Paz Padilla. El humor de mi vida.
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«Hemos avanzado rapidísimo, tenemos una capacidad de análisis prodigiosa para el poco tiempo que llevamos existiendo como especie, pero tenemos nuestras limitaciones de fábrica. El cerebro no está diseñado primitivamente para ser consciente de nuestra muerte o nuestro envejecimiento, y evita así que nos atormentemos y no nos reproduzcamos Lo que pasa es que hemos sido capaces de inventar artilugios, como los espejos o las cámaras fotográficas, para engañarles y comprobar el paso del tiempo por nuestro físico. Por muchas operaciones estéticas que nos hagamos, llegará un día en el que seremos una arrugada y vieja pasa poco atractiva. Eso si tenemos suerte. La otra es no darnos nunca por vencidos en nuestra cruzada, continuar haciéndonos retoquitos y acabar frustrados, tristes, y con la piel de una pelota de gimnasia rítmica derretida. Vestir como adolescentes y decir que nos gusta la música trap y el reguetón con cincuenta años no nos da un aire juvenil, nos convierte en unos viejos absurdos. Necesitamos aceptar que envejecemos y necesitamos aceptar que vamos a morir.»
«Una cosa es el deseo de cambio y otra la voluntad de cambio. Para que se produzca un cambio debe existir una voluntad de cambio real. Aparte del intento de anulación que el sistema convenientemente ejerce sobre nosotros por sistema -valga la redundancia-, el principal impedimento para el cambio individual sigue siendo el miedo. Vivimos con miedo.»
«Tampoco puede negar nadie que el arma de seducción masiva más potente es la comedia. Nada genera un vínculo tan fuerte entre dos personas como reírse juntas de cualquier cosa, por estúpida que sea. De la misma manera que no se hace humor sin amar al ser humano, sin querer hacer feliz a otras personas, ni es posible hacerlo con miedo. No se puede reír con miedo. La manifestación del humor es una consecuencia directa de la inteligencia. Parte de una idea u ocurrencia del cerebro que provoca placer al mismo. Un sofisticado mecanismo evolutivo que el hombre ha desarrollado para esquivar los miedos instintivos. Cuando logramos racionalmente reírnos de nuestros miedos, estos desaparecen. Por tanto, amor y humor son los dos únicos mecanismos que conozco para perder el miedo a la muerte, y sin la muerte, quién sabe si merecería la pena todo lo demás.»
«Es la sociedad, en general, la que no quiere educarse para morir. Tanto el sistema educativo en su totalidad, desde profesores hasta gobiernos, como los propios padres, no consideran esencial una educación emocional de los pequeños, acorde a las capacidades específicas de cada edad, para afrontar la pérdida de un ser querido, lo finito de la vida o, sin ir más lejos, la derrota a cualquier escala.»
«El humor no es objetivo. No lo es ninguna disciplina artística al cien por cien, y el humor, que a mi juicio necesita de un mecanismo de procesamiento más complejo que otras, menos. Me parece incluso absurdo tener que explicar que lo que a una persona le hace gracia, a otra puede no hacérselo o incluso ofenderla. Si está muy sensibilizada con un tema sobre el que se bromea o si le afecta o involucra de manera directa, es comprensible que le cuesta abstraerse y reírse. Está en todo su derecho a ofenderse por un chiste. Otro asunto es pretender que ese o esa humorista reciba un castigo judicial por el hecho de que le resulte ofensivo. Nadie debe ser llevado ante la ley por un chiste. Es más, estoy completamente segura de que los otros miles de chistes que sí le hacen reír ofenden a otras personas.»
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«Cuando eres famosa -máxime si te dedicas a la comedia- estás tan sometida a la opinión pública, metes con tanta frecuencia la pata, que te obliga a relativizar la crítica sí o sí. Te acostumbras a estar en un constante ejercicio de introspección del que, o sales deprimida por no gustar a todos a cada minuto, o te vuelves impermeable al qué dirán y disfrutas de tu trabajo.
Perder el amor de mi vida no ha hecho más que aumentar ese sentimiento. Imagino que Antonio tendría amplificada esa sensación por un millón. Por su testimonio, y el de otros en su mismo lugar que he estado leyendo durante este tiempo, saber que tu muerte es inminente aparta de tu mente ipso facto lo que tiene escasa trascendencia. Es decir, casi casi todo. El dinero, la fama, el estatus, el poder, las obligaciones, las normas. Todo lo que no es el presente inmediato, el aquí y el ahora, carece de sentido. Y cuando la realidad carece de sentido, es inevitable que aparezca para salvarte el sentido del humor.»
«La terapia psicológica es como el sexo, a cada una le satisface que se lo hagan de una manera; la manera no tiene por qué ser la misma toda la vida -un tiempo puede apetecerte de una forma y otro, de otra-; pero eso sí, a todo el mundo le hace falta. Sí, a todas y a todos, por h o por b.»
«Parece ser determinante para la aceptación de la muerte la armonía con las relaciones significativas que tenemos alrededor. A lo largo de la vida, como venimos a este mundo sin manual de instrucciones, todos nos hemos equivocado y hemos tenido que pedir perdón y perdonar alguna vez. Lo importante es llegar a esa etapa de la vida con la mochila descargada sin asuntos que resolver. A veces la gente sigue estando con alguien castigado en su corazón, lo que significa una carga que le impide fluir. Hacer las paces con vuestra biografía, reconciliaros con lo ocurrido, aceptar y perdonar historias que carecen de importancia, al fin y al cabo, es muy higiénico para poder soltar. Aceptar que la vida no son los días que faltan, sino la maravilla que hemos vivido hasta ahora.»
«Que yo me muestre feliz en un momento duro no indica que esté fungiendo, actuando ni huyendo de mi tristeza. He enterrado a mi marido hace meses, ¿cómo voy a estar? La tristeza no es un antónimo de felicidad. No son incompatibles, no por estar triste no puede una ser feliz. La tristeza es parte natural del proceso del duelo y, como parte natural, debemos aceptarla, dejar de resistirnos.»
«Esta sociedad tiene un pavor tremendo a la soledad, no sabe estar sola. A mí al principio me pasaba también. Veía a parejas felices cercanas a mí y me sentía incompleta, vacía. Sin embargo, al llegar a casa me sentaba a meditar y la conclusión a la que terminaba llegando era que todos y todas estamos solos y solas desde que nacemos hasta que morimos. No hay nada más sano que aprender a estar en soledad. Estar a gusto con una misma. Cuanto antes disfrutemos de nuestra compañía, mejor, porque para bien o para mal es para toda la vida. La soledad es buena. La soledad no es un fracaso, no es motivo de vergüenza. Además de utilizarse con connotaciones negativas, funestas, suele asociarse erróneamente a la soltería o incluso se intercambian ambos vocablos como si fueran sinónimos.»
«Vamos a cinco dermatólogos en busca de segundas opiniones porque nos asusta que un lunar haya crecido unos milímetros y, sin embargo, no congeniamos bien con un psicólogo un día y castigamos a toda la profesión. O lo que es más español, hablamos de ellos sin haber ido en nuestra vida a uno»
SINOPSIS: «El humor de mi vida», de Paz Padilla.
«Nadie nace preparado para morir y muy pocas son las personas que finalmente realizan una adecuada preparación. Somos una sociedad que vive de espaldas a la muerte por puro terror. Rehuimos hablar de ella, nos prohibimos reflexionar sobre ella y negamos por sistema su existencia, por si, de esta manera, logramos evitarla.
Asumámoslo, nacemos, crecemos, asistimos a un sinfín de sitios por compromiso a los que no queremos ir, algunos insensatos nos reproducimos y nos morimos. Esta concepción de la muerte como un proceso natural es algo que tiene muy presente Paz Padilla, quien ha tenido que afrontar en cuestión de meses la pérdida de dos personas irremplazables: su madre y el amor de su vida, Antonio.
A través de la narración de su singular historia de amor, la humorista y presentadora comparte el trabajo personal de aceptación realizado para acompañar a su marido en sus últimos días. El amor se entremezcla con el humor descarado que la caracteriza para hablar de la muerte sin tabúes, sin pelos en la lengua y sin miedo.»
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