dependiendo de la capacidad de los jueces y de otros actores políticos el calibrar con criterio los diferentes factores. Una cosa que no deberían hacer, sin embargo, es abandonar, antes la intimidación política, una obligación para con la justicia igualitaria.»
«Existen amor y cuidados en la familia. Pero también existen en ella violencia doméstica, violación marital, abuso sexual de niños, malnutrición de las niñas, desigual cuidado de la salud, desiguales oportunidades educativas, e incontables violaciones menos tangibles de la dignidad y de la igualdad de las personas.»
«En muchos casos, el daño que las mujeres sufren en la familia asume una forma particular: la mujer es tratada no como un fin en sí misma, sino como un agregado o un instrumento de las necesidades de los otros, como una mera reproductora, cocinera, fregadora, lugar de descarga sexual, cuidadora, más que como una fuente de capacidad para elegir y perseguir metas y como una fuente de dignidad en sí misma.»
«La familia, por tanto, puede significar amor, pero puede significar también desatención, abuso y degradación. Además, la familia reproduce lo que contiene. Del mismo modo como es a menudo una escuela de virtud, también (y, frecuentemente, al mismo tiempo) es una escuela de desigualdad sexual, actitudes de crianza que no solamente generan nuevas familias a imagen de las anteriores, sino que confluyen también en el más amplio mundo social y político. (Esta influencia va claramente en ambas direcciones, ya que la familia y las emociones que contiene están marcada por leyes y por instituciones que tienen que ver con temas como la violación marital, la custodia de niños, los derechos de los niños y las oportunidades económicas de las mujeres).
No es plausible que la gente vaya a tratar a las mujeres como fines en sí mismas y como iguales en la vida social y política si en la familia han sido criados para ver a las mujeres como objetos para uso de los hombres.»
«Del hecho de que las cosas han sido siempre de una determinada manera, se infiere con demasiada rapidez que esta es la manera fundada en la biología, o que esta es la única manera posible, o que esta es la manera correcta y apropiada. Por supuesto, ninguna de estas inferencias es legítima: la costumbre no trae fundamentos biológicos en forma confiable, y el hecho de que no concibamos otra manera puede deberse a una falta de imaginación o de experiencia, más que a la imposibilidad inherente de formas alternativas. Claramente, la longevidad de una costumbre no demuestra que tal costumbre sea correcta.
En forma similar, del hecho de que una relación esté fundada en una tendencia biológica no se sigue nada acerca de su carácter inevitable o correcto, si bien es frecuente que se realicen tales conexiones. A menudo nos resistimos a nuestras propias tendencias biológicas, dando una buena visión a los miopes, enseñando a controlar las tendencias agresivas, y, en general, moldeando el comportamiento de acuerdo a un conjunto de normas morales y sociales justificadas de forma independiente.»
«La emoción del amor y los patrones de deseo y acción asociados al brindar cuidados no pueden entenderse en forma adecuada como simples impulsos. Se los comprende mejor como movimientos que implican gran cantidad de pensamiento y de interpretación, y, en particular, de evaluación. El amor implica ver el objeto de una manera particular y tener una variedad de creencias acerca del mismo. Estas incluyen principalmente creencias acerca del carácter especial del objeto, o de su valor.
Los patrones del brindar cuidados implican también creencias acerca de qué cosas y personas son importantes y valiosas, de qué es lo correcto y apropiado, y de una gran cantidad de otras creencias muchas de ellas de naturaleza normativa. Este no es el tipo de cosas que se encuentran dadas ya simplemente de nacimiento: deben aprenderse. Esto no significa que no exista base biológica alguna para el aprendizaje: la capacidad humana para el lenguaje debe desarrollarse, pero tal entrenamiento activa un equipamiento biológico innato.
No obstante, al igual que en el lenguaje, también aquí sucede que el amplio papel que debe desempeñar el entrenamiento a fin de impartir el tipo pertinente de complejidad cognitiva da también mucho espacio para que operen la interpretación social y la variedad cultural. Y esto significa que todos los patrones de amor y de cuidado deben entenderse por los menos en parte como construcciones culturales que pueden ser en principio alteradas, alterando las creencias en las que se apoyan.»
«Pero no necesitamos la filosofía solamente como un contrapeso a las suposiciones filosóficas de los economistas del desarrollo. La necesitamos para que nos ayude a pensar más allá de nuestras ideas intuitivas, para criticarlas, y para captar cuáles estamos dispuestos a conservar. La gente no pasa por la vida sin formarse visiones acerca del bien humano y de lo correcto, acerca de qué tiene valor y qué no lo tiene, acerca de qué es la elección, acerca de qué son la justicia, la misericordia, la agresión y la tristeza.
La gente tiene visiones acerca de estas cosas y las utiliza, sobre todo también cuando ingresa en la arena política. A menudo, tales visiones contienen piezas de teoría muy general, derivadas de la costumbre, de la religión o de las ciencias sociales. Por tanto, cuando se eligen las políticas públicas, tales visiones son el producto de las intuiciones y teorías de mucha gente, algunas de ellas examinadas y muchas sin examinar. Parece sensato deliberar acerca de qué teorías queremos conservar realmente, qué intuiciones están realmente arraigadas en lo más hondo de nuestra sensibilidad moral.
En ausencia de una deliberación pública como esta, es probable que las visiones más influyentes sean simplemente las que sostiene la gente más poderosa o retóricamente más efectiva. Este modo de proceder, defectuoso en sí mismo, es especialmente defectuoso cuando consideramos los intereses de los que no tienen poder, que difícilmente obtienen la posibilidad de poner sobre la mesa sus propias ideas acerca de tales temas.
La filosofía pide deliberación pública en lugar de la habitual lucha de poderes. Nos pide elegir la visión que resiste la prueba de la argumentación, en vez de aquella cuyos proponentes gritan más fuerte. En su mejor parte, su sobrecarga conceptual es profundamente práctica: solo si las cosas se elaboran en todo su detalle sabremos si tenemos realmente la alternativa que puede resistir mejor que otras la objeción, y a a veces la objeción fatal contra una visión emerge solo después de someterla a prueba en forma considerable. Tiene sentido que la deliberación pública tenga en cuenta estos debates aparentemente complicados, porque así es como reflexionamos bien lo que hemos de hacer y como vemos lo que realmente queremos apoyar.»
SINOPSIS: «Las mujeres y el desarrollo humano», de Martha Nussbaum.
«En la mayor parte del mundo, las mujeres carecen de lo más elemental para el desarrollo de una vida humana. Reciben una alimentación inferior a los hombres, tienen una salud más precaria que ellos y son también más vulnerables a la violencia física y al abuso sexual. En muchos países, las mujeres no pueden tampoco participar en la vida política ni tienen los mismos derechos y libertades que los hombres. Estos y otros obstáculos y privaciones impiden que puedan desarrollar sus capacidades humanas -cognitivas, emocionales, imaginativas- en la misma medida que los hombres. Las mujeres y el desarrollo humano combina la filosofía clásica y contemporánea, la economía y el derecho, con la experiencia personal de la autora en la India. Nussbaum ofrece un enfoque radicalmente nuevo sobre cómo debe comprenderse la «calidad de vida» y sobre cuál ha de ser el umbral mínimo que los gobiernos deben asegurar a sus ciudadanos y ciudadanas para que puedan desarrollar sus capacidades como seres humanos. La autora se propone ofrecer un esquema de acción de valor universal, aplicable dondequiera que se de una situación de desigualdad y de injusticia.»
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