Aurelia Martín. Antropología del género.
No se han encontrado productos.
«Las investigaciones en la década de los 80 se enfocaron a denunciar la identificación del sexo biológico con el género social, insistiendo en la necesidad de separar las cualidades humanas biológicas (sexo) y las cualidades humanas sociales (género). Por sexo se entendían «las características anatómicas de los cuerpos, incluida la genitalidad, así como las características morfológicas del aparato reproductor y aspectos tales como las diferencias hormonales y cromosomáticas» y se reconocían únicamente dos sexos: hombres y mujeres, que se consideraban universales.
Por género se entendía una creación exclusivamente social: lo que las representaciones colectivas interpretaban como ser socialmente un hombre o una mujer, es decir, el conjunto de atributos que se asociarían a cada categoría biológica en una determinada cultura: en definitiva, la construcción cultural de lo masculino y lo femenino.
En consecuencia, el género se refería al simbolismo sexual de las diferentes sociedades y periodos históricos y al imaginario colectivo, marcado por el dualismo hombre/mujer y masculino/femenino. La nueva acepción del término anglosajón gender fue pronto adoptada en la década de los 80 por las Ciencias Sociales a nivel internacional para referirse a la construcción social de la masculinidad y la feminidad en las diferentes culturas. La idea fundamental era subrayar que la posición de inferioridad de las mujeres se debía a razones sociales y no a la naturaleza humana, de manera que la igualdad era una meta plausible si se establecían las pautas socio-culturales adecuadas.»
«Pero el problema no se reduce a que existan unos marcadores culturales de género construidos culturalmente, sino a que las características asociadas al estereotipo de género masculino sean valoradas como superiores. De ahí que socialmente se acepte con mayor facilidad que las mujeres se adapten a los roles masculinos y no al contrario; por ejemplo, que ellas vistan pantalón en lugar de que los varones usen faldas.
El género pone de manifiesto que las diferencias sociales entre hombres y mujeres no son inmutables ni universales ni objetivas; por lo tanto, las relaciones de género pueden cambiar y evolucionar positivamente hacia una mayor estabilidad e igualdad. Los patrones antiguos no tienen por qué persistir y los derechos de las mujeres se irán imponiendo poco a poco en la mayoría de las sociedades.
La deconstrucción de la biologización de la feminidad, gracias a la introducción de la categoría género, condujo a rechazar frontalmente la justificación de la exclusión y la discriminación de las mujeres argumentando razones naturales (y no culturales) que frenaban transformaciones sociales. Esta ceguera tradicional había permitido a los hombres asegurarse el poder político-público en el marco de un intencionado interés por mantener el orden socialmente imperante, el que produce la ideología patriarcal dominante.
En el ámbito de la construcción de la identidad personal, el género nos permite observar cómo afecta esta categoría sociocultural a nuestra propia identidad y la visión que tenemos o queremos proyectar de nosotros/as mismos/as. Esto significa que las personas somos educadas desde nuestra infancia según los paradigmas sociales de los que se interpreta como ser un hombre o ser una mujer y, generalmente, lo aceptamos sin cuestionarlo, porque lo encontramos «normal» a pesar de ser «artificial».»
«Hoy en día la mayoría de los antropólogos creen que no hay evidencia sólida para constatar la existencia de un estado puro de matriarcado, aunque es evidente que han existido y existen diferentes grados de autoridad y poder de las mujeres en las distintas sociedades. La matrilinealidad, por tanto, no debe ser considerada una evidencia de la existencia de un matriarcado primitivo: es más, la mayoría de las investigaciones actuales afirman que no tenemos pruebas suficientes para creer en la existencia de sociedades con una dominación absoluta de las mujeres sobre los varones.»
«Esta imagen del dimorfismo sexual bipolar crea unos vínculos intrínsecos con la naturaleza que nos llevarían a pensar que las características socioculturales de hombres y mujeres son inmutables, universales y, por tanto, imposibles de modificar, ya que tendrían su base en la naturaleza.
La categoría género ha significado un escalón importante para romper con el determinismo biológico y demostrar científicamente que existen diferentes grados de dominación masculina, diferentes sistemas de género, diferentes formas de construir socialmente la masculinidad y la feminidad, etc. Pero las ideas sobre el dualismo sexual primigenio y esencialista, nos llevan a menudo a perpetuar la imagen de un género dual -paralelo al dualismo sexual-, diversas y variadas formas de socialización y de simbolismo sexual.
De hecho, la confusión entre sexo y género es tan frecuente que Stolcke subraya que la noción de género se ha convertido en una especie de término académico sintético que, aunque enfatice la construcción social de las identidades de mujeres y hombres, con frecuencia es simplemente mal utilizada como sinónimo culturalista de sexo, a tal punto que no es infrecuente oír hablar de dos «géneros», el género masculino y el femenino.»
«El vínculo entre la madre y su descendencia siempre ha sido tangible: ellas engendran; sin embargo, la paternidad, hasta hace muy pocos años (con la investigación genética y las pruebas de ADN), no era un hecho verificable. Las etnografías sobre relaciones de parentesco demuestran que en numerosas sociedades no se establecía una relación directa entre la introducción del esperma en el aparato genital femenino y el parto, entre otras razones, debido a los nueve meses de distancia que separan ambos eventos. Estas sociedades no creían, por tanto, que el padre participara en la gestación.
A lo largo de la historia, los varones han ido apropiándose paulatinamente de la reproducción reivindicando su indemostrable papel de padres a través de la consolidación de la patrilinealidad y todo lo que ello conlleva ideológicamente. Para ello, era necesario controlar la sexualidad de las mujeres de manera que tuviesen relaciones sexuales con un solo hombre, que sería, en consecuencia, el padre «verdadero» de su progenie. De ahí, una buena parte de la presión ideológica sobre la fidelidad femenina. ¿Cómo podrían si no estar seguros los hombres de su paternidad? El cinturón de castidad, la reclusión de las mujeres, el acento puesto en la virginidad femenina, tiene que ver con esta «incapacidad de los hombres para engendrar.
La patrilinealidad forma parte de una estrategia de apropiación de las capacidades reproductoras de las mujeres por parte de los hombres, pues ellos no pueden estar seguros de la veracidad de su paternidad.»
SINOPSIS: «Antropología del género», de Aurelia Martín.
«Existe una tendencia muy generalizada a confundir «género» con «mujeres»; es decir, a pensar que cualquier investigación de género se centrará exclusivamente en las mujeres, mostrándolas persistentemente como víctimas del sistema patriarcal. Otro error común consiste en identificar «género» con «sexo» y, por tanto, creer que se trata de un concepto dual (masculino y femenino). Este libro pone de manifiesto la falacia de ambas afirmaciones y abre el horizonte intelectual a nuevas interpretaciones y metodologías de investigación que se alejan de los estereotipos tradicionales. Analiza la construcción de las identidades de género en diferentes culturas del mundo, desde los «hijras» de la India a la Samoa de Margaret Mead, y realiza un recorrido por la historia de la Antropología del género.»
No se han encontrado productos.
MÁS SOBRE FEMINISMO:
No se han encontrado productos.