Byung-Chul Han. La desaparición de los rituales.

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«Aquellos guerreros arcaicos no son soldados. «Soldado» significa literalmente «a sueldo». El soldado es un siervo. Por eso, a diferencia del guerrero soberano como jugador, tiene miedo a la muerte. Arriesga su vida porque le pagan un sueldo por ello. El soldado como mercenario es un asalariado, un trabajador, un empleado. No juega. Gestiona un comercio con su vida. El juego fuerte, cuyo principio es la soberanía, no es compatible con la sociedad de la producción, que se orienta por la utilidad, el rendimiento y la eficiencia y que declara como valor absoluto la mera vida, la supervivencia, el seguir viviendo sanamente. El juego fuerte anula y supera la economía del trabajo y la producción. La muerte no es una pérdida, no es un fracaso, sino una expresión de vitalidad, fuerza y placer extremos. La sociedad de la producción está dominada por el miedo a la muerte. El capital parece ser una garantía contra la muerte. Nos lo imaginamos como una acumulación de tiempo, pues con dinero se puede hacer que otro trabaje por uno mismo, es decir, se puede comprar e tiempo. El capital ilimitado genera la ilusión de un tiempo ilimitado. El capital trabaja contra la muerte entendida como una pérdida absoluta.»


«Los rituales son procesos de incorporación y escenificaciones corpóreas. Los órdenes y los valores vigentes en una comunidad se experimentan y se consolidan corporalmente. Quedan consignados en el cuerpo, se incorporan, es decir, se asimilan corporalmente. De este modo, los rituales generan un saber corporizado y una memoria corpórea, una identidad corporizada, una compenetración corporal. La comunidad ritual es una corporación. A la comunidad en cuanto tal le es inherente una dimensión corporal. La digitalización debilita el vínculo comunitario por cuanto tiene un efecto descorporizante. La comunicación digital es una comunicación descorporizada.»


«El régimen neoliberal explota la moral. El dominio se consuma en el momento en que se hace pasar por libertad. La autenticidad representa una forma de producción neoliberal. Uno se explota voluntariamente creyendo que se está realizando. Mediante el culto a la autenticidad el régimen neoliberal se apropia de la propia persona, transformándola en un centro de producción de una eficiencia superior. De este modo la persona entera se involucra en el proceso de producción. El culto a la autenticidad es un signo inconfundible de decadencia de lo social.»


«La gloria del juego corre pareja con su soberanía, que no significa otra cosa que no estar sometido a una necesidad ni subordinado a un objetivo ni a una utilidad. La soberanía revela un alma «que está por encima de las preocupaciones de utilidad». Precisamente la presión para producir destruye la soberanía como forma de vida. La soberanía deja paso a un nuevo sometimiento, que sin embargo se hace pasar por libertad. El sujeto neoliberal, que se ve forzado a rendir, es un siervo absoluto por cuanto, sin amo, se explota a sí mismo voluntariamente.»


«Hoy el mundo no es un teatro en el que se representen papeles y se intercambien gestos rituales, sino un mercado en el que uno se desnuda y se exhibe. La representación teatral deja paso a la exposición pornográfica de lo privado.

También la sociabilidad y la cortesía tienen un alto componente de espectáculo. En ellas se juega con la bella apariencia. Por eso presuponen una distancia escénica y teatral. En el nombre de la autenticidad o de la verdad uno se despoja hoy de la bella apariencia y los gestos rituales como accesorios superficiales. Pero esta autenticidad no es otra cosa que crudeza y barbarie. El culto narcisista a la autenticidad es corresponsable del progresivo embrutecimiento de la sociedad. Hoy vivimos en una cultura de las pasiones. Cuando desaparecen los gestos rituales y se pierden los modales vencen las pasiones y las emociones. También en las redes sociales se elimina la distancia escénica que es constitutiva de la esfera pública. Se produce una comunicación pasional sin distancias.»


«El depresivo no tiene fuerzas para el suicidio soberano. Su suicidio no sería una expresión de afirmación vital. Más bien se vería obligado a ello porque la vida le resulta vacía, absurda e insoportable, porque está cansado y agotado, porque ya no puede producir, ya no puede darse tono. Comete suicidio como una negación de la vida. No es una muerte voluntaria, sino una muerte forzosa, una muerte por agotamiento. Una muerte así solo es posible dentro del régimen de producción neoliberal.»


«Sometidos a la presión para trabajar y para producir perdemos cada vez más esa capacidad de jugar que habíamos aprendido. También rara vez hacemos del lenguaje un uso lúdico. Solo hacemos que trabaje. Se obliga al lenguaje a transmitir informaciones o a producir sentido. A causa de ello ya no somos capaces de percibir formas que resplandezcan por sí mismas. El lenguaje como medio de información carece de esplendor. No seduce. También los poemas son construcciones rigurosamente formales que resplandecen por sí mismas. Con frecuencia no transmiten nada. Se caracterizan por el sobreexcedente, e incluso por el lujo del significante. Disfrutamos sobre todo con tu perfección formal. El lenguaje juega en los poemas. Por este motivo hoy apenas leemos ya poemas. Los poemas son ceremonias mágicas del lenguaje. El principio poético devuelve al lenguaje su gozo al romper radicalmente con la economía de la producción de sentido. Lo poético no produce. Por eso «lo poético es la insurrección del lenguaje contra sus propias leyes». En los poemas se disfruta del propio lenguaje. El lenguaje trabajador e informativo, por el contrario, no se puede disfrutar. El principio de trabajo se opone al principio de disfrute.»


«La transparencia como imperativo dataísta impone la obligación de pasarlo todo a datos e informaciones, es decir, de visibilizarlo. Es una presión para producir. La transparencia no declara libera al hombre, sino solo a los datos y las informaciones. Es una eficaz forma de dominio en la que la comunicación total coincide con la vigilancia total. La dominación se hace pasar por libertad. El big data genera un saber dominador que hace posible intervenir en la psique humana y manejarla. Considerándolo así, el imperativo dataísta de transparencia no es una continuación de la Ilustración, sino su final.»


«La seducción presupone una distancia escénica y lúdica que me conduce lejos de mi psicología. La intimidad del amor abandona ya la esfera de la seducción. Es el final del juego y el comienzo de la psicología y de la confesión. La intimidad desconfía de las escenificaciones. La erótica como seducción es algo distinto a la intimidad del amor. En la intimidad se pierde lo lúdico. La seducción se basa en la extimidad como lo contrario de la intimidad, en la exterioridad de lo distinto, que es inasequible a lo íntimo. De la seducción es constitutiva la fantasía para imaginar al otro.

La pornografía acaba sentenciando el final de la seducción. De ella se ha erradicado por completo al otro. El placer pornográfico es narcisista. Surge del consumo inmediato del objeto que se ofrece sin velos. Igual que se hace con el sexo, hoy se desnuda incluso el alma. La pérdida de toda capacidad de crear ilusiones y apariencias, de toda capacidad para el teatro, el juego y el espectáculo, es el triunfo de la pornografía.»


«Jugar es algo totalmente distinto que satisfacer el deseo sexual. La libido, que representa el fenómeno del capital en el nivel del cuerpo, es hostil al juego. El capital no solo engendra el cuerpo energético como fuerza laboral, sino también el cuerpo instintivo como fuerza sexual. La libido y el impulso son formas de producción. Se ponen a la forma de la seducción.

Se puede generalizar la pornografía declarándola un dispositivo neoliberal. Bajo la presión para producir todo se exhibe, se visibiliza, se desnuda y se expone. Todo queda a merced de la inapelable luz de la transparencia. La comunicación se vuelve pornográfica cuando se hace transparente, cuando se pule y queda convertida en un intercambio acelerado de informaciones. El lenguaje se hace pornográfico cuando no juega, cuando se limita a transportar informaciones. El cuerpo se hace pornográfico cuando pierde todo carácter escénico y lo único que tiene que hacer es funcionar. El cuerpo pornográfico carece de todo simbolismo. El cuerpo ritualizado, por el contrario, es un fastuoso escenario en el que se quedan consignados secretos y divinidades. También los sonidos se vuelven pornográficos cuando pierden toda sutiliza y recato y tienen como única función producir pasiones y emociones.»

SINOPSIS: «La desaparición de los rituales», de Byung-Chul Han.

«Los rituales, como acciones simbólicas, crean una comunidad sin comunicación, pues se asientan como significantes que, sin transmitir nada, permiten que una colectividad reconozca en ellos sus señas de identidad. Sin embargo, lo que predomina hoy es una comunicación sin comunidad, pues se ha producido una pérdida de los rituales sociales. En el mundo contemporáneo, donde la fluidez de la comunicación es un imperativo, los ritos se perciben como una obsolescencia y un estorbo prescindible. Para Byung-Chul Han, su progresiva desaparición acarrea el desgaste de la comunidad y la desorientación del individuo. En este libro, los rituales constituyen un fondo de contraste que sirve para perfilar los contornos de nuestras sociedades. Se esboza, así, una genealogía de su desaparición mientras se da cuenta de las patologías del presente y, sobre todo, de la erosión que ello comporta.»

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