Jean Paul. Elogio de la estupidez.

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«Pero no son solo los eruditos, sino también los ricos y poderosos los que se ocupan la mayoría de las veces de propagar la estupidez e impiden la divulgación del saber. Un hombre rico rara vez es rico en algo más que en dinero, y si no ha recibido la estupidez de nacimiento, la recibe con la herencia. Es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja que hacer entrar a un rico en el reino de los sabios. Si resulta que no tiene luces, ¿cómo va a apreciar las luces del otro? ¿Y cómo va a tener, a la hora de repartir cargos, recompensas y otras prebendas, más en cuenta a los sabios que a esos que no puede despreciar ni envidiar? Pero existen aún más causas por las cuales el rico y poderoso debe odiar al ilustrado. El inteligente se queda sin recompensa gracias justamente al brillo de sus méritos, y su cabeza, como la de la Medusa, parece petrificar el corazón de todo estúpido que lo mire. El sol de sus méritos priva de fulgor a todas las estrellas tras las cuales los corazones de los cortesanos esconden su negrura y su ignominia, y oscurece aquellos que deben todo su brillo al brillo del oro, y todo su valor al valor del vil metal.

El estúpido no tiene enemigos porque no tiene quien lo admire, con la salvedad de aquellos que admiran su estupidez en la propia. Está acostumbrado a arrastrarse delante de aquellos que fundan su honor sobre la ignominia ajena y buscan pruebas de su grandeza en las humillaciones de los demás. ¿Quién iba a negarle algo a quien no lo merece, o a quien se lo ha ganado de manera indigna? ¿Cómo no ensalzar a quien tan bien sabe arrastrarse? ¿Cómo no va a ganarse el corazón del protector si es capaz de demostrar que tiene su misma cabeza? Y así el estúpido obtiene sin entendimiento lo que el sabio pierde con él.

Como el vestido del honor no está sino confeccionado para cubrir la desnudez de lo inmérito y de la estupidez , ¿quién, sino el estúpido, tiene tan poco honor como para merecer el mayor? Y como el pago de los méritos solo concierne a quienes carecen de ellos, y como solo puede reinar el que menos entendimiento muestra para hacerlo, ¿quién, sino el estúpido, se distingue lo suficiente en la carencia de ambas cosas como para hacer fortuna? Así pues, cualquiera que sea un zoquete puede alegrarse de serlo, pues lo colocarán en un elevado escalafón de honor para adorarlo; le construirán un altar para sacrificar en él a la razón y encender incienso oloroso a su orgullo mediante la destrucción de la fama del sabio.»

SINOPSIS: «Elogio de la estupidez y otros textos sobre idiotas», de Jean Paul.

«La mejor manera de hablar de la estupidez sin caer en su trampa consiste en dejar que hable ella. Que nos hable de los beneficios que ha reportado a lo largo de los siglos a eruditos, ricos y poderosos, a cortesanos, clérigos y dogmáticos, embebidos todos ellos del don del orgullo, esa hada madrina que cumple todos los deseos del estúpido.Jean Paul nos ofrece en estos escritos, llenos de humor fino e ironía incisiva, un monólogo de la estupidez que es a su vez un catálogo de tipologías humanas para que cada uno de nosotros decida con cuál se siente más identificado: hay donde escoger.»

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