Gerda Lerner. La creación del patriarcado.

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«Las experiencias de grupos anteriormente subordinados, tales como los campesinos, los esclavos, los proletarios, han entrado a formar parte del registro histórico en cuanto han ascendido a puestos de poder o se les ha incluido en política. Es decir, las experiencias de los varones de esos grupos; las mujeres se encontraban, como siempre, excluidas. Lo cierto es que hombres y mujeres han sido excluidos y discriminados a causa de su clase. Pero ningún varón ha sido excluido del registro histórico en razón de su sexo y en cambio todas las mujeres lo fueron. Se ha impedido que las mujeres contribuyeran a escribir la Historia, es decir, al ordenamiento e interpretación del pasado de la humanidad. Como este proceso de dar sentido resulta esencial para la creación y perpetuación de la civilización, inmediatamente podemos ver que la marginación de las mujeres en este esfuerzo nos sitúa en un lugar único y aparte. Las mujeres somos mayoría y en cambio estamos estructuradas en las instituciones sociales como si fuésemos una minoría.»


«Los tradicionalistas pretenden que las mujeres continúen en los mismos papeles y ocupaciones que eran operativos y necesarios para la especie en el neolítico. Aceptan los cambios culturales gracias a los cuales los varones se han liberado de las necesidades biológicas. Suplir el esfuerzo físico por el trabajo de las máquinas es progreso; solo las mujeres están, en su opinión, destinadas para siempre al servicio de la especie a causa de su biología. Decir que de todas las actividades humanas, tan solo el que las mujeres cuiden de los hijos es inmutable y eterno es, en verdad, relegar la mitad de la raza humana a un estado inferior de existencia, a la naturaleza y no a la cultura.»


«Las experiencias de grupos anteriormente subordinados, tales como los campesinos, los esclavos, los proletarios, han entrado a formar parte del registro histórico en cuanto han ascendido a puestos de poder o se les ha incluido en política. Es decir, las experiencias de los varones de esos grupos; las mujeres se encontraban, como siempre, excluidas. Lo cierto es que hombres y mujeres han sido excluidos y discriminados a causa de su clase. Pero ningún varón ha sido excluido del registro histórico en razón de su sexo y en cambio todas las mujeres lo fueron.

Se ha impedido que las mujeres contribuyeran a escribir la Historia, es decir, al ordenamiento e interpretación del pasado de la humanidad. Como este proceso de dar sentido resulta esencial para la creación y perpetuación de la civilización, inmediatamente podemos ver que la marginación de las mujeres en este esfuerzo nos sitúa en un lugar único y aparte. Las mujeres somos mayoría y en cambio estamos estructuradas en las instituciones sociales como si fuésemos una minoría.»


«Los tradicionalistas pretenden que las mujeres continúen en los mismos papeles y ocupaciones que eran operativos y necesarios para la especie en el neolítico. Aceptan los cambios culturales gracias a los cuales los varones se han liberado de las necesidades biológicas. Suplir el esfuerzo físico por el trabajo de las máquinas es progreso; solo las mujeres están, en su opinión, destinadas para siempre al servicio de la especie a causa de su biología. Decir que de todas las actividades humanas, tan solo el que las mujeres cuiden de los hijos es inmutable y eterno es, en verdad, relegar la mitad de la raza humana a un estado inferior de existencia, a la naturaleza y no a la cultura.»

«Muchas feministas sostienen que las interpretaciones culturales han exagerado enormemente el escaso número de diferencias reales que hay entre los sexos, y que el valor dado a las diferencias sexuales es de por sí un producto cultural. Los atributos sexuales son una realidad biológica, pero el género es un producto del proceso histórico. El hecho de que las mujeres tengan hijos responde al sexo; que las mujeres los críen se debe al género, una construcción cultural. El género ha sido el principal responsable de que se asignara un lugar determinado a las mujeres en la sociedad.»


«Hay que advertir también que en todas las sociedades cazadoras y recolectoras las mujeres, no importa cual sea su estatus social y económico, están siempre en algún aspecto subordinadas a los hombres. No existe ni una sola sociedad que conozcamos donde el colectivo femenino tenga el poder de adoptar decisiones sobre los hombres o donde las mujeres marquen las normas de conducta sexual o controlen los intercambios matrimoniales.»


«Quienes definen el matriarcado como una sociedad donde las mujeres dominan a los hombres, una especie de inversión del patriarcado, no pueden recurrir a datos antropológicos, etnológicos o históricos. Basan su defensa en evidencias extraídas de la mitología y la religión. Otros llaman matriarcado a cualquier tipo de organización social en que las mujeres tengan poder sobre algún aspecto de la vida pública. Aún hay otros que incluyen cualquier sociedad en la que las mujeres tengan un estatus relativamente alto. La última definición es tan vaga que no tiene sentido como categoría. 

Creo de veras que solo puede hablarse de matriarcado cuando las mujeres tienen un poder sobre los hombres y no a su lado, cuando ese poder incluye la esfera pública y las relaciones con el exterior, y cuando las mujeres toman decisiones importantes no solo dentro de su grupo de parentesco sino también en el de su comunidad. Continuando la línea de mi anterior exposición, dicho poder debería incluir el poder para definir los valores y sistemas explicativos de la sociedad y el poder de definir y controlar el comportamiento sexual de los hombres. Podrá observarse que estoy definiendo el matriarcado como un reflejo del patriarcado. Partiendo de esta definición, he de terminar por decir que nunca ha existido una sociedad matriarcal.»


«La sexualidad y el potencial reproductivo de las mujeres se convirtieron en una mercancía de intercambio o para ser adquirida, al servicio de las familias; por tanto, se concibió a las mujeres como un grupo con una autonomía menor que los hombres. En algunas sociedades, como en China, las mujeres eran intrusas en sus grupos de parentesco. Mientras que los hombres «eran de» una unidad doméstica o linaje, las mujeres «pertenecían a» los varones que habían adquirido unos derechos sobre ellas. En la mayoría de las sociedades las mujeres son más susceptibles de convertirse en seres marginados que los hombres. Una vez privadas de la protección del varón, debido a su fallecimiento, a la separación o por no ser ya deseable como pareja sexual, las mujeres quedan marginadas.» 


«Factores biológicos y culturales predispusieron a los hombres a esclavizar a las mujeres antes de haber aprendido cómo esclavizar a otros hombres. El terror y la coacción física, ingredientes esenciales en el proceso de transformar personas libres en esclavos, adoptaron en el caso femenino la forma de la violación. Se las sometía físicamente por medio de la violación; una vez embarazadas quedarían psicológicamente ligadas a sus amos. De ello derivó la institucionalización del concubinato, que pasó a ser el instrumento social gracias al cual se integraba a las cautivas dentro de las casas de sus apresadores a los que, de este modo, aseguraban no solo sus leales servicios, sino también los de su descendencia.»


«Así pues, desde sus primeros inicios, la esclavitud ha tenido un significado diferente para hombres y mujeres. Tanto unos como otras, una vez reducidos a la esclavitud, se encontraban totalmente subordinados al poder de otro; perdían su autonomía y su honor. Esclavos y esclavas tenían que realizar un trabajo no remunerado y prestar a menudo servicios personales a sus amos. Pero para las mujeres la esclavitud inevitablemente suponía tener que prestar también servicios sexuales a sus amos o a aquellos que sus amos designaran en su lugar.

En sistemas esclavistas muy desarrollados hay, cómo no, numerosos ejemplos de esclavos varones cuyos amos o amas usan o abusan sexualmente, pero son una excepción. Para las mujeres, la explotación sexual señalaba la verdadera definición de esclavitud, lo que no les sucedía a los hombres. Asimismo, desde el comienzo del periodo de desarrollo de clases hasta el presente, el dominio sexual que los varones de clase alta ejercen sobre las mujeres de clase baja ha sido la verdadera marca de la opresión de clase sobre ellas. Es obvio que la opresión de clases nunca podrá entenderse igual para hombres y mujeres.

Del mismo modo que la subordinación de las mujeres por parte de los hombres proporcionó el modelo conceptual para la creación de la esclavitud como institución, la familiar patriarcal proporcionó el modelo estructural.»


«En las civilizaciones antiguas, al igual que en la historia posterior, coexistían formas diversas de dependencia y de pérdida de libertad. Indudablemente, las relaciones familiares patriarcales, el concubinato y la esclavización de extranjeros coexistieron en Babilonia, China, Egipto y en otros lugares. Pero es lógico que tardara cierto tiempo en desarrollarse y evolucionar el concepto de jerarquía e imposición de la falta de libertad y finalmente la idea de ausencia perpetua de libertad representada por el estatus de esclavo permanente. En períodos posteriores de la historia, pasarían varios siglos antes que el concepto de libertad evolucionara como un derecho inalienable a cualquier se humano.»


«En una sociedad, donde la propiedad de tierras y rebaños significaba un estatus elevado, el objeto del matrimonio era la perpetuación de la línea familiar a través de los hijos. El intercambio de presentes entre dos familias acomodadas con el casamiento de sus hijos reforzaba las obligaciones mutuas entre amabas y aseguraba el paso de la propiedad a los varones de la familia. La razón de que se diera la dote solo después de haberse consumado el matrimonio es que, únicamente después que la esposa hubiera demostrado que era verdaderamente (o potencialmente) capaz de tener hijos, se había cumplido el propósito inicial del contrato. Solo entonces la esposa, en tanto que individuo, podía tener ciertos derechos económicos o sociales.

Pero la disposición de que su dote había de pasar a sus hijos significaba también que los chicos pertenecían a la familia del padre y que transmitirían la propiedad de esta. Se valoraba principalmente a las mujeres en su papel de procreadoras, y se institucionalizó su dependencia de un hombre para toda la vida.»


«Para las mujeres de clase baja, sin embargo, el matrimonio equivalía a esclavitud doméstica. En la ley mesopotámica y, aún más en la ley hebraica, se hacían distinciones progresivas entre las primeras esposas (clase alta) y las concubinas (clase baja). Todas las mujeres se encuentran dominadas y controladas sexualmente, pero el grado de pérdida de libertad varía según su clase.»


«La completa dependencia de las mujeres de sus padres y maridos quedó tan regulada en las leyes y costumbres que acabó considerándosela «natural» y de procedencia divina. En el caso de las mujeres de clase baja, su potencia como mano de obra era útil a sus familias o a quienes disponían de los servicios de su familia. Sus capacidades sexuales y reproductivas se convirtieron en una mercancía, se intercambiaron, arrendaron y vendieron en interés de los varones de la familia. Tradicionalmente se ha impedido a las mujeres de cualquier clase participar en el ejército y, a finales del primer milenio a.C., se las excluyó de la educación formal cuando esta fue institucionalizada.»


«A los seres humanos les preocupa sobre todo la inmortalidad. El deseo de sobrevivir a la propia muerte ha sido la fuerza más importante que ha impelido a los seres humanos a codificar el pasado y conservarlo. La elaboración de la Historia es el proceso por el cual los seres humanos registran, interpretan y reinterpretan el pasado para transmitirlo a las generaciones venideras. Ello solo fue posible después que las personas aprendieran a manejar los símbolos.»


«Para cuando los hombres comenzaron a ordenar simbólicamente el universo y las relaciones entre los humanos y Dios dentro de grandes sistemas explicativos, la subordinación femenina estaba tan completamente aceptada que tanto a hombres como a mujeres les parecía «natural». A consecuencia de este desarrollo histórico, las principales metáforas y símbolos de la civilización occidental incorporarían el presupuesto de la subordinación femenina y de su inferioridad. Con las figuras de Eva caída de la Biblia y la de mujer, un varón mutilado, de Aristóteles, presenciamos el surgimiento de dos construcciones simbólicas que sostienen y dan por sentada la existencia de dos clases de seres humanos, el varón y la mujer, con una esencia, una función y un potencial diferentes. 

Esta construcción metafórica, la «mujer inferior y no del todo completa», se introduce en cualquier gran sistema explicativo hasta cobrar el vigor y la fuerza de una verdad. Bajo el presupuesto no verificado de que este estereotipo representaba la realidad, las instituciones denegaron a las mujeres la igualdad de derechos y el acceso a privilegios, quedó justificada la privación de la educación y, dada la santidad de la tradición y de la dominación patriarcal durante milenios, pareció algo justo y natural. Para la sociedad organizada patriarcalmente esta construcción simbólica fue el ingrediente básico en el orden y la estructura de la civilización.»


«La sexualidad de las mujeres, es decir, sus capacidades y servicios sexuales y reproductivos, se convirtió en una mercancía antes incluso de la creación de la civilización occidental. El desarrollo de la agricultura durante el período neolítico impulsó el «intercambio de mujeres» entre tribus, no solo como una manera de evitar las guerras incesantes mediante la consolidación de alianzas matrimoniales, sino también porque las sociedades con más mujeres podían producir más niños.

A diferencia de las necesidades económicas en las sociedades cazadoras y recolectoras, los agricultores podían emplear mano de obra infantil para incrementar la producción y acumular excedentes. El colectivo masculino tenía unos derechos sobre las mujeres que el colectivo femenino no tenía sobre los hombres. Las mismas mujeres se convirtieron en un recurso que los hombres adquirían igual que se adueñaban de las tierras. Las mujeres eran intercambiadas o compradas en matrimonio en provecho de su familia; más tarde se las conquistaría o compraría como esclavas, con lo que las prestaciones sexuales entrarían a formar parte de su trabajo y sus hijos serían propiedad de sus amos. 

En cualquier sociedad conocida, los primeros esclavos fueron las mujeres de grupos conquistados, mientras que a los varones se les mataba. Solo después que los hombres hubieran aprendido a esclavizar a las mujeres de grupos catalogados como extraños supieron cómo reducir a la esclavitud a los hombres de esos grupos y, posteriormente, a los subordinados de su propia sociedad.»


«Claude Lévi-Strauss, a quien debemos el concepto de «el intercambio de mujeres», habla de la cosificación de las mujeres que se produjo a consecuencia de lo primero. Pero lo que se cosifica y lo que se convierte en una mercancía no son las mujeres. Lo que se trata así es su sexualidad y su capacidad reproductiva. La distinción es importante. Las mujeres nunca se convirtieron en «cosas» ni se las veía de esa manera. Las mujeres, y no importa cuán explotadas o cuánto se haya abusado de ellas, conservaban su poder de actuación y de elección en el mismo grado, aunque más limitado, que los hombres de su grupo. Pero ellas, desde siempre y hasta nuestros días, tuvieron menos libertad que los hombres.

Puesto que su sexualidad, uno de los aspectos de su cuerpo, estaba controlada por otros, las mujeres, además de estar en desventaja física, eran reprimidas psicológicamente de una manera muy especial. Para ellas, al igual que para los hombres de grupos subordinados y oprimidos, la historia consistió en la lucha por la emancipación y en la liberación de la situación de necesidad. Pero las mujeres lucharon contra otras formas de opresión y dominación distintas que las de los hombres y su lucha, hasta la actualidad, ha quedado por detrás de ellos.»


«Desde sus inicios en la esclavitud, la dominación de clases adoptó formas distintas en los hombres y las mujeres esclavizados: los hombres eran explotados principalmente como trabajadores; las mujeres fueron siempre explotadas como trabajadoras, como prestadoras de servicios sexuales y como reproductoras. Los testimonios históricos de cualquier sociedad esclavista nos aportan pruebas de esta generalización. Se puede observar la explotación sexual de las mujeres de clase inferior por hombres de clase alta en la Antigüedad, durante el feudalismo, en las familias burguesas de los siglos XIX y XX en Europa y en las complejas relaciones de sexo/raza entre las mujeres de los países colonizados y los colonizadores: es universal y penetra hasta lo más hondo. La explotación sexual es la verdadera marca de la explotación de clase en las mujeres.»


«El sistema patriarcal solo puede funcionar gracias a la cooperación de las mujeres. Esta cooperación le viene avalada de varias maneras: la inculcación de los géneros; la privación de la enseñanza; la prohibición a las mujeres a que conozcan su propia historia; la división entre ellas al definir la «respetabilidad» a partir de sus actividades sexuales; mediante la represión y la coerción total; por medio de la discriminación en el acceso a los recursos económicos y el poder político; y al recompensar con privilegios de clase a las mujeres que se conforman.»


«En la familia patriarcal, las responsabilidades y las obligaciones no están distribuidas por un igual entre aquellos a quienes se protege: la subordinación de los hijos varones a la dominación paterna es temporal; dura hasta que ellos mismos pasan a ser cabezas de familia. La subordinación de las hijas y de la esposa es para toda la vida. Las hijas únicamente podrán escapar a ella si se convierten en esposas bajo el dominio/la protección de otro hombre. La base del paternalismo es un contrato de intercambio no consignado por escrito: soporte económico y protección que da el varón a cambio de la subordinación en cualquier aspecto, los servicios sexuales y el trabajo doméstico no remunerado de la mujer. Con frecuencia. la relación continúa, de hecho y por derecho, incluso cuando la parte masculina ha incumplido sus obligaciones.»


«Las mujeres han participado durante milenios en el proceso de su propia subordinación porque se las ha moldeado psicológicamente para que interioricen la idea de su propia inferioridad. La ignorancia de su misma historia de luchas y logros ha sido una de las principales formas de mantenerlas subordinadas.

La estrecha conexión de las mujeres con las estructuras familiares hizo que cualquier intento de solidaridad femenina y cohesión de grupo resultara extremadamente problemático. Toda mujer estaba vinculada a los parientes masculinos de su familia de origen a través de unos lazos que conllevaban unas obligaciones específicas. Su adoctrinamiento, desde la primera infancia en adelante, subrayaba sus obligaciones no solo de hacer una contribución económica a sus parientes y allegados, sino también de aceptar un compañero para casarse acorde con los interese familiares. Otra manera de explicarlo es decir que el control sexual de la mujer estaba ligado a la protección paternalista y que, en las diferentes etapas de su vida, ella cambiaba de protectores masculinos sin superar nunca la etapa infantil de estar subordinada y protegida.»


«Al hacer que el término «hombre» incluya el de «mujer» y de este modo se arrogue la representación de la humanidad, los hombres han dado origen en su pensamiento a un error conceptual de vastas proporciones. Al tomar la mitad por el todo, no solo han perdido la esencia de lo que estaban describiendo, sino que lo han distorsionado de tal manera que no pueden verlo con corrección. Mientras los hombres creyeron que la tierra era plana no pudieron entender su realidad, su función y la verdadera relación con los otros cuerpos celestes. Mientras los hombres crean que sus experiencias, su punto de vista y sus ideas representan toda la experiencia y todo el pensamiento humanos, no solo serán incapaces de definir correctamente lo abstracto, sino que no podrán ver la realidad tal y como es.»


«Por qué no ha habido mujeres creadoras de sistemas? Porque no se puede pensar en lo universal cuando ya se está excluida de lo genérico. Nunca se ha reconocido el coste social de la exclusión femenina de la empresa de crear el pensamiento abstracto. Podemos empezar a calcular lo que ha supuesto a las pensadoras si damos el nombre exacto a lo que se nos ha hecho y describimos, no importa lo doloroso que resulte, cómo hemos participado en dicha empresa. Hace tiempo que sabemos que la violación ha sido una forma de aterrorizarnos y mantenernos sujetas. Ahora sabemos también que hemos participado, aunque fuera inconscientemente, en la violación de nuestras mentes.»


«El pensamiento revolucionario ha estado siempre basado en conceder un valor más alto a la experiencia de los oprimidos. El campesino tuvo que aprender a creerse la importancia de su experiencia vital antes de que pudiera atreverse a desafiar a los señores feudales. El obrero industrial ha tenido que llegar a una «conciencia de clase» y los negros a una «conciencia racial» antes que la liberación pudiera concretarse en una teoría revolucionaria. Los oprimidos han actuado y aprendido al mismo tiempo: el proceso de llegar a ser una persona o un grupo recién concienciado es en sí liberador. Lo mismo para las mujeres.»


«Género es la definición cultural del comportamiento que se define como apropiado a cada sexo dentro de una sociedad determinada y en un momento determinado. El género es un conjunto de papeles sociales. Es un disfraz, una máscara, una camisa de fuerza dentro de la cual hombres y mujeres practican una danza desigual. Desgraciadamente, el término se utiliza tanto en el discurso académico como en los medios de comunicación de la misma forma que si se lo pudiera intercambiar con el de «sexo». De hecho, el amplio uso público que recibe probablemente sea debido a que suena un poco más «refinado» que la sencilla palabra «sexo», con sus connotaciones «sucias». Es un empleo desafortunado porque oculta y mistifica la diferencia entre el hecho biológico -el sexo- y la creación cultural -el género-.»

SINOPSIS: «La creación del patriarcado», de Gerda Lerner.

«La discusión en torno al patriarcado no ha dejado de estar presente en la historiografía y en el feminismo en las últimas décadas. Sin embargo, no existe conseso en el pensamiento feminista a la hora de dotar de centralidad al patriarcado en la estructura y organización social capitalista. ¿Hasta qué punto el patriarcado atraviesa el orden actual? ¿En torno a qué parámetros se produjo esta institucionalización, que comenzó en la familia y se extendió al resto de la sociedad? Gerda Lerner realiza un acercamiento a la Antigua Mesopotamia a través de fuentes primarias. Deja de lado la victimización de las mujeres, así como el mito del matriarcado, para afrontar un análisis que nos lleva a otras preguntas.Consigue, así mismo, dar la centralidad que se suele negar a los discursos históricos a la hora de pensar el momento actual. Por todo esto, La creación del patriarcado es un libro referencial para construir parámetros históricos que nos permitan entender la realidad de manera compleja.»

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