Yuval Noah Harari. Homo Deus.
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«El éxito genera ambición, y nuestros logros recientes impulsan ahora a la humanidad hacia objetivos todavía más audaces. Después de haber conseguido niveles sin precedentes de prosperidad, salud y armonía, y dados nuestros antecedentes y nuestros valores actuales, es probable que los próximos objetivos de la humanidad sean la inmortalidad, la felicidad y la divinidad. Después de haber reducido la mortalidad debida al hambre, la enfermedad y la violencia, ahora nos dedicaremos a superar la vejez e incluso la muerte. Después de haber salvado a la gente de la miseria abyecta, ahora nos dedicaremos a hacerla totalmente feliz. Y después de haber elevado a la humanidad por encima del nivel bestial de las luchas por la supervivencia, ahora nos dedicaremos a ascender a los humanos a dioses, y a transformar Homo sapiens en Homo Deus.»
«Da la impresión de que nuestra felicidad choca contra algún misterioso techo de cristal que no le permite crecer a pesar de todos nuestros logros sin precedentes. Aunque proporcionemos comida gratis para todos, curemos todas las enfermedades y aseguremos la paz mundial, todo ello no hará añicos necesariamente ese techo de cristal. Conseguir la felicidad verdadera no va a ser mucho más fácil que vencer la vejez y la muerte.
El techo de cristal de la felicidad se mantiene en su lugar sustentado en dos fuertes columnas: una, psicológica; la otra, biológica. En el plano psicológico, la felicidad depende de expectativas, y no de condiciones objetivas. No nos satisface llevar una vida tranquila y próspera. En cambio, sí nos sentimos satisfechos cuando la realidad se ajusta a nuestras expectativas. La mala noticia es que, a medida que las condiciones mejora, las expectativas se disparan. Mejoras espectaculares en las condiciones, como las que la humanidad ha experimentado en décadas recientes, se traducen en mayores expectativas y no en una mayor satisfacción. Si no hacemos algo al respecto, también nuestros logros futuros podrían dejarnos tan insatisfechos como siempre.»
«Los movimientos que pretenden cambiar el mundo suelen empezar reescribiendo la historia, con lo que permiten que la gente vuelva a imaginar el futuro. Ya sea que queramos que los obreros organicen una huelga general, que las mujeres tomen posesión de su cuerpo o que las minorías oprimidas exijan derechos políticos, el primer paso es volver a narrar su historia. La nueva historia explicara que «nuestra situación actual no es natural ni eterna. Antaño las cosas eran diferentes. Solo una sucesión de acontecimientos casuales creó el mundo injusto que hoy conocemos. Si actuamos con sensatez, podremos cambiar este mundo y crear otro mucho mejor».
Esta es la razón por la que los marxistas vuelven a contar la historia del capitalismo, por lo que las feministas estudian la formación de las sociedades patriarcales y por la que los afroamericanos conmemoran los horrores de la trata de esclavos. Su objetivo no es perpetuar el pasado, sino que nos libremos de él.»
«La teoría de la relatividad no enfurece a nadie porque no contradice ninguna de nuestras preciadas creencias. A la mayoría de la gente le importa un comino que el espacio y el tiempo sean absolutos o relativos. Si alguien cree que es posible distorsionar el espacio y el tiempo, pues muy bien. ¡Adelante, que los distorsione! ¿Qué me importa a mí?
En cambio, Darwin nos ha privado de nuestra alma. Si uno entiende de verdad la teoría de la evolución, comprende que el alma no existe. Se trata de una idea terrible, no solo para los cristianos y los musulmanes devotos, sino también para muchos laicos que no tienen ningún dogma religioso claro pero que no obstante quieren creer que cada humano posee una esencia individual eterna que permanece inalterada a lo largo de la vida y que puede sobrevivir intacta a la muerte.»
«A lo largo de la historia, los ejércitos disciplinados derrotaron fácilmente a las hordas desorganizadas, y las élites unificadas dominaron a las masas desorganizadas. Por ejemplo, en 1914, tres millones de nobles, oficiales y empresarios rusos señoreaban a 180 millones de campesinos y obreros. La élite rusa sabía cómo cooperar en defensa de sus intereses comunes, mientras que 180 millones de plebeyos eran incapaces de llevar a cabo una movilización efectiva. De hecho, gran parte de los esfuerzos de la élite se centraban en asegurar que los 180 millones de personas situadas por debajo nunca aprendieran a cooperar.»
«A medida que las burocracias acumulan poder, se hacen inmunes a sus propios errores. En lugar de cambiar sus relatos para que encajen con la realidad, pueden cambiar la realidad para que encaje con sus relatos. Al final, la realidad externa concuerda con sus fantasías burocráticas, pero solo porque forzaron a la realidad a hacerlo.
Por ejemplo, las fronteras de muchos países africanos no tienen en cuenta la trayectoria de ríos, cordilleras y rutas comerciales, dividen innecesariamente zonas históricas y económicas, y obvian las identidades étnicas y religiosas locales. La misma tribu puede encontrarse dividida entre varios países, mientras que un país puede incorporar escisiones de numerosos clanes rivales. Estos problemas aquejan a países de todo el mundo, pero en África son particularmente graves porque las fronteras africanas modernas no reflejan los deseos y luchas de sus naciones. Fueron establecidas por burócratas europeos que nunca pusieron sus pies en África.»
«Organizaciones humanas realmente poderosas, como el Egipto faraónico, la China comunista, los imperios europeos y el sistema escolar moderno, no son necesariamente perspicaces. Gran parte de su poder estriba en su capacidad de imponer sus creencias ficticias a una realidad sumisa. Esta es la idea del dinero, por ejemplo.
El gobierno coge trozos de papel que no valen nada, declara que son valiosos y después los utiliza para computar el valor de todo lo demás. El gobierno ostenta el poder de obligar a los ciudadanos a pagar impuestos mediante el uso de estos trozos de papel, de modo que los ciudadanos no tienen más opción que hacerse con , al menos, algunos billetes. En consecuencia, los billetes cobran un valor verdadero, los funcionarios del gobierno son vindicados en sus creencias y, puesto que es el gobierno quien controla la emisión de papel moneda, su poder aumenta.»
«¿Cómo sabemos si una entidad es real? Muy sencillo. Bastará con que nos preguntemos: «¿Puede sufrir?». Cuando la gente prende fuego al templo de Zeus, Neus no sufre. Cuando el euro pierde su valor, el euro no sufre. Cuando un banco quiebra, el banco no sufre. Cuando un país es derrotado en una guerra, el país en realidad no sufre. Es solo una metáfora. En cambio, cuando un soldado es herido en la batalla, sí que sufre. Cuando una campesina hambrienta no tiene nada que comer, sufre. Cuando una vaca es separada de su ternero recién nacido, sufre. Esto es la realidad.»
«La ficción no es mala. Es vital. Sin relatos aceptados de manera generalizada sobre cosas como el dinero, los estados y las empresas, ninguna sociedad humana compleja puede funcionar. No podemos jugar al fútbol a menos que todos creamos en las mismas normas inventadas, y no podemos disfrutar de los beneficios de los mercados y de los tribunales sin relatos fantásticos similares. Pero los relatos solo son herramientas. No deberían convertirse en nuestros objetivos ni en nuestras varas de medir. Cuando olvidamos que son pura ficción, perdemos el contacto con la realidad. Entonces iniciamos guerras enteras «para ganar mucho dinero para la empresa» o «para proteger el interés nacional». Empresas, dinero y naciones existen únicamente en nuestra imaginación. Los inventamos para que nos sirvieran, ¿cómo es que ahora nos encontramos sacrificando nuestra vida a su servicio?»
SINOPSIS: «Homo Deus», de Yuval Noah Harari.
«A lo largo del último siglo, la humanidad ha logrado lo imposible frenando la hambruna, la peste y la guerra. Por primera vez en la historia, más personas mueren por obesidad que por pasar hambre y hay más probabilidades de quitarse la vida que de morir en un conflicto bélico o un atentado terrorista.
¿Qué pasará con la democracia cuando Google y Facebook lleguen a conocer nuestros gustos y preferencias políticas mejor que nos conocemos a nosotros mismos? ¿Qué pasará con el estado de bienestar cuando la inteligencia artificial expulse a los individuos del mercado laboral, creando una «clase innecesaria» de humanos ? ¿Cómo podremos lidiar con los avances en ingeniería genética? ¿Terminará Silicon Valley por establecer nuevas religiones en lugar de enfocarse a producir únicamente dispositivos inteligentes?
Homo Deus explora los proyectos, los sueños y las pesadillas que configurarán el siglo XXI: desde superar la muerte hasta la creación de la inteligencia y la vida artificial.
¿Hacia dónde nos dirigimos? ¿Cómo protegeremos al mundo de nuestros propios poderes destructivos? He aquí una mirada hacia el futuro de la evolución. He aquí Homo Deus.»
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