Victoria Camps. Paradojas del individualismo.

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«Es fácil que el individuo se crea autónomo sin serlo porque entienda la libertad solo como «libertad negativa», ausencia de normas, y no como capacidad de gobernarse a sí mismo. Pero es fácil también que el individuo tema el autogobierno y trate de eludirlo. Engañándose a sí mismo, excusándose en las escasas constricciones que le quedan. No son únicamente -ni, tal vez, primordialmente- las grandes decisiones de la vida individual las que indican la capacidad de autonomía del individuo, sino más bien esa voluntad de respuesta a las situaciones y conflictos de cada día que acaban marcando el estilo de vida de una persona, como un estilo propio, más allá de los códigos y de las leyes. Nunca recordaremos suficientemente la máxima aristotélica de la prudencia: la sabiduría moral que consiste no tanto en legislar como en saber aplicar la ley justamente. La aplicación de la ley tiene siempre márgenes de interpretaciones distintas, y es en esos márgenes donde se escribe la moral realmente vivida. No se combate el individualismo negando el valor último de la individualidad, sino entendiendo que nadie puede ser auténtico individuo sin contar con el otro.»


«No solo son individualistas los meros ciudadanos que van por libre: también el político lo es en la medida en que su oficio ha dejado de ser un claro servicio público para ser un servicio a los intereses de un partido o de una clase profesionalizada. Y son individualistas sociedades enteras, precisamente las más desarrolladas, que son, a su vez, las más indiferentes a las miserias de los que viven peor: los países ricos ignoran a los pobres, quienes tienen asegurado su bienestar se despreocupan fácilmente del bienestar de los demás. No es tanto el individuo encerrado en sí y autocomplaciente lo que preocupa, como los individualismos colectivistas y tribales cuya única expectativa es la perpetuación del grupo».


«La filosofía no debe olvidar que logos -eso que nos distingue de la naturaleza puramente animal- significa diálogo, que lo racionales es el encuentro pacifico y constructivo de lo diverso. Solo del diálogo irá saliendo lo universal. En consecuencia, la única universalidad aceptable es la que resulta de la puesta en común de puntos de vista distintos. El pluralismo es un bien, lo único que puede hacer progresar el conocimiento ético en este mundo sin dios, donde nadie es omnisciente. Por otro lado, poco defenderá su individualidad quien se identifique ya con lo universal, pues el universal concreto -la nación, la justicia, la sabiduría- será siempre la creación de un poder totalitario dispuesto a uniformar lo diverso y a ahogar toda individualidad que no sea la propia.»


«Individualismo, en la acepción más simple, pero más corriente, es sinónimo de falta de ética. No puede ser moral quien vive ignorando a los demás y solo pendiente de sus deseos, intereses y apetencias. Quien solo atiende a la perpetuación de su propio y exclusivo ser, quien no se fía sino de lo conocido y aprendido y se niega a cualquier apertura. Una perspectiva tan estrecha rehúye las preguntas sin respuestas como si fueran problemas ajenos. Somos ya incapaces de entusiasmarnos colectivamente, de empeñarnos en empresas futuras o de unirnos ante el reconocimiento de unos mismos conflictos.»


«Por gratificante y creativa que sea la actividad laboral, por gratificante que le sea al escritor escribir, al físico investigar o al médico atender al paciente, el mero hecho de que el tiempo dedicado al trabajo deba cuantificarse y medirse económicamente convierte a esa actividad en algo que no se hace libremente sino por necesidad, sometido a un horario y a unas reglas. Y ya sabemos que la obligación y la devoción pueden coincidir, pero no suelen hacerlo. La prueba es que cualquier profesión agradece el tiempo de vacaciones. La contradicción habrá que resolverla, pues, consiguiendo que el reino de la necesidad se reduzca al mínimo a fin de que el otro reino -el del tiempo libre- ocupe realmente el tiempo mayor de nuestras vidas, ya que, si algún sentido ha de tener el trabajo, éste le vendrá dado por el tiempo libre, no por el trabajo mismo. La vida de «calidad» no debería ser la de mayor poder adquisitivo, sino aquella que ofrece la posibilidad de «vivir» más, de poder dedicarle más tiempo a la vida.»


«La autonomía es, sin duda, condición de humanidad. El ser que vive solo bajo constricciones, esclavizado, no es un ser humano. Pero tampoco puede decirse que sea un ser humano, que dé la talla de lo humano, quien usa su facultad de autogobierno solo para ejercer la violencia o para dominar al otro. O quienes disfrutan de la abundancia a costa de la miseria de otros. Esos individuos son libres, pero lo son únicamente para mostrar su nula humanidad.»

SINOPSIS: «Paradojas del individualismo», de Victoria Camps.

«El individualismo es una consecuencia de la igualdad civil y política que producen los regímenes democráticos, pero puede ser también el mayor escollo para que la democracia sea satisfactoria. Por eso es un valor paradójico, porque, aunque tendemos a calificarlo peyorativamente, la afirmación del individuo ha significado un progreso para la humanidad. No se trata pues de renunciar al individualismo, basta con hacer compatible el respeto por el individuo con las exigencias de la vida en común, con la necesidad de vivir en sociedad. De ese imperativo deriva la actual atención a la ética: ética aplicada a la política, a la comunicación, a la medicina, a la tecnología, a la empresa… Exigir ética es pedir al individuo un uso de la libertad compatible con los intereses de la comunidad, de suerte que, como nos dice la profesora Camps «hoy el progreso consistirá en la capacidad de mantener la potencia del individuo sin que, al mismo tiempo, éste reniegue de su condición de animal político».

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