José Luis L. Aranguren. Ética.

No se han encontrado productos.

«Mantenerse en la verdad -vivir en la verdad y decirla- y en la libertad, en lucha contra la presión social de un mundo que se aparta de ellas por su incapacidad para soportar la verdad y por su “miedo a la libertad”, es prueba de la virtud de fortaleza. Los hombres consideran que la verdad y la libertad constituyen una carga demasiado pesada para llevarla sobre sus hombros y abdican con gusto de ella a cambio de una “seguridad” aparente y de que otro elija por ellos. Pero, por lo mismo, para que su “seguridad” sea tal, necesitan acallar la “mala conciencia” de su alienación, y de ahí que no permitan la proclamación de la verdad ni la llamada a la libertad. Y, sin embargo, la veracidad, el decir la verdad y la libertad interior, virtudes para todos, aunque pocos las posean, nos interesan especialmente aquí porque son constitutivas de la auténtica existencia filosófica. El filósofo, y especialmente el filósofo moral, es el que toma sobre sí, a todo riesgo, el peso de la conciencia y el de la enseñanza de la elección moral y libre. Esto y no otra cosa es, en su contextura moral, la filosofía.»


«El condicionamiento de la libertad por la vida es, pues, triple: condicionamiento psicobiológico, “naturalización” de la libertad, pues ésta no es la despedida de la naturaleza, sino que emerge, precisamente de la naturaleza; condicionamiento por el situs, por la situación: ahora ya no está en mi mano dar a mi vida una orientación perfectamente posible hace veinte años; quien ha fundado una familia ya no puede volverse atrás y dedicarse a la vida monástica. La situación concreta nos arrebata una porción de posibilidades y nos impone en cambio deberes ineludibles. Cada hombre pudo haber sido muy diferente de lo que es, pero pasó ya la oportunidad, el kairós para ello. Y, en fin, en tercer lugar, condicionamiento por el habitus .Los hábitos que hemos contraído restringen nuestra libertad, nos empujan a estos o a los otros actos. Virtudes y vicios son cualidades reales, impresas en nosotros. Los hábitos fueron voluntarios en cuanto a su generación aun cuando ahora no lo sean. Por eso la responsabilidad principal recae no sobre el acto cometido hoy, sino sobre el hábito contraído ayer, que nos inclina a él. La vida moral es una totalidad indivisible.»


«Pero ya sabemos que haciendo esto o lo otro llegaremos a ser esto o lo otro; sabemos que al realizar un acto realizamos y nos apropiamos una posibilidad de ser: si amamos, nos hacemos amantes; si hacemos justicias, nos hacemos justos. A través de los actos que pasan va decantándose en nosotros algo que permanece. Y eso que permanece, el sistema unitario de cuanto, por apropiación, llega a tener el hombre es, precisamente, su más profunda realidad moral.»


«El hábito es verdad que quita libertad actual, pero también la da: gracias a la fijación mecánica de una parte de la vida, a la creación de una serie de automatismos, puede el hombre quedar disponible y libre para lo realmente importante.»


«Al hombre no le acontece, salvo casos sobrenaturales, una revelación de lo que ha de ser; al hombre nadie le dicta, de una vez por todas, lo que ha de hacer. El porvenir es constitutivamente opaco y por tanto impenetrable: nadie puede preverlo como no sea profeta. Nadie puede ver su destino contemplándolo en una idea-arquetipo. Por eso decía antes que la palabra «vocación», tomada al pie de la letra, es engañosa. En el plano natural no hay «llamada» a priori, quietamente oída. La vocación se va forjando en la realidad, en la práxis con ella. Naturalmente, ahora no se trata de un proyecto cualquiera, sino del proyecto fundamental de la existencia. Pero éste, forjado a priori, es muy poca cosa; necesita ser articulado, a través de la vida, en el modo concreto, personal, intransferible, nuestro, de ser artista, intelectual o religioso. Y eso solo acontece en la realidad, frente a la realidad, con la realidad cambiante de cada día. He aquí por qué las vocaciones prematuras o abstractas, forjadas a espaldas de la realidad, son vanas, no son tales vocaciones. Lo que el hombre ha de hacer y ser se va determinando en concreto, a través de cada una de sus situaciones; nuestra práxis ha de tener siempre un sentido, pero a veces la dimensión más profunda de éste solo se revela a través del tiempo; por eso hay que saber escuchar, a su hora, pero no antes, lo que «el tiempo dirá».»


«Son muchos los que han pensado que el arrepentimiento pretende un imposible: borrar el pasado. Exclama Séneca: quisiera no haber hecho lo que hice, quisiera que lo que hice no estuviera ahí, ante mí, cuajado para siempre. Pero ya está inexorablemente hecho. Y lo de menos es el “hecho” como tal, el hecho exterior y por tanto separado ya de mí. Lo grave es que a través de cada uno de mis actos me he ido haciendo yo; de tal modo, que ellos han dejado su huella impresa en mí, han modelado mi êthos, mi carácter. Por eso de nada serviría, suponiendo que fuese posible, revocar mis acciones pasadas, en virtud de una reversión, de una marcha atrás en la vida. Supongamos que, por un milagro, pudiésemos quedarnos solamente con las acciones de las que estamos satisfechos y rechazar por “infectas”, por “no hechas”, aquellas otras de las que nos avergonzamos. ¿Habríamos ganado mucho con ello? No. Las acciones ya pasaron, tal vez no las recuerda ya nadie, casi ni yo mismo. Pero yo, después de cometerlas, y por el hecho de haberlas cometido, soy diferente del que era antes. Mientras no se borrase esa diferencia en mí mismo y no simplemente en los hechos, poco habría ganado.»

SINOPSIS: «Ética», de José Luis L. Aranguren.

«Es el presente libro de ética filosófica. Subrayo las dos palabras. Ética, porque no constituye una «fuga» a la metafísica, una evasión de los genuinos problemas éticos: filosofía, porque rechaza con energía la disolución de la filosofía moral en teología moral o moral cristiana. En cuanto a lo primero, reconozco que la filosofía es unitaria y que su parcelación en diferentes disciplinas tiene mucho de convencional. Creo que cada cual tiene derecho -cuando no deber- a acotar el área de investigación. Yo la he acotado no sólo hacia atrás, mas también hacia delante, hacia la abertura de la ética a la religión. Es verdad que cabría «repetir» otra vez el objeto de esta investigación, ahora desde la nueva «formalidad» o «luz» religiosa velada. Sí, pero eso sería ya moral cristiana y no ética filosófica. Pero el profesor de filosofía lo es, constitutivamente, in partibus infidelium, lo es moviéndose precisamente en esa realidad «natural» . Por tanto, no puede partir de la religión, aunque sí puede -y eso es lo que yo he hecho aquí- «llegar» a ella, mostrar su acceso a ella. Con lo que acabo de decir se enlaza la última observación que, sobre el contenido de la obra, quiero hacer. Este libro, por ser filosófico, es de moral pensada. Sin embargo, he procurado mantenerlo siempre muy abierto a la moral vivida, religiosa o secularizada, minoritaria o social, personal o usual. Creo que este «empirismo», sobre todo si se conjuga con el principal de una fundamentación antropológica y psicológica positiva, es de una importancia capital.»

No se han encontrado productos.

OTROS LIBROS DE JOSÉ LUIS ARANGUREN:

No se han encontrado productos.

MÁS FRASES DE FILOSOFÍA:

Scroll al inicio