Catharine MacKinnon. Hacia una teoría feminista del Estado.
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«El marxismo y el feminismo ofrecen explicaciones de cómo las disposiciones sociales de disparidad pautada y acumulativa pueden ser internamente racionales y sistemáticas, pero injustas. Ambos son teorías del poder, de sus consecuencias sociales y de su injusta distribución. Ambos son teorías de la desigualdad social. En sociedades desiguales, el género y con él el deseo sexual y las estructuras de las relaciones, igual que el valor y con él la codicia y las formas de propiedad, se consideran presociales, parte del mundo natural, primordiales, mágicos o intrínsecos. Igual que el marxismo expone el valor como creación social, el feminismo expone el deseo como algo socialmente relacional, internamente necesario en órdenes sociales desiguales, pero históricamente contingente. La especificidad del marxismo y del feminismo no es fortuita. Ser privado del control sobre las relaciones laborales en el marxismo o sobre las relaciones sexuales en el feminismo es lo que define la concepción de ausencia de poder per ser en ambas teorías. No pretenden coexistir una junto a la otra con pluralidad, ni garantizar que no se pasarán por alto dos esferas independientes de la vida social, que no se acallarán los intereses de dos grupos distintos ni que no se omitirán las aportaciones de dos conjuntos de variables.
Existen para afirmar, respectivamente, que las relaciones en las que muchos trabajan y pocos ganan, en las que algunos dominan y otros están subordinados, en las que algunos joden y otros son jodidos y en las que todo el mundo sabe lo que significan estas palabras, son el momento esencial de la política.»
«Una teoría es feminista en la medida en que está convencida de que las mujeres han sido injustamente distintas de los hombres por el significado social de su cuerpo. La teoría feminista critica el género como determinante de las oportunidades en la vida y descubre que son las mujeres las que sufren de forma distinta por la distinción entre los sexos.
Comparadas con los hombres, las mujeres carecen de control sobre su destino social, su contribución y sus logros están restringidos e infravalorados, su dignidad frustrada y su seguridad física violada. Se cree que las razones de ello, aunque varían, son predominantemente sociales e injustas. Ver las relaciones existentes entre los sexos como desigualdad social y no basadas en diferencias inherentes es rechazar el dictamen de que tales relaciones expresan lo que podría distinguir a los sexos de modo válido e inmutable.
Aunque hay varias explicaciones de este problema animadas por distintos factores y dinámicas que actúan como determinantes, el feminismo se diferencia por la idea de que el género es un problema, de que lo que existe ahora no es la igualdad entre los sexos.»
«¿Qué es en realidad una mujer? Casi todas las feministas dan por supuesto implícitamente que la femineidad biológica es índice y lazo suficientes de lo que la sociedad cree que es: una mujer es quien vive en un cuerpo femenino. Otros sitúan lo que las mujeres tienen en común dentro de una realidad compartida de tratamiento común como sexo: una mujer es quien ha sido tratada como tal. Algunos definen a la mujer como quien piensa de sí o se identifica como tal. Casi todos consideran que la situación de la mujer es un hecho descriptivo de la desigualdad entre los sexos: ninguna mujer escapa al significado de ser mujer dentro de un sistema social que define a las mujeres por el sexo, y casi todos los sistemas lo hacen.
La diversidad de las mujeres está incluida en esta definición en vez de anularla. Cuando la igualdad y la diferencia han sido suplantadas por un análisis sustantivo de la posición y el interés, la mujer queda definida políticamente: puesto que no hay ninguna mujer que no esté afectada por lo que quiera que sea que crea y destruye a las mujeres como tales, ninguna mujer es ajena a la situación de las mujeres.»
«¿Existe algo que pueda llamarse el punto de vista de las mujeres? ¿Quién habla desde ese punto de vista? ¿Cómo puede emerger válidamente como reflejo del individuo desde una condición que no es valida? ¿Cómo puede identificarse? ¿Cómo distinguirlo del engaño? ¿Cómo puede decirse que algo que piensa una mujer es falso es una teoría que pretende validar la experiencia de todas las mujeres? Si todas las opiniones de las mujeres son válidas, independientemente de su contenido, ¿cómo va a criticar el feminismo su contenido y el proceso de determinación de las mujeres, y mucho menos cambiarlo?
Independientemente del peso o del lugar que se conceda diariamente a la vida o a la perspicacia de las mujeres, la teoría feminista estudia los significados ocultos de lo ordinario y actúa como si la verdad de la condición de las mujeres fuera accesible a la indagación colectiva de las mujeres. La búsqueda de la verdad de la realidad de las mujeres es el proceso de la conciencia; la situación vital de la conciencia, su determinación expresada en las minucias de la existencia diaria, es de lo que la conciencia del feminismo trata de ser consciente.»
«Además del feminismo socialista, las tendencias del feminismo liberal y del feminismo radical dividen casi todas las grandes teorías feministas y sus formas de práctica, confusa y productivamente entremezcladas en una tensión no resuelta. Siempre domina un enfoque y otro los proyectos y las teorías y a los autores; pocos son exclusivamente liberales o exclusivamente radicales. Ambas tendencias responden a la desigualdad entre los sexos; solo tienen concepciones distintas de cuál es el problema, y difieren en su explicación de la fuente, dinámicas, y lugar en la sociedad de dicho problema: qué es el sexo, cómo se crea, cómo se moldea y se vive socialmente. También difieren en su explicación de qué es lo malo en la desigualada de los sexos, cómo daña y qué hay que hacer para cambiarlo.»
«El feminismo liberal toma al individuo como unidad propia del análisis y como medida de la capacidad de destrucción del sexismo. Para el feminismo radical, aunque mantiene a la persona en su perspectiva, la piedra de toque del análisis y del atropello es el «grupo colectivo al que se llama mujeres». La diferencia es de acento, pero un acento que lo es todo.
¿Qué clase de colectividad son las mujeres? El feminismo liberal extrae a todas las mujeres de cada mujer. El feminismo radical ve a todas las mujeres en cada mujer. En el liberalismo, las mujeres son un conjunto, un nombre plural. En el radicalismo, las mujeres son un todo colectivo, un nombre singular, y sus diversos elementos son parte de su comunidad. El hecho de que un individuo pudiera ser interpretado desde un punto de vista social es un atropello y una injuria en el liberalismo; el feminismo liberal aplica esta crítica a las mujeres. En la teoría radical, el hecho de la interpretación social del individuo se acepta e incluso se adopta. Su contenido -en lo que se convierte la persona o quién se le permite o se le impide ser- es lo que se critica.»
«Para el feminismo liberal, el problema de la desigualdad entre los sexos es que la ley y la costumbre distribuyen a lo sexos en dos papeles sexuales arbitrarios e irracionales que limitan el potencial humano. Para el feminismo radical, el sexo es una división sistemática del poder social, un principio social inseparable del sexo de los individuos, aplicado en detrimento de las mujeres porque sirve a los intereses de los poderosos, de los hombres.
En la perspectiva radical, el sexismo no es solo una disparidad con la que debe acabarse, sino también un sistema de subordinación que hay que destruir. Las mujeres, entendidas biológicamente, pueden actuar y actúan a favor y en contra de sus intereses, igual que pueden hacerlo los hombres, entendidos biológicamente, pero los intereses en este sistema son distintos según el sexo. En el feminismo radical, la independencia última del sexismo de la biología del sexo, no solo en su fuente, sino también en sus formas repetidas, hace que el análisis tenga una base social intrínseca. El hecho de que el poder del hombre sea sistemático y acumulativo define lo político del sexo para la teoría feminista radical, en una concepción de la política muy distinta de la del liberalismo.
Para el feminismo liberal, la diferenciación de los sexos define la política sexual, y socavar, desdibujar o cambiar los roles sexuales que se consideran diferencias impuestas la cambian. Para el feminismo radical, la jerarquía sexual define la política sexual. En este sentido, solo puede alterarla una transformación en la ecuación del género (por tanto de la diferencia entre los géneros) y del dominio, una deslegitimación de la dinámica sexual del poder y de la impotencia.
El feminismo radical como teoría es un movimiento de la mente que se plantea las cuestiones básicas de la política: la constitución de la persona en la sociedad; las determinaciones sociales de la situación relativa frente a las determinaciones naturales; la relación entre moralidad, justicia y poder; el significado y la posibilidad de la acción de la voluntad; el papel del pensamiento y del teórico en la política; la naturaleza del poder y su distribución; la naturaleza de la comunidad; la definición de lo político propiamente dicho. Incluidos en dos concepciones de los significados de «lo personal» y «lo político» se encuentran los significados de su convergencia.»
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«Definir a la mujer a través de la situación de clase de su hombre es aceptar como base del análisis algo que debe cuestionarse en relación con los determinantes del poder y de la impotencia de las mujeres. Por último, el feminismo encuentra a las mujeres oprimidas como sexo, de lo cual es expresión la explotación económica. Es difícil creer que un salario para el trabajo doméstico terminaría con la idea de la mujer como objeto sexual o eliminaría la violencia contra ella, por ejemplo: tanto las mujeres que gozan de independencia económica como las de clase media sufren abusos sexuales. El análisis «salario para el trabajo doméstico» muestra cómo las mujeres están oprimidas por el capital, algo que en ocasiones parece una maniobra sospechosa para llegar a la conclusión de que están oprimidas por los hombres, puede que a través del capital, pero al fin y al cabo son los hombres.»
«El análisis de que lo personal es político nació de la concienciación. Tiene cuatro facetas interconectadas. Primera, las mujeres como grupo están dominadas por los hombres como grupo, y por tanto como individuos. Segunda, las mujeres están subordinadas en la sociedad no por su naturaleza personal ni por su biología. Tercera, la división de los sexos, que incluye la división sexual en el trabajo que mantiene a las mujeres en los puestos de tacones altos y categorías bajas, invade y determina incluso los sentimientos personales en las relaciones de las mujeres. Cuarta, puesto que los problemas de una mujer no son suyos individualmente, sino que son los de las mujeres en conjunto, no pueden resolverse si no es como conjunto. En este análisis del sexo como característica antinatural de la división del poder en la sociedad, lo personal se convierte en político.»
«Las teorías del conocimiento adecuado son las epistemologías. Una epistemología es la historia de una relación entre quien conoce y lo conocido. En la historia del pensamiento, esta relación se ha presentado en distintos momentos como relación entre sujeto y objeto, valor y hecho, fenómenos y nóumenos, mente y materia, mundo y representación, texto o prueba e interpretación, además de otras polaridades y antinomias. El objetivo de tales distinciones es lograr una explicación de cómo se conecta el hecho de conocer con lo que se pretende conocer. Uno de sus objetivos ha sido establecer una explicación autorizada de lo real para exponer errores y engaños de forma concluyente y aceptada. La meta es establecer el mundo del entendimiento.
La ciencia, por ejemplo, busca la certidumbre empírica sobre la opinión, la ficción, el engaño o la fe. Todos los enfoques del conocimiento crean formas con las que decir si es real lo que uno piensa que es real. Esta conexión encarna lo que se denomina metodología, y la adherencia a ésta define lo que se denomina racionalidad. Así, el método pone en marcha una forma de adquirir ese conocimiento que una determinada postura epistemológica acepta como real.
La epistemología científica se define en la postura de la «objetividad», cuyo polo opuesto es la subjetividad. Socialmente se considera objetivos a los hombres y subjetivas a las mujeres. La objetividad como postura ante el mundo plantea dos pruebas que debe superar el método: distancia y ausencia de perspectiva. Para percibir la realidad con exactitud, es preciso distanciarse de lo que se mira y no contemplarlo desde un tiempo ni desde un lugar concreto, es decir, hacerlo desde todos los tiempos y todos los lugares simultáneamente. Esta postura define el mundo relevante como aquel que puede ser conocido objetivamente, como aquel que puede ser conocido de esta forma. Una epistemología controla decisivamente no solo la forma de conocer, sino también su contenido al definir cómo avanzar -el proceso de conocer- y limitando lo que merece la pena conocer a lo que puede conocerse de esta forma.»
«Conocer los hechos objetivos no consigue lo que consigue la conciencia. Puede hacerse que las formas de abuso parezcan más convincentes sin que la posibilidad de cambio parezca siquiera un poco más apremiante. Contemplada como realidad objetiva, cuanto más general sea la desigualdad, más está simplemente «ahí». Y cuanto más real parece, más se parece a la verdad.
Como forma de conocer las condiciones sociales, la concienciación, por contraste, muestra a las mujeres su situación de un modo que afirma que pueden actuar para cambiarla. La concienciación socializa el conocimiento de las mujeres. Produce un análisis del mundo de la mujer que no es objetivo en el sentido positivista de ser un reflejo perfecto de la realidad concebida como objeto abstracto: ciertamente no está distanciado ni carece de perspectiva. Es colectivo y crítico. Encarna sentimientos, entendimientos y experiencias compartidas de las mujeres como producto de su condición, siendo crítico ante su situación conjunta. Al hacerlo, crea un marco de referencia para la comunidad que remodela el contenido percibido de la vida social al tiempo que altera las relaciones entre el «yo», el «otro» y el «nosotros».
La concienciación, al socializar el conocimiento de las mujeres, lo transforma creando una realidad compartida que «abre un espacio en el mundo» en el que las mujeres pueden empezar a moverse. Visto como método, este proceso confiere al análisis resultante sus bases y su concreción, su especificidad y su historicidad. La concienciación también puede afirmar que aunque las mujeres están privadas de poder, dentro de la necesidad de ser sumisas existe una forma de poder que poseen, pero que aún no han asumido. En general, las mujeres se someten. Las mujeres aprenden que están definidas en términos de roles subordinados y el no hacer frente a estos roles confirma la supremacía masculina como ésta necesita.»
«Darse cuenta de que las mujeres se reconocen en buena medida en estereotipos sexuales, de que de verdad sienten las necesidades que se les ha animado a sentir, de que de verdad se sienten realizadas de la forma esperada, de que a menudo eligen ciertamente lo que se ha prescrito, hace posible la comprensión de que las mujeres, al mismo tiempo, no se reconocen ese lugar, no lo sienten ni lo han elegido.»
«Una teoría que explique cómo algunas mujeres se hacen críticas no explica por qué otras, que para todos los fines del análisis son idénticas, no lo son. Pero una explicación de por qué muchas mujeres ni siquiera parecen darse cuenta de su opresión, no puede interpretar, si no es como excepción, a aquellas que sí se dan cuenta.
El feminismo, a través de la creación de la conciencia, ha comprendido la totalidad del viaje hacia quien se es finalmente de verdad creciendo como mujer en una sociedad dominada por hombres. Este efecto puede interpretarse como distorsión del yo. No es solo el yo actual el que está entendiéndose, sino el yo que comprende aquello en lo que una se ha convertido como distorsión. En un sentido, es totalmente cierto. En otro sentido, plantea un dilema: comprender la condición de la mujer lleva a la conclusión de que las mujeres están perjudicadas. Si se acepta la realidad de este perjuicio, las mujeres de hecho no son personas completas en el sentido que se permite a los hombres serlo.»
«El marxismo y el feminismo, como críticas de lo real, buscan a un tiempo una justificación de su enfoque de la realidad que difiere del enfoque dominante, y un punto de apoyo para el cambio. ¿Cómo puede ser lo que conocen tan distinto de la versión autorizada y aun así ser cierto? ¿Cómo es posible que su explicación de la forma en que el poder produce perspectiva y realidad sea cierta, cognoscible sin cambio y, sin embargo, capaz de producir un cambio?
En el marxismo y en el feminismo, igual que en otras teorías que critican la organización de la sociedad, el método sirve para situar e identificar el problema que trata cada teoría, la realidad social que da lugar al problema y la forma de resolverlo. Visto de este modo, el trabajo y la sexualidad como conceptos derivan su significado y su primacía de la forma en que cada teoría enfoca, comprende, interpreta y habita su mundo. Existe una relación entre cómo ve una teoría y lo que ve. Sería una distorsión imaginar un método marxista sin clase o un método feminista sin sexo.»
«La teoría como forma de pensamiento está metodológicamente separa tanto de las ilusiones endémicas de la realidad social -la ideología- como de la propia realidad. La realidad es un mundo definido como algo parecido a una cosa, independiente de la teoría y de la ideología. La ideología significa un pensamiento que está socialmente determinado sin ser consciente de sus determinaciones. El pensamiento situado tiene tantas probabilidades de producir una «falsa conciencia» como de acceder a la verdad. La teoría es, por el contrario y por definición, no ideológica. Dado que la ideología es intrínsecamente interesada, la teoría tiene que ser desinteresada para penetrar en las justificaciones y legitimaciones del statu quo.»
«La investigación de los roles sexuales, siguiendo la idea de Simone de Beauvoir de que «no nacemos sino que nos hacemos mujeres», su forma de comprender que la sociedad reduce el lugar cultural de la mujer al orden natural y así elimina la capacidad de la mujer para la libertad, descubrió un elaborado proceso de cómo y qué se aprende para ser una mujer. Se halló que el sexo, más allá de las fronteras culturales, es un rasgo aprendido, una característica aprendida, un estado asignado, con cualidades que varían independientemente de la biología y de la ideología que las atribuye a la naturaleza.
El descubrimiento de que el arquetipo femenino es el estereotipo femenino presentó a la «mujer» como interpretación social. La versión de que ella tiene la sociedad industrial contemporánea es que es dócil, suave, pasiva, nutricia, vulnerable, débil, narcisista, infantil, incompetente, masoquista y doméstica, hecha para cuidar a lo niños, cuidar la casa y cuidar al marido. La adaptación a estos valores invade la educación de las niñas y las imágenes que se arrojan sobre las mujeres para que las emulen.
A las mujeres que se resisten o que fracasan, incluidas las que nunca encajaron -como las mujeres negras y las de clase trabajadora que no pueden sobrevivir si son suaves, débiles e incompetentes, las mujeres que se respetan con convicción, las mujeres con ambiciones en el mundo, entendidas con dimensiones masculinas-, se las consideran menos femeninas, menos mujeres. Las mujeres que se adaptan y lo consiguen son presentadas como modelos, convertidas en símbolo si tienen éxito en términos masculinos o se las presenta en su aceptación de su lugar natural y se las desprecia por haber participado si se quejan.»
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«Desde el punto de vista social, ser mujer significa femineidad, que significa ser atractiva para el hombre, que significa atractivo sexual, que significa disposición sexual entendida en términos masculinos. Lo que define a la mujer como tal es lo que excita a los hombres, y les excita todo lo que es cualquier clase de mujer. Las chicas virtuosas, virginales, son «atractivas» en lo alto de los pedestales de los que hay que bajarlas; las chicas no virtuosas, las putas, son «provocativas», así que se merecen lo que tienen.
La socialización de género es el proceso a través del cual las mujeres llegan a identificarse como tales seres sexuales, como seres que existen para los hombres, concretamente para el uso sexual de los hombres. Es ese proceso por el que las mujeres internalizan (hacen suya) una imagen masculina de su sexualidad como identidad de mujeres, y así la hacen real al mundo.»
«La pornografía se ha considerado una cuestión de libertad para decir y representar lo erótico en oposición a lo obsceno o lo violento. La prostitución se ha entendido como lujuria y degradación mutuas o como intercambio en pie de igualdad de una necesidad sexual por una necesidad económica. El problema de la violación ha sido si la relación era provocada/mutuamente deseada o forzada: ¿era sexo o era violencia? En todas y bajo todas estas cuestiones, la propia sexualidad se ha dividido en esferas paralelas: tradicionalmente, en religión o biología; en la transformación moderna, en moralidad o psicología. Casi nunca en política.
En una perspectiva feminista, la formulación de cada tema, en los términos que acaban de describirse, expresa ideológicamente el mismo interés que el problema que formula expresa concretamente: el interés desde el punto de vista masculino. Las mujeres experimentamos acontecimientos sexuales que estas cuestiones codifican como un todo cohesivo dentro del cual resuena cada uno. El tema que define este todo es la búsqueda masculina de control sobre la sexualidad de la mujer, entendiendo por hombres no individuos ni seres biológicos, sino un grupo de género caracterizado por la masculinidad interpretada socialmente, en el cual esta búsqueda es definitiva.»
«Así pues, la sexualidad es una forma de poder. El género, como interpretación social, lo encarna, y no al contrario. Las mujeres y los hombres están divididos por el género, convertidos en los sexos que conocemos, por los requisitos sociales de su forma dominante, la heterosexualidad, que institucionaliza el dominio sexual masculino y la sumisión sexual femenina. Si esto es cierto, la sexualidad es el eje de la desigualdad entre los géneros.
El feminismo tiene una teoría del poder: la sexualidad es genérica igual que el género está sexualizado. Lo masculino y lo femenino se crean a través de la erotización del domino y la sumisión. La diferencia hombre/mujer y la dinámica dominio/sumisión se definen mutuamente. Éste es el significado social del sexo y la explicación distintivamente feminista de la desigualdad genérica. La objetificación sexual, proceso central de esta dinámica, es a un tiempo epistemológica y política. La teoría feminista del conocimiento es inseparable de la crítica feminista del poder, porque el punto de vista masculino se impone en el mundo como forma de aprehenderlo.
La perspectiva desde el punto de vista masculino impone la definición de la mujer, rodea su cuerpo, limita su expresión y describe su vida. La perspectiva masculina es sistémica y hegemónica. La masculinidad es un concepto social y político, no un atributo biológico, que nada en absoluto tiene que ver con la inherencia, la preexistencia, la naturaleza, la esencia, la inevitabilidad o el cuerpo como tal.»
«El feminismo no parte de la premisa de que no tiene premisas. No aspira a persuadir a un público sin premisas, porque no existe ese público. Su proyecto es descubrir y reclamar como válida la experiencia de las mujeres, cuyo contenido principal es la pérdida de validez de la experiencia de las mujeres. Ello define la tarea del feminismo no solo porque el dominio masculino es tal vez el más omnipresente y tenaz sistema de poder de la historia, sino porque es metafísicamente casi perfecto. Su punto de vista es el patrón para la ausencia de punto de vista, su particularidad el significado de la universalidad. Su fuerza se ejerce como consentimiento, su autoridad como participación, su supremacía como paradigma del orden, su control como definición de la legitimidad.
A la vista de todo esto, el feminismo reclama la voz del silencio de las mujeres, la sexualidad de la desexualización erotizada de las mujeres, la plenitud de la «carencia», la centralidad de la marginalidad y de la exclusión de las mujeres, la naturaleza pública de la intimidad, la presencia de la ausencia de las mujeres. Este enfoque es más complejo que la transgresión, más transformador que la transvaluación, que la negación de la negatividad. No es materialista ni es idealista: es feminista.»
«El principio sustantivo que rige la auténtica política de la vida personal de las mujeres es la omnipresente impotencia ante los hombres, expresada y reconstituida diariamente como sexualidad. Decir que lo personal es lo político significa que el género como división del poder puede descubrirse y verificarse a través de la experiencia íntima de las mujeres de la objetificación sexual, que define y es sinónimo de la vida de la mujer como femenino genérico.
Así, para el feminismo, lo personal es epistemológicamente lo político, y su epistemología es su política. El feminismo, en este sentido, es la teoría del punto de vista de las mujeres.»
«A través de la concienciación, las mujeres comprenden la realidad colectiva de su condición desde dentro de la perspectiva de esa experiencia, no desde fuera. La afirmación de que existe una política sexual y de que es fundamental socialmente se basa en la reclamación del feminismo de la perspectiva de las mujeres, no algo ajeno a ella. Su reclamación de la perspectiva de las mujeres es su reclamación de la verdad. En su explicación propia, el punto de vista de las mujeres contiene una dualidad análoga a la del proletariado marxista: al estar determinado por la realidad que explota la teoría, reclama un acceso especial a esa realidad.
El feminismo no cree que su visión sea subjetiva, parcial ni indeterminada, sino una crítica de la presunta generalidad, carencia de intereses y universalidad de las explicaciones anteriores, que han sido solo en parte acertadas porque han invocado una verdad equivocada por parcial. El feminismo no solo desafía la parcialidad masculina, sino que cuestiona el propio imperativo de universalidad. La ausencia de perspectiva se revela como estrategia de la hegemonía masculina.»
«Una teoría feminista de la sexualidad basada en estos datos sitúa la sexualidad dentro de una teoría de la desigualdad entre los sexos, que significa la jerarquía social de los hombres sobre las mujeres. Para hacer feminista una teoría, no es suficiente que haya sido creada por una mujer, ni que describa la sexualidad femenina como forma distinta (aunque igual) de la sexualidad masculina, o como si la sexualidad de las mujeres existiera ineluctablemente en algún ámbito más allá, debajo, sobre, detrás de un orden social desigual y, en todo caso, fundamentalmente intacta e inmóvil en relación con aquél.
Una teoría de la sexualidad se hace metodológicamente feminista, entendiendo feminista en el sentido postmarxista, en la medida en que trata la sexualidad como interpretación social del poder masculino: definida por los hombres, forzada sobre las mujeres y constituyente del significado del género. Tal enfoque centra el feminismo en la perspectiva de la subordinación de las mujeres a los hombres al identificar el sexo -esto eso, la sexualidad de dominio y de la sumisión- como algo crucial, fundamental, en cierto sentido definitivo, en ese proceso. La teoría feminista se convierte en el proceso de analizar esa situación para enfrentarse a ella por lo que es y poder cambiarla.»
«La pornografía permite a los hombres tener todo lo que quieren sexualmente hablando. Es su «verdad del sexo». Relaciona el carácter central de la objetificación sexual con la excitación sexual masculina y con los modelos masculinos de conocimiento y verificación, objetividad con objetificación. Muestra cómo ven los hombres el mundo, cómo viéndolo acceden a él y lo poseen, y cómo esto constituye un acto de dominio sobre él. Muestra lo que quieren los hombres y se lo da.
Desde el testimonio de la pornografía, lo que quieren los hombres es: mujeres atadas, mujeres violentadas, mujeres torturadas, mujeres humilladas, mujeres degradadas y ultrajadas, mujeres asesinadas. O, para ser justos con la versión blanda, mujeres sexualmente alcanzables, que puedan tener, que estén ahí para ellos, que deseen ser tomadas y usadas, tal vez solo con una ligera atadura. Cada acto de violentar a una mujer -violación, agresión, prostitución, abuso sexual infantil, acoso sexual- se convierte en sexualidad, se hace sexy, divertido y libera la auténtica naturaleza de la mujer en la pornografía.»
«La pornografía es un medio a través del cual se construye socialmente la sexualidad, un lugar de construcción, un dominio para ejercer. Construye a las mujeres como cosas para uso sexual y construye a los consumidores para que deseen desesperadamente a mujeres que desean desesperadamente la posesión y la crueldad y la deshumanización. La propia desigualdad, el propio sometimiento, la propia jerarquía, la propia objetificación, con el abandono estático de la determinación personal, es el contenido aparente del deseo y el carácter deseable de la mujer.»
«Por lo que se refiere al género, lo que es sexual en la pornografía es desigual en la vida social. Decir que la pornografía sexualiza el género y los géneros la sexualidad significa que ofrece un proceso social concreto a a través del cual el género y la sexualidad se convierten en funciones uno de la otra. El género y la sexualidad, en esta perspectiva, se hacen dos formas distintas asumidas por la ecuación social única de hombre más dominio y mujer más sumisión. Sentir esto como identidad, representarlo como papel, vivirlo y presentarlo como el yo, es el dominio del género. Disfrutarlo como erótico, centrándose cuando logra la excitación genital, es el dominio de la sexualidad. Cuanto más desigual, más sexual.
La violencia contra las mujeres en la pornografía es expresión de la jerarquía genérica, la extremidad de la jerarquía creada y expresada a través de la extremidad del abuso, produciendo la extremidad de la respuesta sexual masculina. Las múltiples variaciones de la pornografía y sus alejamientos del tema sexual/genérico macho dominante/hembra sumisa no son excepciones a estas reglas del género. Las afirman.»
«Las mujeres que llegan al sexo (o a la pornografía) porque se ven comprometidas, empujadas, presionadas, engañadas, chantajeadas o directamente forzadas, con frecuencia responden a la indecible humillación, unida a la sensación de haber perdido una integridad irreemplazable, afirmando la sexualidad como algo propio. Sin otra alternativa, la estrategia para conquista el propio respeto y el orgullo es: yo lo quise.»
«La posesión y la utilización de las mujeres a través de la sexualización de la intrusión íntima y el acceso a ellas es una característica básica de la definición social de las mujeres como inferiores y femeninas. Las bases son la intrusión, el acceso, la posesión y el uso verbales, que producen intrusión, acceso, posesión y uso físico. En la sociedad industrial contemporánea, la pornografía es una industria que produce en masa por dinero intrusión, acceso, posesión y uso sexuales por y para los hombres. Explota la desigualdad sexual y económica de la mujer para sacar un provecho. Vende mujeres a los hombres como sexo y para el sexo. Es una trata de mujeres tecnológicamente sofisticada.»
«La pornografía, en la idea feminista, es una forma de sexo forzado, una práctica de la política sexual, una institución de la desigualdad entre los géneros. En esta perspectiva, la pornografía, con la violación y la prostitución en las que participa, institucionaliza la sexualidad de la supremacía masculina, que funde la erotización del dominio y el sometimiento con la interpretación social de lo masculino y lo femenino.
El género es sexual. La pornografía constituye el significado de esa sexualidad. Los hombres tratan a las mujeres según lo que ven que son las mujeres. La pornografía construye quiénes son. El poder de los hombres sobre las mujeres significa que el modo en que ven a las mujeres define quiénes pueden ser las mujeres. La pornografía es ese modo.»
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«Definir lo pornográfico como lo que es violento, no sexual, como suelen hacer los análisis morales liberales, es trivializar y evadir la esencia de esta crítica dando la impresión de expresarla. Al igual que con la violación, en la que la cuestión no es la presencia o la ausencia de fuerza sino qué es el sexo diferenciándolo de la coacción, la cuestión en la pornografía es qué es erotismo diferenciándolo de la subordinación de la mujer. No es una pregunta retórica. Bajo el dominio masculino, todo lo que excita sexualmente a un hombre es sexo.
En la pornografía, la violencia es el sexo. La desigualdad es sexo. La humillación es sexo. La degradación es sexo. La intrusión es sexo. La pornografía no funciona sexualmente sin la jerarquía de género. Si no hay desigualdad, violación, dominio, fuerza, no hay excitación sexual.»
«La desigualdad por razón de sexo define y sitúa a las mujeres como mujeres. Si los sexos fueran iguales, las mujeres no estarían sometidas sexualmente. Si la fuerza en el sexo fuera excepcional, el consentimiento al sexo sería real y común, y se creería a las mujeres sexualmente violadas. Si los sexos fueran iguales, las mujeres no estarían económicamente sometidas, no se cultivarían su desesperación y su marginalidad, no se explotaría sexual ni económicamente su dependencia forzada. Las mujeres tendrían expresión, intimidad, autoridad, respeto y más recursos de los que tienen ahora. La violación y la pornografía se reconocerían como violaciones, y el aborto sería infrecuente y estaría verdaderamente garantizado.»
«Considerar el género cuestión de identidad y diferencia encubre la realidad del género como sistema de jerarquía social, como desigualdad. Las diferencias atribuidas al sexo se hacen líneas que dibuja la desigualdad, no son ningún tipo de base para ésta. La desigualdad social y política comienza indiferente a la identidad y a la diferencia.
Las diferencias son la excusa post hoc de la desigualdad, su artefacto de conclusión, su resultado presentado como origen, su sentimentalización, su daño al que se apunta como justificación para hacer el daño después de haberlo hecho, las distinciones que la percepción está socialmente organizada para ver porque la desigualdad les da consecuencias para el poder social. El género podría no ser siquiera código de la diferencia, podría no significar distinción epistemológicamente, si no fuera por sus consecuencias para el poder social.
Las distinciones de cuerpo o mente o conducta se señalan como la causa más que como efecto, sin comprender que son tan profundamente efecto y no causa que señalarlas es ya un efecto. La desigualdad viene primero; la diferencia viene después. La desigualdad es material y sustantiva e identifica una disparidad; la diferencia es inmaterial y abstracta y falsamente simétrica. Si esto es así, un discurso y una ley del género que se centre en la diferencia sirven como ideología para neutralizar, racionalizar y encubrir las disparidades del poder, incluso cuando parecen criticarlas o convertirlas en problema.
La diferencia es el guante de terciopelo sobre el puño de hierro de la dominación. El problema entonces no es que no se valoren las diferencias; el problema es que están definidas por el poder. Esto es cierto cuando la diferencia se afirma tanto como cuando se niega, cuando se aplaude su sustancia o se desprecia, cuando se castiga a las mujeres o cuando se las protege en su nombre.»
«Es obvio que hay muchas diferencias entre mujeres y hombres. No es probable que ensalzar sistemáticamente a la mitad de la población y denigrar a la otra mitad produzca una población en la que todos sean iguales. Lo que la ley de la igualdad sexual no consigue ver es que las diferencia de los hombres en relación con las mujeres son iguales a las diferencias de las mujeres en relación con los hombres. Pero los sexos no tienen la misma situación en la sociedad por lo que se refiere a sus diferencias relativas. La jerarquía del poder produce diferencias reales e imaginadas, diferencias que son también desigualdades. Las diferencias son iguales: las desigualdades, bastante obviamente, no lo son.»
«En la medida en que la biología de un sexo es una desventaja social, mientras que la biología del otro no lo es, o es una ventaja social, los sexos son igualmente diferentes pero no igualmente poderosos. La cuestión pasa a ser el significado social de la biología no alguna realidad o alguna cualidad objetiva de la propia biología. De modo similar, ambos sexos poseen una sexualidad que ocupa un lugar en la «ética heterosexual».
En la medida en que la sexualidad de un sexo es un estigma social, un blanco y una provocación a la violación, mientras que la sexualidad del otro es socialmente fuente de placer, aventura, poder (de hecho, la definición social de potencia) y foco de deificación, entretenimiento, vigor y despresión, la sexualidad de cada uno es igualmente diferente, igualmente heterosexual o no, pero no igualmente poderosa desde el punto de vista social. La cuestión relevante es el significado social de la sexualidad y del género de mujeres y hombres, no su sexualidad o su género «en sí», si es que puede hacerse tal distinción.
Limitar los esfuerzos para poner fin a la desigualdad genérica en el punto en que surgen la biología o la sexualidad, denominadas diferencias, sin darse cuenta de que éstas existen en la ley o en la sociedad solo en términos de sus significados sociales específicamente sexuales, equivale a reconocer que la desigualdad genérica puede ponerse en duda siempre que se permita que sigan en pie los pilares del género como sistema de poder.»
«Desde el punto de vista feminista, la cuestión de la realidad colectiva de las mujeres y cómo cambiarla se funde con la cuestión del punto de vista de las mujeres y cómo conocerlo. ¿Qué viven las mujeres, por tanto qué saben, que pueda enfrentarse al dominio masculino? ¿Qué ontología femenina puede enfrentarse a la epistemología masculina, es decir, qué epistemología femenina puede enfrentarse a la ontología masculina? ¿Qué punto de vista puede cuestionar el código de la sociedad civil? La respuesta es simple, concreta, específica y real: la desigualdad social de las mujeres en relación con los hombres sobre la base del sexo, por tanto el punto de vista de la subordinación de las mujeres a los hombres.
A las mujeres no se les permite conocer plenamente cómo sería la igualdad sexual, porque nunca la han vivido. Es idealista, por tanto elitista, afirmar que la han vivido. Pero no les hace falta. Conocen la desigualdad porque la han vivido, de modo que saben qué sería acabar con las barreras para lograr la igualdad. Muchas de estas barreras son legales; muchas de ellas son sociales; casi todas existen en un punto de contacto entre la ley y la sociedad. La desigualdad por razón del sexo la comparten las mujeres. Es la condición colectiva de las mujeres.»
«La producción masiva de pornografía hace universal la violación de la mujer, la extiende a todas las mujeres, a las que se explota, utiliza, ultraja y reduce como resultado del consumo que los hombres hacen de ellas. En las sociedades invadidas por la pornografía, todas las mujeres están definidas por ella: esto es lo que quieren las mujeres, esto es lo que son las mujeres.
La pornografía marca las pautas públicas del tratamiento de las mujeres en privado y los límites de tolerancia para lo que puede permitirse en público, como en los juicios por violación. Sexualiza la definición de lo masculino como dominante y de lo femenino como subordinado. Iguala la violencia contra las mujeres con el sexo y ofrece una experiencia de esta fusión. Hace genérica la violación, el abuso infantil, los malos tratos, la prostitución forzada y el asesinato sexual.»
SINOPSIS: «Hacia una teoría feminista del Estado», de Catharine MacKinnon.
«Utilizando el debate sobre marxismo y feminismo como punto de partida, la autora desarrolla una teoría del género centrada en la subordinación sexual, y la aplica al Estado. La obra comienza con las afirmaciones del marxismo y del feminismo cuando analizan la desigualdad como tal, a continuación reconstruye el feminismo en el campo epistemológico a través de la sexualidad como algo básico, y termina estudiando el poder institucional del Estado en el terreno más particular de la interpretación social de la mujer y el tratamiento que le da la ley.»
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