Sheila Jeffreys. El género daña.
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«El transgenerismo depende para su mera existencia de la idea de que hay una «esencia» de género, una psicología y un patrón del comportamiento, que es la apropiada para personas con ciertos cuerpos e identidades. Esto es lo opuesto a la visión feminista, que es que la idea de género es la base del sistema político de dominación masculina. El «género», en el pensamiento tradicional patriarcal, prescribe faldas, tacones altos y amor por el trabajo doméstico no remunerado a aquellas con biología femenina, y ropa cómoda, emprendimiento e iniciativas para aquellos con biología masculina. En la práctica del transgenerismo, el género tradicional parece perder la dirección y terminar en las mentes y cuerpos de personas con partes del cuerpo inapropiadas que necesitan ser corregidas. Pero sin el «género», el transgenerismo no podría existir. Desde una perspectiva crítica y feminista, cuando los derechos del colectivo trans son inscritos en la ley y adoptados por las instituciones, ejemplifican ideas que son perjudiciales para la igualdad de las mujeres y dan autoridad a nociones obsoletas de diferencias esenciales entre los sexos. El transgenerismo es, de hecho, transgesor, pero de los derechos de las mujeres y no del sistema opresivo.»
«El término «género» en sí mismo es problemático. Se usó por primera en un sentido no meramente gramatical por parte de los sexólogos -los científicos del sexo como John Money en los años 50 y 60-, que participaron en la normalización de los bebés intersexuales. Ellos usaron el término para referirse a las características de comportamiento que consideraban las más apropiadas para las personas de uno y otro sexo biológico. Aplicaron el concepto de género para decidir bajo qué categoría sexual deberían ubicarse las niñas y niños que no tenían indicaciones físicas claras de un sexo biológico u otro. Su propósito no era progresista.
Eran hombres conservadores que creían que debían haber diferencias claras entre los sexos y buscaban crear categorías sexuales diferenciadas a través de sus proyectos de ingeniería social. Desafortunadamente, el término fue adoptado por algunas teóricas feministas de los 70, y para finales de los 70 se usaba comúnmente en el feminismo académico para indicar la diferencia entre sexo biológico y aquellas características derivadas de la política y no de la biología, que ellas llamaron «género».
Antes de que el término «género» fuese adoptado, el término que más habitualmente se utilizaba para describir estas características construidas socialmente era el de «roles sexuales». La palabra «rol» connota una construcción social y no era susceptible de la degeneración que ha sufrido el término «género» y que ha permitido que los activistas transgénero lo manipulen tan eficazmente. A medida que el término «género» era adoptado más ampliamente por las feministas, su significado se fue transformando para referirse no solo al comportamiento construido socialmente asociado al sexo biológico sino al sistema de poder masculino y a la subordinación de la mujer en sí mismo, lo que se conoció como la «jerarquía de género» u «orden de género».
Gradualmente, los términos más antiguos para describir este sistema, como dominación masculina, clases sexuales y castas sexuales, pasaron de moda con el efecto de que la identificación directa de los agentes responsables de la subordinación de las mujeres (los hombres) ya no podía ser nombrada. El género, como un eufemismo, hizo desaparecer a los hombres como agentes de violencia masculina contra las mujeres, la cual ahora comúnmente se denomina «violencia de género». El término «género» se utiliza cada vez más en impresos oficiales y en la legislación, por ejemplo, para sustituir el término «sexo» como si «género» en sí mismo fuese biológico, y este uso ha sobrepasado la concepción feminista del género.»
«Los varones han estado decidiendo qué son las mujeres y cómo deben actuar, durante milenios, a través de instituciones de control social como la religión , la profesión médica, el psicoanálisis y la industria del sexo. Las feministas han luchado para eliminar la definición de lo que es una mujer de estas instituciones masculinas y desarrollar sus propias ideas. Las reivindicaciones del derecho a auto-definir el «género», una vez más atan el ser mujer al poder de los varones para definirlo.
La mayor tarea de la teoría feminista era liberar a la mujer del peso de las definiciones y de las teorías de los hombres. Las feministas desarrollaron lo que se llamó «teoría del punto de vista feminista» para describir una nueva forma de conocimiento sobre las mujeres, formado por la experiencia de las mujeres como grupo oprimido y perfeccionado mediante la lucha y el proceso colectivo. La base misma del feminismo es esta declaración de independencia, el rechazo del «conocimiento» de los varones acerca de las mujeres y el favorecimiento de nuestro propio conocimiento.
Las ideas de los varones sobre lo que son las mujeres se han formado a partir de su posición de casta dominante, y han asignado a las mujeres las características que más beneficiarían a sus amos, además de justificar el dominio de los varones sobre ellas. Estas no representan «la verdad» pero han sido publicitadas como si lo hicieran, con el respaldo de la ciencia y las visiones patriarcales de la biología. Es increíble, por tanto, que los puntos de vista de los varones sobre lo que son las mujeres, en forma de ideología transgénero, hayan tenido algún tipo de adherencia en cualquier rama de la teoría y feminismo.»
«Cuando un hombre es travestido por la fuerza, o es capaz de imaginarse a sí mismo como mujer, experimenta la deliciosa emoción de sentirse vulnerable, privado del estatus superior de hombría y degradado al estatus subordinado de la feminidad. Es una emoción derivada de la jerarquía de género, el sistema de castas de la dominación masculina y la subordinación de las mujeres, y no podría ser concebible fuera de este contexto.
Las ropa de las mujeres no se busca porque sea más bonita o más agradable, sino por su significado simbólico. Es improbable que esta compresión de la práctica masculina del travestismo y de los impulsos transexuales que pueden resultar de ella, confluya con la aprobación de las mujeres, para quienes ser femenina es un aspecto a menudo arduo y pesado de su modesta condición, más que una fuente de orgasmos. Quizá por esta razón, la teoría de la esencia femenina, la idea de un «género» erróneo, es mucho más aceptable que la erotización de la subordinación de las mujeres por parte de los varones.»
«Liberacionistas gays y feministas, en la década de los 70, dieron explicaciones de por qué la homosexualidad masculina se había asociado con la feminidad y el lesbianismo con la masculinidad, no solo en la medicina, sino también por parte de los propios homosexuales. Argumentaban que, en las sociedades supremacistas masculinas, la heterosexualidad se imponía a través de la censura del comportamiento sexual entre personas del mismo sexo. La masculinidad estaba -y está- tan fuertemente correlacionada con el sexo masculino y agresivo del pene en la vagina que la desviación de esta norma, hasta el punto de tener relaciones con personas del mismo sexo, era considerada poco masculina y, por tanto, una representación de la feminidad. De la misma forma, se veía como poco femeninas a las mujeres que hacían el amor con otras mujeres, porque este era un rol masculino y se consideraba que las lesbianas encarnaban una forma de masculinidad. Estos mensajes fueron lo suficientemente fuertes como para influir en cómo pensaban sobre sí mismas/os las personas que amaban a las de su mismo sexo.»
«La afirmación de que la explicación para el transgenerismo es que exista una esencia de género impide cualquier exploración de la historia o la construcción de esta práctica. Este tipo de investigación se representa como «transfóbica» y ha encontrado resistencia. La idea de que el «género» está considerablemente separado de la «sexualidad» y tiene una lógica y esencia propias se afirma habitualmente en las teorías queer y transgénero, y esto impide efectivamente que se exprese o analice la historia del odio a la homosexualidad en la construcción del transgenerismo. La lección que la bibliografía crítica lésbica, gay y feminista aporta a la compresión del transgenerismo es que su construcción sirve a la agenda política para apuntalar la heterosexualidad y mantener una ciudadanía correctamente diferenciada por género.»
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«La teoría y la práctica transgénero contradicen las bases mismas del feminismo, ya que el feminismo es un movimiento político basado en las experiencias de las personas que son mujeres, nacidas hembras y criadas en la casta sexual de las hembras. En la última década ha habido una campaña considerable, principalmente llevada a acabo por varones que se identifican como transgénero, para establecer que ellos son feministas y que su práctica no solamente es compatible con el feminismo, sino que incluso ejemplifica sus objetivos propios.
Esta campaña ha tenido cierto éxito al ser aceptada por partes del movimiento feminista y el feminismo académico, porque resuena con las teorías queer y postestructuralistas, que han aplastado las nociones feministas sobre el «género». Esta aceptación ha hecho parecer razonable la idea de que los varones pueden ser tanto mujeres como lesbianas, y que algunas mujeres que transicionan de género y que eran previamente lesbianas en realidad eran «hombres».
«Hace cuarenta años, las pensadoras y activistas feministas radicales eran muy claras en su opinión de que las personas nacidas biológicamente varones y criadas como tal que habían buscado reconocimiento como mujeres en el movimiento de liberación de las mujeres habían llevado a cabo una forma de «colonialismo» y debían ser expulsadas. Se entendía que los varones eran miembros de la casta opresiva sexual que se beneficiaba de la subordinación de las mujeres.»
«Las activistas transgénero como Serano han desarrollado un nuevo vocabulario para hacer avanzar su agenda política. Uno de esos nuevos términos es «cis», que ellos aplican a todas aquellas personas que no están infelices con su «género». En la práctica, el término «cis» crea dos tipos de mujeres, aquellas con cuerpos femeninos, que son etiquetadas como «cisgénero», y aquellos con cuerpos de varón, las «mujeres trans». Las mujeres, aquellas nacidas hembra y criadas como mujeres, de esta forma sufren una pérdida de estatus al ser relegadas a ser solamente un tipo de mujer, y sus voces deben competir en el campo de juego con la otra variedad, los varones que transicionan.
En esta ideología todo el mundo tiene un género, y aquellas personas que tienen un «género» que encaja con sus «cuerpos biológicos» tienen «crisprivilegios», que les dan ventajas respecto a las transgénero, que no se sienten cómodas con lo que Serano llama su género «de nacimiento». Las personas transgénero, dice él, están oprimidos por las mujeres cis, que no reconocen sus privilegios y no buscan trabajar su culpa a través del apoyo a las demandas y necesidades de las oprimidas personas transgénero, que están más oprimidas que las mujeres.
Las personas cis, es decir, las mujeres, son frecuentemente culpables de «cissexismo, que es la creencia de que los géneros identificados como transexuales son inferiores o menos auténticos que los cissexuales, es decir, los géneros de las personas que no son transexuales y que solo han experimentado la alienación de sus sexos subconscientes y físicos».»
«Las teóricas feministas radicales no buscan convertir el género en algo más flexible, sino eliminarlo. Son abolicionistas de género, y entienden que el género proporciona el marco y la justificación para la dominación masculina. En la visión feminista radical, la masculinidad es el comportamiento de la clase dominante de los hombres y la feminidad es el comportamiento de la clase subordinada de las mujeres. De este modo, el género no tiene espacio en el futuro igualitario que el feminismo aspira a crear.
En la visión predominante de la teoría queer, sin embargo, el género es algo «con lo que jugar». En esta interpretación queer, el género es «transgresor» cuando lo adoptan personas de un determinado sexo biológico de las cuales se esperaría que mostrasen características distintas. Sin embargo, no hay una manera de salir del género; puede cambiarse, pero en esta formulación no puede ser abolido. De esta forma, la teoría queer se adaptó a los tiempos socialmente conservadores de los 90 cuando se olvidó la idea de transformación social y se etiquetaron como divertidas y rebeldes diversas formas de hacer cabriolas alienadas con el sistema.
La teoría queer, en cuanto al género, en lugar de ser progresista, quizás debería verse como coqueta, ya que flirtea con la dominación masculina y reproduce sus contorsiones. Atrae a lesbianas y gays hacia los estereotipos y roles sexuales de antaño que los movimientos más progresistas -la liberación gay y el feminismo lésbico- trataron de demoler.»
«Los efectos del tratamiento con fármacos y las cirugías sexuales que constituyen la transición de niñas y niños son de tal naturaleza que dañan sus derechos reproductivos, así como su integridad corporal y su futura salud, y por lo tanto pueden considerarse como una forma particularmente dañina de abuso hacia niñas y niños. Hay algunas diferencias entre la esterilización que forma parte de la práctica de transicionar de género a niñas/os en la actualidad y las cirugías sexuales del período eugenésico anterior.
Las cirugías sexuales eugenésicas estaban enfocadas a la esterilización, más que tener como un efecto secundario la esterlización. Pero tenían otros fines también, como prevenir la masturbación o los comportamientos criminales, que se asemejan a los fines del transgenerismo de eliminar comportamientos inaceptables, en este caso la no conformidad de género.
Además, en el primer periodo, la esterilización normalmente se llevaba a cabo sin consentimiento, mientras que la esterilización llevada a cabo como parte del tratamiento para el trastorno de identidad de género hoy en día se suele ver como un efecto secundario desafortunado de un proceso deseado.»
«La creación del derecho a la «identidad de género» crea un «choque entre derechos» en el que los derechos exigidos por un grupo de personas pueden poner en peligro los derechos de otro grupo. En un choque entre derechos hay que decidir si el grupo que demanda derechos que comprometen los derechos de otro grupo tiene cabida en la normativa de derechos humanos. Un ejemplo de choque entre derechos es el de los/as activistas por el matrimonio gay contra promotores del derecho a la religión. Este tipo de choques tiene que ver con ideologías, donde el éxito en la demanda de derechos de un grupo restringiría los derechos buscados por el otro, en este caso, al matrimonio y a la «vida familiar». Sin embargo, en el caso de la campaña por el derecho a la identidad de género, el desafío es aún más problemático y notorio.
Los principales demandantes son de la casta sexual de los hombres, la casta dominante, cuyos miembros son responsables, por ejemplo, de la violación de los derechos de las mujeres a vivir libres de violencia y de amenazas de muerte, a vivir con libertad de movimiento y expresión, libres de discriminación. Además, los demandantes en este caso no solo afirman que están siendo desfavorecidos en sí mismos, sino que en realidad son físicamente miembros de la casta sexual femenina, mujeres, así como en la demanda de los transgéneros de cuerpo masculino de que deberían poder entrar en espacios, como los baños, reservados para mujeres.»
«Supone un serio revés para el camino hacia la igualdad de las mujeres cuando los estados protegen el «género» en su legislación y proclaman que los derechos de los varones a hacerse pasar por mujeres son «derechos humanos». Esto hace que el «género», el mecanismo que ordena el sistema de castas sexuales, sea una cuestión de estado. Se le concede peso y validez a la apariencia y a los manerismos del género, que representan una forma socialmente construida y temporal de separar a las personas en dominantes y sumisas en una jerarquía.
La crítica al reconocimiento estatal de este mecanismo de desigualdad puede ser considerada como ilegítima y «transfóbica». Asimismo, el reconocimiento de los «derechos de género», de forma que se permita a los varones entrar en los espacios de las mujeres y afirmar que son «mujeres», genera un grave conflicto de derechos. Subordina los derechos a la dignidad, la seguridad y la privacidad de las mujeres, las personas del sexo femenino, a los derechos de (en su mayoría) hombres que eligen expresar una «identidad de género», un estado mental.»
SINOPSIS: «El género daña», de Sheila Jeffreys.
«Examina minuciosamente todos los daños derivados de la práctica y política del transgenerismo. El daño del género no sólo afecta a mujeres y hombres que transicionan, sino también a niñas y niños, a las parejas de aquellas/os que son transicionadas/os, a otras mujeres cercanas como sus madres, a los espacios exclusivamente de mujeres y a las leyes promovidas desde el feminismo. Hasta el momento, esta obra sigue conformando el análisis más actualizado y exhaustivo desde un punto de vista radical en español, y proporciona información que continúa siendo clave para entender esta nueva amenaza al feminismo: la ideología y las políticas trans.»
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