Victoria Camps. Tiempo de cuidados.
No se han encontrado productos.
«Ver la responsabilidad del cuidado como algo estrictamente personal sería poco democrático, pues una sociedad democrática y cuidadora entiende la justicia como el hacerse cargo de las distintas necesidades de las personas. Sería un error -no me cansaré de repetirlo- pensar que esa responsabilidad corresponde solo a las mujeres por su condición de madres; sería antiigualitario y, en consecuencia, antidemocrático. La ética del cuidado en una democracia es una ética del reparto de responsabilidades. Debatir y decidir qué le corresponde hacer a la administración, de qué deben hacerse cargo las corporaciones, qué obligaciones deben asumir los individuos ha de ser el empeño de una democracia cuidadora. Si es un error pensar que el cuidado es una responsabilidad solo femenina, como lo ha sido secularmente, igualmente lo es pensar que es una responsabilidad exclusiva del Estado. El Estado no debe ser el único proveedor del cuidado, sino el promotor de un debate público sobre la asignación de responsabilidades de las cuales algunas deberán ser asumidas por las instituciones.»
«Cuidar no es una mercancía más sometida a las leyes de la oferta y la demanda. El cuidado es imprescindible e indispensable. Un deber que no tiene horas fijas ni puede ser sometido a la rigidez de un horario de trabajo. Los niños, los discapacitados, los enfermos, los dependientes, demandan una atención que solo a medias puede suministrar un profesional. Y que requiere un afecto y cercanía que va más allá de lo que se espera del trabajo remunerado. Mientras las mujeres cumplieron las funciones del cuidado sin levantar la voz y aceptando que era su destino, el tiempo dedicado a los cuidados corría a su cargo y se desempeñaba en silencio. Pero ha dejado de ser así. Ahora no hay razones que justifiquen no considerarlo de otra forma.»
«La palabra «maestro» ha caído en desuso a favor de la más neutra y supuestamente rigurosa que es «docente». Llamar «docente» al educador o maestro es una reducción que pretende eliminar jerarquías entre los distintos estamentos que forman el sistema educativo. En lugar de distinguir entre maestros y profesores, entre lo que han cursado una carrera de magisterio o los graduados en especialidades supuestamente de rango superior, el docente es el que enseña, sin más y sin distinciones. No se le reconocen ni se le exigen bajo esa denominación el conjunto de habilidades que, en otros tiempos, se le suponían al maestro y que hoy este tampoco está dispuesto a hacer suyas. El docente, por definición, enseña unas materias, no cuida del niño. Las escuelas no son guarderías. Esta convicción, que, me atrevería a decir, hoy está asimilada por todos los docentes, no da buena cuenta de la función que el encargado de educar debe desempeñar.»
«Educar es enseñar, pero no solo enseñar matemáticas y lengua, sino enseñar muchas más cosas. Es enseñar a comportarse con respeto, con fraternidad, con delicadeza. La enseñanza que incorpora el tener cuidado de transmitir una formación ética será más eficaz en la transmisión de los saberes más instrumentales y será más completa. Con estos mimbres, la relación entre familia y escuela no será recelosa o directamente hostil, como suele serlo con más frecuencia de lo deseable.»
«Cuidar consiste en una serie de prácticas de acompañamiento, atención, ayuda a las personas que lo necesitan, pero es al mismo tiempo una manera de hacer las cosas, una manera de actuar y relacionarnos con los demás. El cuidado es un trabajo, gratuito o remunerado, pero no es un trabajo cualquiera.
Cuidar implica desplegar una serie de actitudes que van más allá de realizar unas tareas concretas de vigilancia, asistencia, ayuda o control; el cuidado implica afecto, acompañamiento, cercanía, respeto, empatía con la persona a la que hay que cuidar. Una relación que debe ocultar la asimetría que por definición la constituye.»
«La ética, sea cual sea la teoría que la conforma, es una disciplina valorativa y normativa que tiene que ver sobre todo con deberes. Hasta ahora, el cuidado ha sido un deber asignado a las mujeres y al ámbito de lo privado, mientras que la justicia ha sido considerada un deber público a cargo de los estados. Los principios fundamentales de la justicia han ido haciéndose realidad y aplicándose a través del desarrollo legislativo. Los derechos humanos son meras declaraciones de principios sin incidencia en la vida de las personas si no se transforman en derecho positivo. En cambio, el cuidado es una responsabilidad que asume quien quiere o quien no tiene más remedio que hacerlo; responde a circunstancias de la vida en las que, a la corta o a la larga, nos encontramos todos. Por tal razón fue considerada una obligación natural que no tenía por qué derivar en un mandato jurídico específico.»
«Cuidar no es una actividad rentable, que entre en el mercado por la puerta grande porque reporte suculentos beneficios materiales. No es una actividad productiva en ninguno de los sentidos clásicos del término. Lo que el cuidado produce: seguridad, tranquilidad, ayuda, compañía, afecto, solo tiene precio cuando alguien que lo necesita está dispuesto a pagar por ello. Si no es así, las ventajas que proporciona el cuidado son vistas como superfluas.»
«Envejecer -ya lo hemos dicho- no es tanto una cuestión de edad como de declive, deterioro y pérdida de posibilidades. Uno es viejo de verdad cuando reconoce que tener que enfrentarse a la fragilidad corporal se ha convertido en el único móvil de su vida.»
SINOPSIS: «Tiempo de cuidados», de Victoria Camps.
La ética del cuidado se ha convertido en un tema central y perentorio a raíz de la pandemia de la covid-19. Un virus nos ha obligado a aceptar limitaciones que nunca hubiéramos imaginado, nos ha hecho un poco menos arrogantes y seguros de nosotros mismos. En el ámbito de la teoría, esta toma de conciencia debería conducir a un cambio de paradigma o de marco mental, capaz de equilibrar razón y sentimiento, en el ejercicio de la tan manoseada «inteligencia emocional», cuyas aportaciones prácticas no siempre son evidentes. Hay que reconocer que existe un derecho a ser cuidado y un deber de cuidar que no admite excepciones, que afecta a todo el mundo y cuya responsabilidad ha de ser asumida individual y colectivamente. Tiempo de cuidados se propone acallar las voces que aún se resisten a colocar el cuidado en un lugar prominente, contraponiéndolo a la justicia. Ambos son valores complementarios, pues las categorías anejas al cuidado rompen la concepción binaria del género que el feminismo aún no ha conseguido sustituir. Privilegiar categorías masculinas ―yo, razón, mente― en detrimento de otras consideradas femeninas ―las emociones, el cuerpo, las reciprocidades―, o mantener esa división binaria que distribuye las funciones de cada género, implica mantener el patriarcado y debilitar la democracia. Como dice Carol Gilligan: «En un contexto patriarcal, el cuidado es una ética femenina; en un contexto democrático, el cuidado es una ética humana».
No se han encontrado productos.
MÁS SOBRE VICTORIA CAMPS:
No se han encontrado productos.