Georges Politzer. Principios de filosofía.

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«El pensamiento es la idea que nos hacemos de las cosas: ciertas ideas surgen ordinariamente de nuestras sensaciones y corresponden a objetos materiales; otras ideas, como las de Dios, de la filosofía, del infinito, del pensamiento mismo, no corresponden a objetos materiales. Lo que debemos retener aquí como esencial es que tenemos ideas, pensamientos, sentimientos, porque vemos y sentimos. La materia o el ser es lo que nuestras sensaciones y nuestras percepciones nos muestran y nos dan; es, de una manera general, todo lo que nos rodea, lo que se llama el «mundo exterior». Por ejemplo: mi hoja de papel es blanca. Saber que es blanca, es una idea, y son mis sentidos los que me dan esta idea. La materia es la hoja misma. Por eso, cuando los filósofos hablan de las relaciones entre el ser y el pensamiento, o entre el espíritu y la materia, o entre la conciencia y el cerebro, etc., todo esto es lo mismo y quiere decir: ¿cuál es, entre la materia o el espíritu, entre el ser o el pensamiento, el más importante, el que domina, en fin, el que apareció primero? Esto es lo que se llama: la cuestión o el problema fundamental de la filosofía.»


«Los que, adoptando la explicación no-científica, admitían la creación del mundo por Dios, es decir, afirmaban que el espíritu había creado la materia, formaban en el campo del idealismo. Los otros, los que trataban de dar una explicación científica del mundo y pensaban que la naturaleza, la materia, era el elemento principal, pertenecían a las diferentes escuelas del materialismo. Originalmente esas dos expresiones, idealismo y materialismo, no significaban más que eso. El idealismo y el materialismo son, pues, dos respuestas opuestas y contradictorias al problema fundamental de la filosofía. El idealismo es la concepción no-científica. El materialismo es la concepción científica del mundo.»


«Los materialistas afirman primero que hay una relación determinada entre el ser y el pensamiento, entre la materia y el espíritu. Para ellos, el ser, la materia, es el elemento primordial, la cosa primera, y el espíritu es la cosa secundaria posterior, dependiente de la materia. Porque para los materialistas, no es el espíritu o Dios quienes han creado el mundo y la materia; sino el mundo, la materia, la naturaleza son los que han creado el espíritu.

Por consiguiente, para los materialistas, la materia, el ser, son algo real, existente fuera de nuestro pensamiento y no necesitan del pensamiento, del espíritu, para existir. Del mismo modo, como el espíritu no puede existir sin materia, no hay alma inmortal e independiente del cuerpo. Contrariamente a lo que dicen los idealistas, las cosas que nos rodean existen independientemente de nosotros, son ellas las que nos dan nuestros pensamientos; y nuestras ideas no son más que el reflejo de las cosas en nuestro cerebro.»


«Los agnósticos dicen: antiguamente los hombres veían el sol como un disco plano y creían que era la realidad: se engañaban. Hoy la ciencia nos dice que el sol no es tal como lo vemos y pretende explicarlo todo. Sabemos, sin embargo, que ella se engaña a menudo, destruyendo un día lo que había construido la víspera. Error ayer, verdad hoy, pero error mañana. Así, sostienen los agnósticos, no podemos saber, no estamos seguro de nada por la razón. Y si otros medios además de la razón, como la fe religiosa, pretenden darnos certidumbres absolutas, ni siquiera la ciencia puede impedirnos creer en ellas. Disminuyendo la confianza en las ciencias, el agnosticismo prepara el retorno de las religiones.»


«Pretender que el universo ha sido creado por un espíritu que flotaba por encima de las tinieblas, que Dios es inmaterial, y después de hacerlo hablar, hablarnos de su cuerpo, es presentar torpemente una serie de ideas. Afirmando que el mundo no existe más que en nuestro pensamiento, en nuestro espíritu, el idealismo se presenta de un modo más oculto. En el fondo -lo sabemos-, es lo mismo, pero de manera menos brutal, más sutil. Por eso el idealismo es una forma refinada de religión. También es refinada porque los filósofos idealistas saben, en sus discusiones, prever las cuestiones, saben tender sus trampas, como Filonus o el pobre Hilas en los diálogos de Berkeley.»


«La primera ley de la dialéctica comienza por comprobar que «nada queda donde está, nada permanece como es» y que decir dialéctica es decir movimiento, cambio. Por consiguiente, cuando se habla de colocarse en el punto de vista dialéctico, quiere decir colocarse en el punto de vista del movimiento, del cambio: cuando queramos estudiar las cosas según la dialéctica, las estudiaremos en su movimiento, en su cambio.»


«Cuando se examina la flor que será manzana, después la manzana verde que se pondrá madura, se comprueba que esos encadenamientos internos que impulsan la manzana en su evolución obran bajo el imperio de fuerzas internas llamadas el autodinamismo, lo que quiere decir, fuerza que procede del ser mismo. Cuando el lápiz era todavía tabla, fue necesaria la intervención del hombre, porque nunca la tabla se habría transformado por sí misma en lápiz. No ha habido fuerzas interna ni autodinamismo, ni proceso. Luego, quien dice dialéctica dice no solo movimiento; quien dice dialéctica, dice autodinamismo.

Vemos, por tanto, que el movimiento dialéctico contiene en él el proceso, el autodinamismo, que es lo esencial. Porque no todo movimiento o cambio es dialéctico. Si tomamos una pulga, a la que vamos a estudiar desde el punto de vista dialéctico, diremos que no siempre ha sido lo que es y que no será siempre lo que es; si la aplastamos, se producirá en ella un cambio, sin duda, pero este cambio, ¿será dialéctico? No. Sin nosotros, no se habría aplastado. Este cambio no es dialéctico, sino mecánico.»


«Debemos evitar servirnos de la dialéctica de una manera mecánica. Esta es una tendencia que procede de nuestro hábito metafísico de pensar. No debemos repetir como un loro que las cosas no siempre han sido lo que son. Cuando un dialéctico dice esto, debe investigar en los hechos qué han sido antes las cosas. Decirlo no es el fin de un razonamiento, sino el comienzo de estudios para observar minuciosamente qué han sido antes las cosas.»


«Sabemos perfectamente, sin embargo, que no hay proletariado sin burguesía y que la burguesía no existe más que por el proletariado: son los dos contrarios inseparables. Esta unidad de los contrarios es interna, verdadera: es una unión inseparable. Y no basta, para suprimir los contrarios, separarlos uno de otro. En una sociedad basada en la explotación del hombre por el hombre existen obligatoriamente dos clases antagónicas: burguesía y proletariado.

Para suprimir la sociedad capitalista, para hacer la sociedad sin clases, hay que suprimir la burguesía y el proletariado, lo que permitirá a los hombres liberados crear una sociedad más evolucionada material e intelectualmente para marchar hacia el comunismo en su forma superior y no para crear, como pretenden nuestros adversarios, un comunismo «igualitario en la miseria».»


«La dialéctica nos obliga, prácticamente, a ver las cosas en todos sus aspectos; a considerar siempre no un solo lado de las cosas sino sus dos lados: no considerar nunca la verdad sin el error, la ciencia sin la ignorancia. El gran error de la metafísica consiste, justamente, en considerar solamente un lado de las cosas, en juzgar de una manera unilateral; y si cometemos muchos errores, es siempre en la medida en que no vemos más que un lado de las cosas, es porque tenemos a menudo razonamientos unilaterales.

Si la filosofía idealista afirma que el mundo no existe más que en las ideas de los hombres, hay que reconocer que hay cosas que no existen en efecto más que en nuestro pensamiento. Es verdad. Pero el idealismo es unilateral, no ve más que este aspecto. Solo ve al hombre que inventa cosas que no están en la realidad y saca la conclusión de que nada existe fuera de nuestras ideas. El idealismo está en lo justo subrayando esta facultad del hombre; pero, aplicando solo el criterio de la práctica, no ve más que eso.

El materialismo metafísico se engaña también porque no ve más que un lado de los problemas. Ve el universo como una mecánica. ¿Existe la mecánica? ¡Sí! ¿Desempeña un gran papel? Sí. El materialismo metafísico está en lo justo al decirlo, pero es un error ver solo el movimiento mecánico.»


«Un grupo de hombres con las mismas condiciones de existencia forma una clase, pero la noción de clase no se reduce a la de riqueza o pobreza. Un proletario puede ganar más que un burgués, y no por eso es menos proletario, porque depende de un patrón y porque su vida no está asegurada ni es independiente. Las condiciones materiales de existencia no están constituidas solo por el dinero ganado, sino por la función social, y entonces tenemos el encadenamiento siguiente: Los hombres hacen su historia por su acción según su voluntad, que es la expresión de sus ideas. Estas proceden de sus condiciones de existencia material, es decir, de su pertenencia a una clase.»


«Hay un punto que jamás deben olvidar los que emprenden el estudio de la filosofía marxista: como filosofía científica del proletariado revolucionario, el marxismo jamás separa la teoría (es decir, el conocimiento) de la práctica (es decir, de la acción). Marx, Engels y sus discípulos han sido a la vez pensadores y hombres de acción. Por otra parte, esta ligazón orgánica entre teoría y la práctica es lo que ha permitido al marxismo su enriquecimiento: cada etapa del movimiento revolucionario ha preparado un nuevo adelanto de la teoría. No se puede asimilar los principios del marxismo si no se participa en la acción revolucionaria, que pone de manifiesto la fecundidad de ello. La teoría marxista-leninista no es un dogma, sino una guía para la acción.»


«Por oposición a la metafísica, la dialéctica no considera la naturaleza como un conglomerado casual de objetos y fenómenos, desligados y aislados unos de otros sin ninguna relación de dependencia entre sí, sino como un todo articulado y único, en el que los objetos y los fenómenos se hallan orgánicamente vinculados unos a otros, dependen unos de otros y se condicionan los unos a los otros.

Por eso, el método dialéctico entiende que ningún fenómeno de la naturaleza puede ser comprendido, si se le enfoca aisladamente, sin conexión con los fenómenos que le rodean, pues todo fenómeno, tomado de cualquier campo de la naturaleza, puede convertirse en un absurdo si se le examina sin conexión con las condiciones que le rodean, desligado de ellas; y por el contrario, todo fenómeno puede ser comprendido y explicado si se le examina en su conexión indisoluble con los fenómenos circundantes y condicionados por ellos.»


«Por oposición a la metafísica, la dialéctica no considera la naturaleza como algo quieto e inmóvil, estancado e inmutable, sino como algo sujeto a perenne movimiento y a cambio constante, como algo que se renueva y se desarrolla incesantemente y donde hay siempre algo que nace y se desarrolla y algo que muere y caduca. 

Por eso el método dialéctico exige que los fenómenos se examinen no solo desde el punto de vista de sus relaciones mutuas y de su mutuo condicionamiento, sino también desde el punto de vista de su movimiento, de sus cambios y de su desarrollo, desde el punto de vista de su nacimiento y de su muerte.»


«La revolución (cambio cualitativo) es, pues, el producto histórico necesario de una evolución (cambio cuantitativo). Se ha definido así el aspecto cuantitativo y el aspecto cualitativo del movimiento social. El método dialéctico afirma que el movimiento tiene doble forma: evolutiva y revolucionaria. El movimiento es evolutivo cuando los elementos progresivos continúan espontáneamente su labor cotidiana e introducen en el viejo régimen pequeños cambios, modificaciones cuantitativas. El movimiento es revolucionario cuando esos mismos elementos se penetran de una misma idea y se precipitan contra el campo enemigo, para destruir de raíz el viejo régimen e introducir en la vida cambios cualitativos, instaurando el nuevo régimen. La evolución prepara la revolución y crea el terreno para ella, y la revolución corona la evolución y contribuye a su obra ulterior.»


«El reformista, precisamente porque cree que la evolución «natural» transforma la sociedad, no lucha ni siquiera por las reformas que desea. Sólo el dialéctico comprende que hay que luchar para obtener reformas y que es bueno hacerlo, porque sabe que la revolución está ligada a la evolución. Únicamente los revolucionarios pueden, mediante su participación en la acción, dar un contenido realmente progresista a las reformas. Son los únicos, porque, como dialécticos, pueden unir a su alrededor -primero en las acciones pequeñas, después en las más grandes- a los trabajadores engañados por el reformismo como aquellos a quienes seduce la «fraseología izquierdista». Sólo un dialéctico puede comprender el valor de los cambios cuantitativos graduales, la diversidad de las vías de la lucha por el socialismo según las condiciones, en resumen, esta verdad de que la revolución es un proceso.”


“Si se reflexiona un poco quedará demostrado, en efecto, que si no hubiera ninguna contradicción en el mundo, este no cambiaría. Si la semilla no fuera más que la semilla, seguiría siendo semilla, indefinidamente; pero lleva en ella misma el poder de cambiar, puesto que se convertirá en planta. La planta sale de la semilla y su nacimiento implica la desaparición de la semilla. Así es toda realidad; puesto que cambia es porque, en su esencia, es a la vez ella misma y otra cosa que ella misma. ¿Por qué la vida después de haber dado sus flores y sus frutos, declina hasta la muerte? Porque no es más que la vida. La vida se transforma en la muerte porque la vida contiene una contradicción interna, porque es la lucha cotidiana contra la muerte (a cada instante mueren las células, las reemplazan otras, hasta el día en que la muerte prevalezca). El metafísico opone la vida a la muerte como dos absolutos sin ver su unidad profunda, unidad de fuerzas contrarias. Un universo absolutamente carente de toda contradicción estaría condenado a repetirse: jamás podría suceder nada nuevo. La contradicción es, pues, interna en todo cambio.”


“Mediante la autocrítica, el trabajador crea las condiciones propicias para la lucha victoriosa de lo nuevo contra lo viejo en su propia conciencia, en su actitud diaria. Negarse a la autocrítica no es defender la dignidad, sino desperdiciar las posibilidades de progreso, es condenarse a retroceder, es degradar lo mejor de sí mismo.”


“Un pensamiento que desconoce las contradicciones deja escapar, pues, la esencia de la realidad. La simple definición del objeto más banal es ya la expresión de una contradicción. Si digo: «la rosa es una flor» hago de la rosa otra cosa que lo que es; la coloco en la calificación de flores. Ese es un principio de pensamiento dialéctico, porque de paso en paso, a partir de esta humilde rosa, encontraremos el universo entero (sabemos que «todo se relaciona»). Un pensamiento no dialéctico se contentará con decir: «la rosa es la rosa», lo que no enseña nada sobre la naturaleza y los caracteres de la rosa. Ello no impide que a veces sea útil recordar que una rosa es una rosa y no un carruaje. La lógica elemental, es decir, no dialéctica, que tiene por principio el principio de identidad ( a es a,a no es no-a), no es falsa. Simplemente es parcial, expresa el aspecto inmediato, superficial de las cosas.”

SINOPSIS: «Principios de filosofía», de Georges Politzer.

«Traducido al inglés y al alemán nada más publicarse, este libro se convirtió en un best-seller y a su autor en una referencia internacional. El filósofo analiza la desmoralización de la sociedad europea producida por el imperio del hombre-masa, un tipo de hombre nacido del desarrollo científico-técnico y del liberalismo del siglo XIX pero arisco a su pasado y decidido a imponer su propia vulgaridad por medio de la acción directa, la cual llevó en política a los totalitarismos fascista y bolchevique. Frente a los mismos, el autor hace una nítida defensa de la democracia liberal y una clara apuesta por la constitución de unos Estados Unidos de Europa como proyecto de futuro. Ortega es uno de los padres intelectuales de la Unión Europea.»

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