Philip Zimbardo. La paradoja del tiempo.
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«Fue asombroso, y toda una bendición, que fuera uno de los pocos supervivientes. De esta experiencia también aprendí que el pasado se puede remodelar psicológicamente para convertir un infierno en un cielo. Otras personas aprenden la lección contraria y solo conservan y recuerdan lo peor. Aunque psicológicamente saqué el máximo partido de una mala situación, hay personas que crean verdaderos museos donde almacenan los traumas del pasado. Los horrores y la pura fealdad del pasado que han vivido se convierten en un filtro permanente a través del cual contemplan todas sus experiencias actuales. La memoria es falible y debo admitir que mi recuerdo de aquellos sucesos de la infancia puede ser imperfecto, incompleto y un tanto distorsionado, pero no mucho. Suficientes pruebas independientes de las terribles condiciones de aquel hospital me hacen creer que aquellos sucesos sucedieron tal como los grabé en mi memoria. Aquellas creencias han conformado mi vida. He tomado lo bueno de mi pasado y he encontrado muchas cosas por las que estar agradecido.»
«Todo el mundo está influido por el pasado objetivo, pero no está totalmente determinado por él. Y no son los sucesos del pasado los que ejercen más influencia en nuestra vida. Nuestra actitud hacia los sucesos del pasado es más importante que los sucesos en sí. Esta distinción entre el pasado y la interpretación actual que hacemos de él es fundamental porque ofrece la esperanza del cambio. No podemos cambiar lo que ha sucedido, pero podemos cambiar nuestra actitud hacia ello. A veces, cambiar el marco puede alterar la forma de ver el cuadro.
Los psicólogos han demostrado que nadie puede estar seguro de lo que ha sucedido en el pasado, pero nuestra investigación ha revelado que lo que las personas creen acerca del pasado influye en su forma de pensar, sentir y actuar en el presente. Las personas que tienen una actitud positiva hacia el pasado -con independencia de que estas actitudes se basen o no en recuerdos verídicos- tienden a ser más felices y sanas y a tener más éxito que las personas que tienen una actitud negativa.»
«El futuro, al igual que el pasado, nunca se experimenta de una manera directa. Es un estado mental psicológicamente construido. El futuro se forma a partir de nuestros miedos, nuestras esperanzas, nuestras expectativas y nuestras aspiraciones, y es un andamiaje esencial para el éxito en los estudios, los negocios, las artes y los deportes. El talento, la inteligencia y la capacidad son necesarios para el éxito, pero no bastan. También debe haber disciplina, perseverancia y una sensación de eficacia personal.
Por ejemplo, los niños prodigio rara vez tienen éxito al llegar a la edad adulta, a menos que tengan la disciplina necesaria para dedicar horas y más horas a su actividad. Convertirse en una persona orientada al futuro supone renunciar a la comodidad del presente, al placer inmediato, a la tentación juvenil de jugar todo el día. Nos aparta de la certeza del aquí y ahora, del negro y blanco, del es y no es, y nos lleva a un mundo de probabilidades, de opciones imaginadas, de «si…entonces». Las personas orientadas al futuro miran al pasado en busca de errores a enmendar y de éxitos a repetir y ampliar, y están poco interesadas en un presente guiado por impulsos.»
«La intensificación de la orientación hacia el presente se produce con independencia de que el miedo sea natural o autoinducido. David Eagleman, un investigador de Houston, diseñó un ingenioso test de la orientación al presente en el que pedía a los sujetos que leyeran unos números digitales que aparecían con mucha rapidez en una pantalla. Descubrió que cuando los sujetos estaban relajados, la mayoría de ellos no podían leer los números porque aparecían con demasiada rapidez. En cambio, los sujetos que se hallaban en caída libre durante un salto de puenting sí podían leer los números.
El puenting -que generaba una emoción muy fuerte como respuesta- centraba en el presente todos los recursos mentales. El aumento resultante del poder mental permitía la lectura de unos números que antes eran indistinguibles. El miedo y la excitación aumentan la conciencia presente, afilan los instintos y ayudan a sobrevivir.»
«Los trabajos de Zajonc y de Bargh ponen de relieve la influencia automática de nuestro entorno inmediato. Podemos preferir ciertas cosas y podemos hacer otras de una manera automática, sin pensar en el futuro: en el fondo, sin pensar en nada. Pero cuando se nos pide que expliquemos nuestras preferencias y nuestra conducta, negamos el efecto de las circunstancias actuales y racionalizamos nuestra conducta con explicaciones creativas y posibles pero que no tienen una base real. Sentimos y actuamos automáticamente y luego racionalizamos automáticamente nuestros sentimientos y nuestras conductas.
Si en todo momento hiciéramos elecciones personas, como dice el doctor McGraw, o siempre las hiciéramos de una manera automática, como dicen Zajonc y Bargh, no habría ningún problema. Si siempre eligiéramos las consecuencias de nuestros actos cuando eligiéramos esos actos, nadie estaría gordo, ni bebería ni fumaría demasiado ni suspendería exámenes por falta de estudio. Las personas orientadas al futuro creen que cuando optamos por una conducta elegimos sus consecuencias futuras, pero Zajonc, Bargh y muchos otros psicólogos sociales han demostrado que, en ocasiones, no elegimos una conducta: es la conducta la que nos elige a nosotros en función del entorno en el que nos hallamos.»
«La escasez de la cultura intelectual española, esto es, del cultivo o ejercicio disciplinado del intelecto, se manifiesta, no en que se sepa más o menos, sino en la habitual falta de cautela y cuidados para ajustarse a la verdad que suelen mostrar los que hablan y escriben. No, pues, en que se acierte o no -la verdad no está en nuestra mano-, sino en la falta de escrúpulo que lleva a no cumplir los requisitos elementales para acertar. Seguimos siendo el eterno cura de aldea que rebate triunfante al maniqueo, sin haberse ocupado antes de averiguar lo que piensa el maniqueo.»
«Según Drucker, lo inesperado sucede cuando el futuro no se desarrolla como esperamos. Lo inesperado puede conducir a un éxito o a un fracaso. De los dos, el éxito inesperado es el que ofrece más oportunidades, pero el fracaso también tiene sus ventajas.
Louis Pasteur, inventor de la pasteurización, escribió que «el azar favorece a la mente preparada». Cuando el suceso inesperado ocurre, es más probable que las personas orientadas al futuro entiendan qué significa y sepan aprovecharlo, porque ya han adquirido conocimientos y han aprendido a centrar la atención en las posibilidades y en el pensamiento causal. Pueden pasar rápidamente de un «Ajá» a un «Así que es eso», porque están preparadas para aceptar lo nuevo y meterlo en moldes ya familiares o crear moldes nuevos donde encaje mejor.»
«Cuando entran en la escuela, la mayoría de los niños pasan de vivir con un régimen libre, que les permite jugar y pensar como quieran, a tener un enseñante, un horario de clases y trabajo. Los horarios y el tiempo empiezan a regir su vida. Aprenden que retrasarse está mal, que solo tienen algún rato para divertirse, que el recreo solo dura veinte minutos y que deben volver a casa cada día a la misma hora. También aprenden que, por muy deprisa o muy despacio que trabajen, no pueden evitar los días, las semanas, los meses y los años de escolarización. Se trata de pura y simple reglamentación y la escuela los prepara para que se pasan la vida en una fábrica. Has qué punto los prepara para la vida fuera de las fábricas u, hoy, para una sociedad prácticamente sin fábricas, ya es otra historia.
La principal función de nuestro sistema educativo es domesticar a los niños y a su perspectiva temporal presente hedonista, y transformarlos en adultos orientados al futuro dispuestos a ocupar su lugar en la línea de producción de una fábrica. La escuela acaba con el sentido «disparatado» del tiempo que la perspectiva temporal presente hedonista otorga a los niños y lo reemplaza con una orientación al futuro más civilizada que permite predecir y controlar su conducta para que se ajuste a la del resto de la sociedad.
La educación de hoy se define tanto por lo que aprenden los niños como por lo que olvidan sobre la espontaneidad y la diversión. No te muevas del asiento, no hables, no juegues, no fastidies, difiere la gratificación, obedece a la autoridad y tolera el aburrimiento. Estas son algunas de las principales lecciones que inculca la educación tradicional.»
«Como sociedad, imponemos castigos orientados al futuro a delincuentes orientados al presente. Si una persona comete un delito, la castigamos quitándole tiempo de su futuro. La enviamos a pasar un tiempo en prisión. Para una persona orientada al futuro, es indudable que la amenaza de cumplir una condena es un fuerte elemento de disuasión. Pero es improbable que la amenaza de la cárcel tenga importancia para las personas orientadas al presente. Cuando una persona no tiene un concepto del futuro o cree que no hay futuro para ella, ese futuro no se le puede quitar.
Nuestro sistema penal está mal equipado para ocuparse de las personas orientadas al presente. Prácticamente todos los programas tradicionales de cambio conductual adolecen del síndrome «hecho por personas orientadas al futuro para personas orientadas al futuro». Vivimos en un mundo creado por personas orientadas al futuro para personas orientadas al futuro que no tienen en cuenta a las personas orientadas al presente.»
«Podemos crear nuestras propias victorias sobre los recuerdos negativos para otorgarnos un presente y un futuro más positivos. Puesto que la perspectiva temporal pasada positiva está asociada a unos buenos resultados y a un estilo de vida sano, será bueno adoptarla. Olvidemos si en nuestro pasado hemos tenido menos amor, éxito y buena suerte que otras personas. Eso ya pasó. Decidamos ver nuestro pasado de una manera positiva para volver a empezar.»
SINOPSIS: «La paradoja del tiempo», de Philip Zimbardo y John Boyd.
«Traducido al inglés y al alemán nada más publicarse, este libro se convirtió en un best-seller y a su autor en una referencia internacional. El filósofo analiza la desmoralización de la sociedad europea producida por el imperio del hombre-masa, un tipo de hombre nacido del desarrollo científico-técnico y del liberalismo del siglo XIX pero arisco a su pasado y decidido a imponer su propia vulgaridad por medio de la acción directa, la cual llevó en política a los totalitarismos fascista y bolchevique. Frente a los mismos, el autor hace una nítida defensa de la democracia liberal y una clara apuesta por la constitución de unos Estados Unidos de Europa como proyecto de futuro. Ortega es uno de los padres intelectuales de la Unión Europea.»
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