Borja Vilaseca. Las casualidades no existen.
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«Cabe señalar que este viaje hacia el interior puede realizarse de dos formas distintas: como un turista más -que es como lo hace la gran mayoría- o como un verdadero viajero. Las diferencias son muy claras: los turistas tienen miedo y son algo perezosos. Por eso buscan confort y seguridad. Los viajeros, por su parte, son valientes y cuentan con iniciativa. De ahí que quieran aventura y libertad. Los turistas hacen turismo. Les gusta seguir un tour preestablecido. Siguen una senda cerrada, totalmente planificada. Saben en todo momento qué lugares van a visitar. Y no se alejan demasiado del guía. Los viajeros, en cambio, crean su propia ruta y siguen su propia senda. Para ello, cuentan con un mapa y una brújula propios. Al improvisar y fluir sobre la marcha, en demasiadas ocasiones terminan perdiéndose por sitios que ni siguiera sabían que existían, lo cual hace que su viaje sea mucho más auténtico y excitante. Esta es la razón por la que los turistas nunca saben dónde han estado, mientras que los viajeros nunca saben dónde están yendo. La gran diferencia es que los turistas vuelven a casa igual que como se fueron, mientras que los viajeros vuelven transformados.»
«La ironía de nuestra época es que si bien a nivel material nunca antes hemos sido tan ricos, a nivel espiritual nunca antes hemos sido tan pobres. Al estar tan poco desarrollados espiritualmente, seguimos enfermizamente obsesionados con el crecimiento económico. Y como antídoto contra la monotonía, el hastío y el aburrimiento que provoca llevar una existencia sin sentido, el culto al ego se ha convertido en la nueva religión. De ahí que inconscientemente creamos que para ser felices debemos satisfacer nuestras necesidades, hacer realidad nuestros deseos y cumplir nuestras expectativas egoicas. Parece que tengamos que llegar a ser alguien, en vez de ser simplemente quienes somos.»
«La paradoja es que al condenar nuestro lado oscuro, estamos impidiendo y obstaculizando que se manifieste nuestra parte luminosa. Y es que para irradiar luz primero hemos de aceptar, amar y estar en paz con nuestra oscuridad. Así, hemos de conocernos tan profundamente que se imposible que nos escandalicemos cuando alguien señale algunos de nuestros peores defectos. Por más que intentemos huir de nuestra sombra, nos acompaña a todas partes. De hecho, cuanto más intentamos negarla y reprimirla, más poder tiene sobre nuestra mente y nuestros pensamientos subconscientes. Y por ende, acaba controlando y adueñándose de nuestras actitudes y comportamientos, convirtiéndonos en meras marionetas.»
«Irónicamente, el exceso de conocimiento puede llegar a ser un obstáculo en nuestro camino hacia la transformación. Más que eruditos, lo esencial es que nos volvamos sabios. Y la sabiduría es la capacidad de obtener resultados de satisfacción de forma voluntaria, lo cual es una cuestión de práctica y entrenamiento. Y es que sabe más acerca del perdón quien ha perdonado una vez a alguien que quien ha leído ensayos y hecho seminarios sobre «aprender a perdonar» y todavía no ha perdonado. El saber de verdad no reside en el conocimiento, sino en la experiencia.»
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«En caso de aprovechar la adversidad para crecer y evolucionar espiritualmente, tarde o temprano llega un día en que dicha pérdida se convierte en una ganancia. Principalmente porque tomamos consciencia de que no sufríamos por lo que aparentemente habíamos perdido, sino por habernos perdido a nosotros mismos primero. Al quitarnos de encima todas las capas de cemento y hormigón reconectamos con nuestro diamante interior. Es entonces cuando comprehendemos que la verdadera felicidad reside en nuestro interior y solo depende de nosotros mismos cultivarla.»
«La verdadera causa de nuestro sufrimiento e infelicidad reside en creernos lo que pensamos acerca de lo que ocurre. Es decir, en apegarnos y engancharnos a dicho pensamiento, creyéndonos ciegamente la historia que nos cuenta sin comprobar previamente su veracidad. De ahí la importancia de ser conscientes de los pensamientos que van apareciendo por nuestra mente. En eso consiste vivir despiertos: en diferenciar entre la situación que está aconteciendo en cada momento -la cual es siempre neutra- y lo que pensamos acerca de ella, lo cual es una distorsión subjetiva.»
«Si algo he aprendido es que «verdad», «sabiduría» y «amor» son sinónimos. Y su denominador común es que no pueden enseñarse. Principalmente porque no tienen nada que ver con la información, el conocimiento o la erudición. De ahí que no los puedas obtener de ningún profesor ni tampoco tomarlos prestados de ningún gurú. La única manera de que comprehendas la verdad, seas sabio y aprendas a amar es viviendo experiencias profundamente transformadoras. Nadie puede recorrer este camino por ti. Absolutamente nadie.»
«Si alguien nos saca de quicio o cuenta con algún rasgo de personalidad que no soportamos es que es un maestro espiritual para nosotros. También lo son todos aquellos a quienes deseamos cambiar para adecuarlos a como nosotros consideramos que deberían ser. Eso sí, que alguien nos caiga mal no quiere decir que sea un maestro espiritual. Tan solo lo es si provoca que reaccionemos impulsivamente y nos perturbemos al interactuar con él. Por más que tendamos a demonizar a este tipo de personas -llegando en casos extremos a apartarlas de nuestra vida-, lo sabio consiste en aprovecharlas para nuestro propio desarrollo espiritual.»
«Por más dura y horrible que pueda parecernos una determinada circunstancia en un momento dado, cada ser humano es correspondiente con lo que está viviendo. A nadie le sucede nada que no le corresponda para aprender. Cualquier situación adversa que afrontamos contiene siempre una valiosa lección oculta. Desarrollarnos espiritualmente pasa por detectarla y aprovecharla para nuestra transformación interior. No en vano, todo lo que nos sucede en la vida es justamente lo que necesitamos para despertar y reconectar con la chispa de divinidad con la que nacimos.»
«La verdadera razón por la que aparentemente somos seres tan sociables no es nuestro amor por la sociedad, sino nuestro profundo miedo a la soledad. En demasiadas ocasiones preferimos estar mal acompañados que solos, compartiendo encuentros banales e intrascendentes -llenos de ruido, evasión y narcotización- con personas que tampoco saben ni quieren estar solas. No hay peor soledad que la de sentirnos solos estando rodeados de gente.»
«Irónicamente, no es que la realidad sea cruel con nosotros, sino que nosotros nos comportamos como auténticos tiranos con ella. De hecho, en general tratamos fatal a la realidad. Desde un punto de vista existencial, somos todos unos maltratadores. La criticamos constantemente y muy pocas veces la aceptamos tal como es. Estamos tan defraudados con ella que la queremos cambiar, adecuándola a nuestro sistema de creencias. Es decir, a cómo cada uno cree que debería ser.»
SINOPSIS: «Las casualidades no existen», de Borja Vilaseca.
«El libro que hará que los creyentes cuestionen la religión y los ateos se abran a la espiritualidad.
Estamos viviendo un hecho histórico imparable: cada vez la gente cree menos en las instituciones religiosas y -sin embargo- está cada vez más en contacto con su dimensión espiritual. Y esto se debe a que se está democratizando la sabiduría, provocando que los buscadores occidentales se adentren en la filosofía oriental. Como consecuencia de este viaje de autoconocimiento se está produciendo un despertar masivo de consciencia. Es decir, un profundo cambio en nuestra manera de concebirnos a nosotros mismos y de relacionarnos con la vida.
Todas las personas que han despertado -creyentes, ateas o agnósticas- comparten una misma vivencia: que no sucede lo que queremos, sino lo que necesitamos para aprender y evolucionar espiritualmente. De ahí que las casualidades no existan. Este libro explica cómo liberarnos de la «pecera mental» en la que nuestra mente sigue encerrada para sentirnos nuevamente unidos y conectados con la vida, recuperando la alegría innata que nos provoca el simple hecho de estar vivos. No te lo creas: atrévete a experimentarlo.
La religión es para quienes tienen miedo de ir al infierno, mientras que la espiritualidad es para quienes ya hemos estado en el infierno.»
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