Khrisnamurti. La libertad primera y última.

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«Vemos los senderos del intelecto, pero no vemos los del amor; el intelecto no puede descubrir los senderos del amor, todo lo contrario, el intelecto con todas sus ramificaciones, sus deseos, ambiciones y esfuerzos debe cesar que para que nazca el amor. ¿Se han dado cuenta de que cuando aman y cooperan no piensan en sí mismos? Esa es la forma más elevada de inteligencia y no cuando aman a un ser superior o cuando tienen una buena posición, que no es otra cosa que miedo. Donde está el interés propio no puede haber amor, sólo actúa el proceso de explotación que nace del miedo. Así pues, el amor únicamente surge cuando la mente deja de intervenir, por eso uno debe comprender el proceso y la actividad total de la mente.»


«Por eso, seguir como se hace en el mundo entero a los gurús y sus sistemas, leer los libros sobre esto o aquellos, etcétera, parece completamente inútil e ilusorio porque por más que uno recorra el mundo de lado a lado tendrá que regresar a sí mismo. Como consecuencia de nuestra falta de conocimiento propio, resulta extremadamente difícil empezar a ver con claridad nuestro propio proceso de pensar, sentir y actuar.

Cuanto más nos conocemos a nosotros mismos más claridad tenemos, el conocimiento propio no tiene fin, no se trata de lograr algo ni de llegar a cierta conclusión, es como un río sin fin. A medida que uno se examina, se investiga encuentra paz, y sólo a la mente que a través del conocimiento propio, y no mediante la autodisciplina impuesta, está en calma, en quietud, en silencio, la verdad puede advenir, y únicamente entonces puede existir la felicidad completa, puede haber una acción creativa.»


«Por eso, el amor es una de las cosas más difíciles de comprender. No puede llegar mediante un interés intelectual, no puede crearlo un método, una disciplina o medio, es un estado del ser que surge cuando cesan las actividades del “yo”. Pero estas actividades no cesan por el simple hecho de reprimirlas, rehusarlas o por disciplina, sino que exige comprender las actividades del “yo” en cada una de las diferentes capas de la conciencia. En ciertos momentos sentimos amor verdadero, no hay pensamientos ni motivos, son momentos muy ocasionales, y debido a que son excepcionales nos aferramos a ellos con la memoria, creando así una barrera entre la realidad y las acciones de nuestra vida diaria.»


«Si está aburrido, ¿por qué lo está?¿A qué llama “aburrimiento”?¿Por qué no le interesa nada? Tiene que haber causas y razones para su aburrimiento; los sufrimientos, la evasiones, las creencias, la actividad incesante embotan la mente y endurecen el corazón, pero si pudiera descubirir por qué está aburrido, por qué no tiene interés, entonces seguramente resolvería el problema, ¿verdad?, en ese momento despertaría su interés. Sin embargo, si no tiene interés en descubrir por qué está aburrido, no puede forzarse a mostrar interés por alguna actividad, por que sería sencillamente hacer algo para no aburrirse, como una ardilla que da vueltas en una jaula.»


«Existe el arte de escuchar, y para que uno realmente pueda escuchar debe abandonar o descartar todos sus prejuicios, sus conceptos previos y las formas cotidianas del vivir, porque si uno se encuentra en ese estado mental de receptividad, las cosas se comprenden con facilidad; es decir, uno escucha cuando realmente pone verdadera atención, pero por desgracia la mayoría de nosotros lo hace a través del filtro de la resistencia.»


«Cuando nombramos, simplemente clasificamos creyendo haber comprendido, no prestamos más atención, pero si no nombramos estamos “obligados” a mirar; es decir, nos acercamos a la flor, o lo que sea, con una actitud nueva, con una cualidad nueva, miramos como si fuera la primera vez. Nombrar es una forma muy cómoda de deshacerse de las cosas y de las personas; cuando dicen que son alemanes, japoneses, americanos o hindúes, ponen una etiqueta que luego pueden destruir. Sin embargo, no etiquetar a las personas nos obliga a mirarlas, y entonces resulta mucho más difícil matar a alguien.»

SINOPSIS: «La libertad primera y última», de Khrisnamurti.

«La libertad primera y última es considerado por muchos como el mejor libro de Krishnamurti. Aldous Huxley, en su esclarecedor prólogo, se pregunta: ¿qué es exactamente lo que nos propone el sabio hindú? Y la respuesta es que no se trata de un sistema de creencias, ni de un catálogo de dogmas, ni de un repertorio de ideas, ni de una clase de yoga; lo esencial es trascender los símbolos y alcanzar la libertad de cada instante. Esta libertad surge con la superación del ego, pero también de los «sistemas» de pensamiento organizado. Una y otra vez enseña Krishnamurti que la esperanza está en el interior de cada ser humano, no en los sistemas filosóficos ni en los credos religiosos. La verdad nunca puede ser la repetición de una doctrina: «Cuando la verdad se repite, deja de ser la verdad.» Por esto, incluso los libros sagrados tienen poca relevancia. Es a través del conocimiento propio y de la libertad interior como se llega a la realidad. «Los hombres de buena voluntad no deben tener fórmulas.» Lo que importa no son las ideas sino la experiencia. Hay una espontaneidad trascendente en la vida, una «realidad creadora», como la llama Krishnamurti, que se revela cuando la mente se coloca en estado de «alerta pasividad». En La libertad primera y última se exponen una gran variedad de temas, como pueden ser el sufrimiento, el miedo, la sexualidad, la envidia, etc., pero siempre alrededor de un hilo conductor, y apuntando a la más radical liberación.

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