Federico Delclaux. El silencio creador.

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«Personalmente no puedo vivir sin mi arte. Pero nunca lo he colocado por encima de todo. Por el contrario, si me es necesario, lo es porque no me aparta de nadie y me permite vivir, tal como soy, al nivel de todo el mundo. A mis ojos el arte no es un goce solitario. Es un medio de conmover al mayor número de hombres, ofreciéndoles una imagen privilegiada de los sufrimientos y de las alegrías comunes. El arte obliga, pues, al artista a no aislarse; lo somete a la verdad más humilde y más universal. De manera que quien, a menudo, eligió su destino de artista porque se sentía diferente, bien pronto se da cuenta de que no nutrirá su arte y su diferencia sino confesando su semejanza con todos. El artista se forja en ese ir y volver perpetuo de él a los otros, a mitad de camino de la belleza, de la que no puede prescindir, y de la comunidad, de la que no puede apartarse. Por eso los verdaderos artistas no desprecian nada; se obligan a comprender en lugar de juzgar.»


«Considero que para hacer algo en el mundo se ha de sentir amor al riesgo y a la aventura y, sobre todo, saber prescindir de eso que el pueblo y las familias burguesas llaman “porvenir”.»


«Recógete a ti mismo para mejor darte a los demás todo entero e indiviso. “Doy cuanto tengo”, dice el generoso; “Doy cuanto valgo”, dice el abnegado; “Doy cuanto soy”, dice el héroe; “Me doy a mí mismo”, dice el santo; y di tú con él, y al darte: “Doy conmigo el universo entero”. Para ello tienes que hacerte universo, buscándolo dentro de ti. ¡Adentro!»


«Y entre las contradicciones internas que se dan en el trabajo creador, hay una que puede llevar hacia la inacción o hacia el activismo estéril. Se trata de esa aparente oposición que existe entre la aventura personal -esfuerzo y hallazgo propios- y el seguir las indicaciones de aquellos que han precedido. Por una parte, si se pierde la espontaneidad, la alegría y el sello personal, la obra será copia, falsa perfección. Pero también hay que tener en cuenta que si no se atiende a lo que han dicho quienes han desvelado algo del misterio del arte, puede ocurrir que quede en nada. No es suficiente con decir: “Mi fuerza abrirá mi propia senda”, porque basta con alzar la mirada para descubrir mucho esfuerzo inútil. 

Todo esto no es nuevo. Y además está grabado en el inestable interior del que crea: al ver tanta obra mal hecha, carente de arte, ¿cómo no darse cuenta de la necesidad de aprender? y, a la vez, ¿cómo evitar el peligro de quedar abrumado por el peso de los consejos? Esta aparente contradicción entre el crear personal y el aprendizaje de los que ya encontraron, quizá se resuelve al considerar que el camino a seguir es amplio, y las señales que lo delimitan pueden llegar a hacerse propias.

No es necesario extenderse sobre la gran amplitud del camino: basta con mirar la historia para descubrir la variedad de los que lo han recorrido. Las señales que lo delimitan son esos valores constantes que encauzan y dirigen. Son generales y encierran vida, y por eso pueden hacerse propios, fundirse en uno mismo. Entonces ya no se verán como ataduras, sino como algo que concreta el fuego interior y lo aviva. Después cada uno irá haciendo su andadura personal, aprendiendo de lo cotidiano.»

SINOPSIS: «El silencio creador», de Federico Delclaux.

«El silencio creador ofrece una colección de textos contemporáneos unidos por un elemento común: todos son pasajes en los que la lectura se detiene y la mirada se alza del libro. Con esta antología se pretende ayudar a cuantos se debaten en la tensión creadora, en el deseo de comunicar mediante el arte todos sus anhelos. Nada más ver sus nombres se rememora la riqueza de nuestra época, de coloridos bien diferentes: Machado, Valéry, Marañón, Azorín, Ortega, Hemingway, Camús, Faulkner, Lorca, Pieper… Pero todos ellos tienen un mismo afán: exaltar la libertad del hombre, sin la cual no sería posible el silencio creador. Federico Delclaux es autor de gran sensibilidad artística y amplia cultura. Lector empedernido desde la infancia, en Rialp ha publicado, entre otros, Antología de poemas a la Virgen.»

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