Adela Cortina. ¿Para qué sirve realmente la ética?

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«En sociedades como las nuestras, en las que todo está sometido al principio del intercambio, en el que podemos cambiar naranjas por manzanas directamente o a través del dinero, servicios, favores, trabajo, todo acaba teniendo un precio que le permite jugar en el mercado. Pero hay seres que no deben estar jamás en el mercado, seres a los que no se les puede fijar un valor de cambio, porque no hay nada equivalente por lo que podrían intercambiarse. Valen por sí mismos, no para otras cosas. Tienen dignidad, y no un simple precio. Es verdad que todo necio confunde valor y precio. Es verdad que cínico es quien conoce el precio de todas las cosas y el valor de ninguna. Porque no es lo mismo el valor que el precio, aunque hayamos acabado creyéndolo así por esta obsesión de convertirlo todo en mercancía que puede intercambiare por un precio, hasta las relaciones humanas.»


«El mayor sufrimiento de un ser humano es la soledad radical, la condena a la invisibilidad, al alejamiento, a la exclusión. Porque no somos individuos aislados, que un día deciden unirse por razones fundadas de beneficio mutuo, sino seres vinculados desde la raíz, personas cuya vida se va tejiendo desde el reconocimiento mutuo o desde el rechazo que no es simple omisión, sino acción decidida de romper un vínculo que en realidad ya existe.»


«No podemos sentir compasión por los que nos resultan indiferentes, sino solo por los que de alguna manera nos importan, por los que de alguna manera forman parte de nuestro proyecto de felicidad. 

Naturalmente, si en nuestra biología no existiera ninguna base para despertar la compasión de unos por otros, entonces sería imposible cultivar ese sentimiento. Pero, como sabemos, estamos preparados biológicamente para cuidar y cooperar, para realizar acciones altruistas, estamos preparados para conmovernos, todo depende de cuál de nuestras predisposiciones queramos alimentar.»


«Todos los seres humanos necesitamos el reconocimiento de los otros para llevar adelante una vida realizada, precisamente porque el individualismo es falso: precisamente porque el núcleo de la vida social y personal no es el de individuos aislados, que un buen día deciden asociarse, sino el de personas que nacen ya en relación, que nacemos ya vinculados.

El vínculo del cuidado es el que nos permite sobrevivir, crecer y desarrollarnos biológicamente y culturalmente. Pero el reconocimiento mutuo de la dignidad, de la necesidad de amor y estima es indispensable para llevar adelante una vida buena, una vida feliz.

No se trata solo de reconocernos mutuamente como interlocutores válidos de los diálogos que nos constituyen porque somos seres capaces de un lenguaje. Se trata también del mutuo reconocimiento de la dignidad a la que tenemos derecho por nuestro valor interno. Y se trata también del reconocimiento cordial de que nuestras vidas están originariamente vinculadas, por eso importa hacerlas desde la compasión.»


«Cuando los motivos desplazan a las razones, cuando la arbitrariedad impera sobre los argumentos legítimos, se corrompe una profesión y deja de ofrecer los bienes que solo ella puede proporcionar y que son indispensable para promover una vida humana digna. Con lo cual pierde su auténtico sentido y su legitimidad social.»


«El diálogo no solo es necesario porque es intercambio de argumentos que pueden ser aceptables para otros, sino también porque tiene fuerza epistémica, porque nos permiten adquirir conocimientos que no podríamos conseguir en solitario. Nadie puede descubrir por su cuenta qué es lo justo, necesita averiguarlo con los otros.»

SINOPSIS: «¿Para qué sirve realmente la ética?, de Adela Cortina.

«Efectivamente, esta época nos depara demasiados ejemplos de las consecuencias de la falta de ética en las conductas de muchas personas con responsabilidades políticas y sociales. Y es preciso recordar que la ética «sirve», entre otras cosas, para abaratar costes en dinero y sufrimiento en aquello que está en nuestras manos lograr, en aquello que sí depende de nosotros. Y también para aprender, entre otras muchas cosas, que es más prudente cooperar que buscar el máximo beneficio individual caiga quien caiga.»

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