John Dewey. El arte como experiencia.
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«El lenguaje existe solo cuando es oído y hablado; el oyente es un participante indispensable; la obra de arte solo es completa si opera en la experiencia de otros distintos de su autor. Por consiguiente, el lenguaje implica lo que los lógicos llaman una relación triádica: el que habla, la cosa dicha y al que se habla. El objeto externo, el producto del arte, es el lazo que conecta al artista con su público. Aun cuando el artista trabaje en la soledad están presentes los tres términos. Cuando la obra está en progreso, el artista tiene que convertirse por compensación en el público receptor. Solamente puede hablar, si su obra apela a él como si fuera alguien a quien se habla mediante lo que percibe; observa y entiende, como pudiera hacerlo una tercera persona que anota e interpreta.»
«Todo lenguaje, cualquiera que sea su medio, implica lo que se dice y como se dice, o sea, la sustancia y la forma. La gran cuestión concerniente a la sustancia y a la forma es: ¿la materia llega primero ya hecha y viene después la investigación para descubrir la forma en que incorporarla? O ¿todo el esfuerzo creador del artista es una aspiración para dar forma a la materia, para actualizar la auténtica sustancia de la obra de arte? La cuestión es muy vasta y profunda. La respuesta que se dé determina la resolución de muchos otros puntos controvertidos en la crítica estética.»
«Un poema nuevo es creado por cada uno de los que leen poéticamente, no porque su materia prima sea original -ya que después de todo vivimos en el mismo viejo mundo-, sino porque cada individuo trae consigo, cuando ejercita su individualidad, una manera de ver y de sentir que en su interacción con el antiguo material crea algo nuevo, algo que no existía previamente en la experiencia.»
«Uno de los rasgos esenciales del artista es que es un experimentador nato. Sin este rasgo no pasará de ser un buen o un mal académico. El artista tiene que ser un experimentador, porque tiene que expresar una experiencia intensamente individual a través de medios y materiales que pertenecen al mundo común y público. Este problema no puede ser resuelto de una vez por todas. Es un problema que se vuelve a presentar con cada nueva obra. De otra manera el artista se repite a sí mismo y muere estéticamente. Solo porque el artista opera experimentalmente abre nuevos campos de experiencia y revela nuevos aspectos y cualidades en escenas y objetos familiares.»
«Las cosas familiares se absorben y se convierten en un depósito en el que las semillas o chispas de las nuevas condiciones provocan una agitación. Cuando lo viejo no se incorpora, el resultado es una mera excentricidad. Los grandes artistas originales asimilan la tradición, no la evitan, sino que la incorporan en su trabajo. Entonces el conflicto mismo entre la tradición y lo nuevo de ellos mismos y de su ambiente crea la tensión que demanda un nuevo modo de expresión.»
«Solo a las personas que han sido mimadas en su infancia les gustan las cosas siempre suaves; las personas vigorosas que prefieren vivir y no se contentan con subsistir, encuentran repulsivo lo demasiado fácil. La dificultad es incuestionable solo cuando en vez de desafiar a la energía la abruma y la obstruye. Algunos productos estéticos tienen una inmediata boga; son las «mejores ventas» de su día. Son «fáciles» y por eso atraen rápidamente; su popularidad atrae imitadores que establecen la moda en piezas de teatro, novelas o canciones pasajeras. Con todo, su misma pronta asimilación en la experiencia las agota rápidamente; de ellas no se derivan nuevos estímulos. Tienen su día, y solamente uno.»
«La falta más común en la sobras que reclaman ser llamadas obras de arte, es el esfuerzo para adquirir vigor exagerando algún elemento. Al principio sucede como con los «éxitos de ventas» pasajeras de cualquier especie, que hay una respuesta inmediata. No obstante, tales obras no perduran, sino que cuando pasa el tiempo, se hace cada día más evidente que lo que se ha tomado por fuerza significa debilidad en los factores que se contrarrestan. Ningún encanto sensual, por grande que sea, es suficiente si es contrarrestado por otros factores. La melosidad aislada es una de las cualidades que más rápidamente se agotan.»
«Mirar una obra de arte con el fin de ver si ciertas reglas han sido bien observadas, y se conforma a los cánones, empobrece la percepción. Sin embargo, si tratamos de advertir cómo se satisfacen ciertas condiciones, tales como los medios orgánicos que expresan y realizan partes definidas, o si el problema de la individualización adecuada está resuelto, aguzaremos la percepción estética y enriqueceremos su contenido. Porque todo artista cumple la operación a su modo y nunca se repite exactamente en dos de sus obras. Se entrega a todo medio técnico que pueda darle resultado, y si captamos este método característico de trabajo nos iniciaremos en la comprensión estética.»
«Finalmente, clases fijas y reglas fijas van siempre juntas inevitablemente. Si, por ejemplo, hay muchos géneros separados en literatura, entonces hay algún princjpio inmutable que divide cada clase y define una esencia inherente que hace a cada especie lo que es. Hay que conformarse, entonces, a este principio, pues de otra manera se violaría la «naturaleza» que pertenece al arte y el resultado sería arte «malo».
El artista, en vez de ser libre de hacer lo que pueda con el material que tiene a mano y con los medios que controla, está obligado, so pena de ser reprendido por el crítico que sabe las reglas, a seguir los preceptos que emanan de este principio básico. En vez de observar el asunto, observa reglas. Así, la clasificación pone límites a la percepción. Si la teoría que está bajo ella es influyente, restringe la obra creadora. Porque las nuevas obras , en el grado en que son nuevas, no encajan dentro de casillas ya preparadas. Son en las artes lo que las herejías son en teología. En todo caso son obstrucciones en el camino de la expresión genuina.
Las reglas que acompañan a la clasificación tienen una desventaja más. La filosofía de las clasificaciones fijas, hasta donde está en boga entre los críticos (que lo sepan o no, están sujetos a una u otra de las posiciones que los filósofos han formulado con mayor precisión), alienta a todos los artistas, excepto a aquéllos de vigor y valentía inusitados, a hacer, de la «seguridad es lo primero», su principio director.»
«Lo importante es que una obra de arte explote su medio hasta el límite de sus posibilidades, teniendo presente que el material no es el medio, salvo cuando se usa como órgano de expresión. Los materiales de la naturaleza y de la sociedad humana son múltiples hasta lo infinito. Cuando algún material encuentra un medio que expresa su valor en la experiencia -es decir, su valor imaginativo y emocional-, se hace sustancia de una obra d arte. La lucha permanente del arte consiste en convertir materiales tartamudos o mudos en la experiencia ordinaria, en medios elocuentes. Recordando que el arte denota una cualidad de la acción y de las cosas hechas, toda auténtica obra nueva de arte es, en cierto grado, por sí misma, el nacimiento de un arte nuevo.»
«La fuerza imaginativa de la literatura es una intensificación del oficio idealizador desempeñado por las palabras en el habla ordinaria. La presentación más realista de una escena en palabras coloca frente a nosotros, después de todo, cosas que no son sino posibilidades de un contacto directo. Toda idea es, por naturaleza, indicativa de una posibilidad, no de una actualidad. El significado que transmite puede ser actual en algún tiempo y lugar, pero mientras es una idea, su significado para la experiencia es una posibilidad; es ideal en el sentido estricto de la palabra, sentido estricto porque «ideal» se usa también para denotar lo fantástico y utópico, la posibilidad que es imposible.»
«Es absurdo preguntar lo que un artista «realmente» quiere significar con su producto; el artista mismo encontraría en éste diferentes significados en días y horas diferentes y en diferentes estados de su propio desarrollo. Si pudiera hablar, diría: «quiero significar solo esto, y esto significa cualquier cosa que usted o cualquier otra persona pueda obtener de la obra honradamente, es decir, en virtud de su propia experiencia vital». Cualquier otra idea hace de la pretendida «universalidad» de una obra de arte un sinónimo de identidad monótona. El Partenón -o cualquier otra cosa- es universal porque puede inspirar continuamente nuevas realizaciones personales de la experiencia.
Es simplemente imposible que alguien hoy en día experimente el Partenón como un devoto ciudadano ateniense lo experimentaba en los tiempos en que fue construido, así como la estatuaria religiosa del siglo XII no puede significar estéticamente, aun para el buen católico de ahora, lo que significaba para los fieles de aquel entonces. La «obra» que no puede hacerse nueva no es universal, sino meramente una obra que está «datada». El producto artístico que perdura puede haber sido determinado, y probablemente lo fue, por alguna ocasión particular, algo que tiene su propia fecha y lugar, pero lo evocado es una sustancia formada de tal manera que puede entrar en las experiencias de otros y capacitarlos para tener a su vez experiencias propias más intensas y más plenas.»
SINOPSIS: «El arte como experiencia», de John Dewey.
«Ediciones Paidós publica una de las principales obras de la tradición estética norteamericana El arte como experiencia, de John Dewey, nos relaciona el “romanticismo nórdico” y el expresionismo abstracto. No obstante, la estética de Dewey va mucho allá, pues articula la relación entre la sensibilidad estética moderna y las prácticas artísticas, la naturaleza y la vida cotidiana. Su concepción estética nos devuelve a lo que en su día fue la más importante apuesta de la Estética desde la Ilustración: es decir, a la organización de un entramado conceptual que nos permite concebir las experiencias estéticas como manifestaciones de nuestro potencial para desarrollar una vida más digna e inteligente. Una vida en la que el arte no sea un adorno dominical ni un entretenimiento de lujo, sino una manifestación de nuestra sensibilidad.»
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