Ken Wilber. La religión del futuro.
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«Uno de sus rasgos más notables es la negación y condena de cualquier forma de jerarquía. En este punto, fracasa miserablemente en distinguir las jerarquías de dominio (que son, en realidad, aborrecibles) de las jerarquías de actualización o desarrollo (que son la forma misma en que discurren la mayoría de los procesos de desarrollo de la naturaleza, incluidos los humanos).En las jerarquías de dominio, los pocos pertenecientes a un nivel superior oprimen y dominan a los muchos de los niveles inferiores, pero, en las jerarquías de actualización o de desarrollo, cada nivel superior es más inclusivo que el anterior. Una jerarquía natural de desarrollo de la naturaleza es la que conduce desde los átomos hasta las moléculas, las células y los organismos. En esta jerarquía -a lo que Koestler, por darle un nombre más exacto, denominaba holoarquía-, cada nivel más elevado no oprime al anterior, sino que literalmente lo incluye y abarca, razón por la cual a nadie se le ocurriría decir que las moléculas opriman a los átomos, ¡si acaso, los aman y los abrazan!»
«Uno puede estar, como ya hemos visto, en el nivel del desarrollo estructural mítico-etnocéntrico, pero haber completado su entrenamiento hasta el punto de haber recibido la transmisión completa y convertirse en un auténtico maestro Zen, porque las tradiciones solo rastrean el desarrollo de los estados (desde ordinario hasta sutil, causal y no dual) y no tienen en cuenta el desarrollo de las estructuras (de la primera persona a la segunda persona, la tercera persona, la cuarta persona, etcétera). Por ello soslayan las importantes perspectivas incrustadas en esos mapas ocultos a través de los cuales el individuo ve y experimenta esos estados, lo que garantiza un despertar extraordinario, pero un desarrollo mediocre y, en ocasiones, hasta rudimentario.
Todos conocemos maestros de este tipo que, pese a haber alcanzado un estado del despertar muy profundo, tienen un pobre desarrollo de sus capacidades estructurales y de sus inteligencias múltiples y son víctimas de mapas ocultos propios de los niveles etnocéntricos y hasta egocéntricos, lo que explica que se muestren tan autoritarios, xenófobos, rígidamente jerárquicos, sexistas, patriarcales, racistas, etnocéntricos, absolutistas, homófobos y conformistas con respecto a su tradición. Los hay que creen que los antiguos maestros iluminados poseían capacidades mágicas (como la capacidad de volar, curar las enfermedades, ser omniscientes, realizar milagros, etcétera). Estos rasgos (que a menudo incluyen egocentrismo, sexismo, homofobia y autoritarismo) están lamentablemente incrustados en sus enseñanzas cuando tratan de transmitir el dharma o la verdad espiritual, transmitiendo entonces a muchas personas una visión generalmente negativa de las realidades espirituales.
Los mundos moderno y postmoderno solo aceptan realidades que procedan de los niveles mundicéntricos o superiores (razón por la cual la modernidad mundicéntrica rechaza agresivamente toda forma de fundamentalismo religioso etnocéntrico, tanto oriental como occidental). De ahí que la única forma de garantizar a la espiritualidad un lugar en los mundos moderno y postmoderno consiste en entrenar a sus maestros y discípulos en avanzar no solo a través de los estados de conciencia (desde la ignorancia hasta la Iluminación), sino a través de las estructuras de conciencia (desde las más inmaduras hasta las más plenas y maduras). Y el único modo de hacer esos consiste en incluir, en cualquier espitirualidad auténticamente integral, comprensiva, inclusiva y de cuarto giro, tanto el despertar como el desarrollo.»
SINOPSIS: «La religión del futuro», de Ken Wilber.
«Un único propósito alienta el corazón de las grandes tradiciones religiosas del mundo: despertar a la realidad de nuestra verdadera naturaleza y de la naturaleza del universo. Después de siglos de acumulación de capas de verdades relativas y de centrar la atención en mitos y ritos como si se trataran de un fin en sí mismos, esta verdad fundamental ha acabado oscureciéndose. En este libro, Ken Wilber esboza y re-imagina una religión futura que, sin dejar de ser fiel a la visión espiritual original, reconozca la evolución de la humanidad en cada etapa. Y es que, si quieren resultar atractivas al hombre y a la mujer modernos, las tradiciones deberán incorporar el gran número de verdades sobre la naturaleza humana descubiertas por la ciencia en los últimos siglos; verdades sobre la mente, el cerebro, las emociones y el desarrollo de la conciencia que los antiguos desconocían. Tomando el caso del budismo como ejemplo, Wilber demuestra el modo en que su enfoque integral global –que algunos de sus seguidores están aplicando ya a varias religiones del mundo– puede evitar «el desastre cultural de proporciones catastróficas» que supone el rechazo con el que la visión materialista y postmoderna del mundo se desentiende de los logros más gloriosos y elevados del potencial humano. Este libro es una inteligente llamada a la totalidad, inclusividad y unidad en las religiones del mañana.»
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