Ortega y Gasset. Meditación de Europa.

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«Todo lo humano, en tanto que humano, es histórico, y esto quiere decir: movible. Esta movilidad de lo histórico, es decir, de lo humano, consiste no solo en que el hoy es diferente del ayer como mañana será diferente del hoy. Esto significaría solo que la historia es cambio, que las cosas en ella cambian: el movimiento sería solo exterior. Pero la afirmación de que lo histórico, lo humano es movible contiene un significado más profundo, a saber que el hoy, el presente en su realidad auténtica, en su propio contenido, no es finalmente otra cosa, sino movimiento. El presente, el hoy no se hallan quietos, puesto que consisten esencialmente en un «proceder de algo anterior» y un «avanzar hacia algo posterior». Por esta razón, para ver en su auténtica realidad algo presente es preciso que nuestra mirada no se quede quieta ante ello sino que lo vea como viniendo de lo que fue ayer y avanzando hacia lo que será mañana. La mirada histórica tiene que ser móvil como la realidad misma que la contempla.»


«Una sociedad no se constituye por acuerdo de las voluntades. Al revés, todo acuerdo de voluntades presupone la existencia de una sociedad, de gentes que conviven, y el acuerdo no puede consistir sino en presentar una y otra forma de esa convivencia, de esa sociedad preexistente. La idea de sociedad como reunión contractual, por tanto, jurídica es el más insensato ensayo que se ha hecho de poner la carreta delante de los bueyes.

Porque el derecho, la realidad «derecho» -no las ideas sobre él del filósofo, jurista o demagogo- es, si se me tolera la expresión barroca, secreción espontánea de la sociedad y no puede ser otra cosa. Querer que el derecho rija las relaciones entre seres que previamente no viven en efectiva sociedad, me parece- y perdóneseme la insolencia, tener una idea bastante confusa y ridícula de lo que el derecho es.» 


«Cuando no se trata de descansar, sino, por el contrario, de ser con máxima intensidad, por tanto, de crear, el hombre emerge y se levanta desde el elemento como líquido fluctuante y abismático que es la duda. Ésta, la duda, es el elemento creador y el estrato más profundo y sustancial del hombre. Porque éste ciertamente no comenzó, en cuanto hombre natural y no sobrenatural, por tener fe; e inclusive el cristianismo reconoce que el hombre, al dejar de ser sobrenatural y convertirse en el hombre histórico, lo primero que hizo fue perder la fe y estar en un mar de dudas.

Admirable expresión que todos nuestros idiomas poseen, donde se conserva vívida la más vieja experiencia humana, la más esencial: aquella situación en que no hay un mundo solidificado de creencias que lo sostenga y lo lleve y lo oriente, sino un elemento líquido donde se siente perdido, se siente caer -estar en la duda es caer-, se siente náufrago.

Pero esta sensación de naufragio es el gran estimulante del hombre. Al sentir que se sumerge reaccionan sus más profundas energías, sus brazos se agitan para ascender a la superficie. El náufrago se convierte en nadador. La situación negativa se convierte en positiva. Toda civilización ha nacido o ha renacido como un movimiento natatorio de salvación. Este combate secreto de cada hombre con sus íntimas dudas, allá en el recinto solitario de su alma, da un precipitado. Este precipitado es la nueva fe de que va a vivir la nueva época.

Por debajo de los fenómenos superficiales, que se perciben a simple vista -la penuria económica, el confusionismo político-, el hombre europeo comienza a emerger de la catástrofe y ¡gracias a la catástrofe! Pues conviene advertir que las catástrofes pertenecen a la normalidad de la historia, son una pieza necesaria en el funcionamiento del destino humano. Una humanidad sin catástrofes caería en la indolencia, perdería todo su poder creador.»


«Es falso que existe un conocimiento no originado por alguna urgencia, pero también, viceversa, no toda urgencia permite, da holgura al conocimiento. Cuando un problema vital es demasiado inmediato, agudo y terrible sobreviene el atropellamiento mental, nos azoramos y no logramos ver la realidad. Es preciso que entre el conflicto y nosotros quede alguna distancia, circulen el aire y la luz. Solo así puede intercalarse entre la urgencia y nosotros la específica función de la teoría. 

Porque es preciso hacer constar que, provocada por la utilidad, la teoría misma no es utilidad. Éste es el otro error, el error del pragmatismo. Para el pragmatismo la verdad es lo útil. La noción que aquí sustento es completamente opuesta; precisamente porque la verdad no es utilidad nos resulta útil y la buscamos porque es útil. El martillo es útil no porque el sea utilidad, sino porque tiene esa peculiar materia y esa peculiar forma que hace de él un martillo.»


Digamos, pues, que la actitud propia del conocimiento es una determinada ecuación entre la urgencia y el ocio, entre el utilismo y la generosidad.»


«La actitud del hombre ante el pasado es función de la faz que le presenta el porvenir, y todos sentimos que la que ahora nos ofrece es por completo distinta de la que han hallado ante sí todas la generaciones anteriores. A lo sumo en los tiempos más primitivos de la humanidad mostró facciones algo similares. Habíamos olvidado lo que es, en verdad, el provenir porque durante los últimos siglos se presentaba a los hombres sobremanera domesticado. Sentían ante él no pocas seguridades, la forma extrema de ellas fue la «confianza en el progreso».

Pero un porvenir que es, más o menos, seguro no es porvenir: es una proyección del presente que ya está ahí. Ahora bien, porvenir quiere decir propiamente lo por esencia inseguro, lo que se opone a la tranquila prolongación del presente, lo que en absoluto «no está ahí», sino que «viene» invisible del seno profundo del misterio. Ahora bien, eso trae consigo una concepción nueva de la realidad histórica y caemos en la cuenta de la gran lapalissade: que el pasado comenzó por ser futuro y, por tanto, radical contingencia, cualquiera fuese el aspecto con que se presentase a los hombres que lo presentían desde su presente.»


«No se confundan las creencias de un hombre con sus «ideas». Las ideas son pensamientos que, más o menos deliberadamente, se forja sobre la realidad en que se encuentra y que sus efectivas creencias le constituyen. Esas ideas pueden parecerle «verdades» -por ejemplo, las «verdades científicas»-, mas no por eso dejan de ser meras «ideas que piensa», en tanto que las creencias son «realidades en que está». Las ideas son ya reacción al estrato primario sobre que la vida actúa y que consiste solo en las auténticas y automáticas creencias.

De aquí que los historiadores suelan despistarse, porque pretenden definir la estructura vital de una época inventariando las ideas que durante ella fueron formuladas. Si eso bastase, sería la historia faena fácil. Mas por fortuna es la historia una operación muy difícil, ya que nos obliga a desentendernos, por el pronto, de las ideas que los hombres expresan y, penetrando más allá de ellas, averiguar cuáles fueron sus efectivas creencias, las cuales nunca aparecen manifiestas, siempre funcionan a tergo y en forma latente.»


«Nada humano está quieto. El hombre está condenado a la intranquilidad. Pero nuestra mirada al fijarse en algo, en efecto, lo fija, es decir, lo detiene e inmoviliza, por tanto, lo petrifica, lo desvitaliza. Contra esta condición constitutiva de nuestro intelecto debe reobrar el historiador haciéndose cargo de que todo hecho histórico es, en su contenido, algo que «mana de» otro hecho anterior y «va hacia» otro posterior. Por eso la mirada histórica tiene que estar constantemente desplazándose hacia atrás y hacia adelante, pues solo así puede captar la efectiva realidad en su sustantivo movilismo. Mobilis in mobiles: tal debía ser el lema de todo historiador.»

SINOPSIS: «Meditación de Europa», de Ortega y Gasset.

«José Ortega y Gasset es uno de los grandes pensadores de la unidad europea. En sus primeros escritos señaló que España tenía que europeizarse para modernizarse. En «La rebelión de las masas» propuso, a finales de los años veinte del pasado siglo, la constitución de los Estados Unidos de Europa. Es idea que nunca abandonó y a la que volvió en sus últimos escritos, tras la Segunda Guerra Mundial, como su conferencia «De Europa meditatio quaedam» y un pequeño librito titulado «Cultura europea y pueblos europeos», que hasta hace muy poco sólo se conocía en alemán. Junto a estos textos de madurez y algún otro como su última conferencia, «La Edad Media y la idea de Nación», se compendian aquí textos juveniles y de su primera madurez que muestran la evolución del pensamiento europeísta y europeizador del filósofo español.»

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