Byung-Chul Han. No-cosas.
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«Entre las prácticas que requieren tiempo se encuentra la observación atenta y detenida. La percepción anexa a la información excluye la observación larga y lenta. La información nos hace miopes y precipitados. Es imposible detenerse en la información. La contemplación detenida de las cosas, la atención sin intención, que sería una fórmula de la felicidad, retrocede ante la caza de información. Hoy corremos detrás de la información sin alcanzar un saber. Tomamos nota de todo sin obtener un conocimiento. Viajamos a todas partes sin adquirir una experiencia. Nos comunicamos continuamente sin participar en una comunidad. Almacenamos grandes cantidades de datos sin recuerdos que conservar. Acumulamos amigos y seguidores sin encontrarnos con el otro. La información crea así una forma de vida sin permanencia y duración.»
«Cada época define la libertad de forma diferente. En la antigüedad, la libertad significaba ser un hombre libre, no un esclavo. En la modernidad, la libertad se interioriza como autonomía del sujeto. Es la libertad de acción. Hoy, la libertad de acción se reduce a libertad de elección y de consumo. El hombre manualmente inactivo del futuro se entregará a la «libertad de la yema de los dedos».»
«La mano es el órgano del trabajo y la actividad. El dedo, en cambio, es el órgano de la elección. El humano manualmente inactivo del futuro solo hará uso de sus dedos. Elegirá en lugar de actuar. Para satisfacer sus necesidades presionará teclas. Su vida no será un drama que le obligue a actuar, sino un juego. Tampoco querrá poseer nada, sino experimentar y disfrutar.»
«Hoy llevamos el smartphone a todas partes y delegamos nuestras percepciones en el aparato. Percibimos la realidad a través de la pantalla. La ventana digital diluye la realidad en información, que luego registramos. No hay contacto con cosas. Se las priva de su presencia. Ya no percibimos los latidos materiales de la realidad. La percepción se torna luz incorpórea. El smartphone irrealiza el mundo.»
«Plataformas como Facebook o Google son los nuevos señores feudales. Incansables, labramos sus tierras y producimos datos valiosos de los que ellos luego sacan provecho. Nos sentimos libres, pero estamos completamente explotados, vigilados y controlados. En un sistema que explota la libertad, no se crea ninguna resistencia. La dominación se consuma en el momento en que concuerda con la libertad.»
«Hacerse selfis es un acto comunicativo. Por tanto, deben ser expuestos a la mirada ajena, ser compartidos. Su esencia es la exhibición, mientras que el secreto caracteriza a la Fotografía.
Las selfis no se hacen para guardarlas. No son un medio de la memoria. Por eso no se hacen copias de ellas. Como cualquier información, están ligadas a la actualidad. Las repeticiones no tienen sentido. Las selfis solo se conocen una vez. Su condición se asemeja a la de un mensaje oído en un contestador automático. La comunicación digital de imágenes las relega a la condición de mera información. El Snapchat Messenger, que borra las fotos a los pocos segundos, corresponde a su esencia. Tienen la misma duración que los mensajes verbales. Otras fotos que tomamos con nuestros smartphones también se tratan como información. Nada hay en ellas que se parezca a una cosa. Su condición es fundamentalmente distinta de la de las fotografías analógicas. Estas son más cosas perdurables que no-cosas instantánteas.»
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«El mundo actual es muy pobre en miradas y voces. No nos mira ni nos habla. Pierde su alteridad. La pantalla digital, que determina nuestra experiencia del mundo, nos protege de la realidad. El mundo se desrealiza en un mundo sin cosas, sin cuerpos. Al ego así fortalecido nada otro lo toca. Se refleja en la espalda de las cosas.
Que el otro desaparezca es realmente un acontecimiento dramático. Pero ocurre de forma tan imperceptible que ni siquiera somos conscientes de ello. El otro como misterio, lo otro como mirada, lo otro como voz desaparece. El otro, despojado de su alteridad, se rebaja hasta convertirse en un objeto disponible y consumible. La desaparición del otro se extiende también al mundo de las cosas. Las cosas pierden su propio peso, su propia vida y su independencia.
Si el mundo se compone únicamente de objetos disponibles y consumibles, no podemos entablar relación con él. Tampoco es posible entablar relación con la información. La relación presupone un ser independiente, una reciprocidad, un tú: «Quien dice tú no tiene algo, no tiene nada. Pero tiene una relación». Un objeto disponible y consumible no es un tú, sino un eso. La ausencia de relación y apego conduce a un serio empobrecimiento del mundo. La consecuencia de la marea de objetos digitales, en particular, es una pérdida del mundo. La pantalla es muy pobre en mundo y realidad. Sin nada enfrente, sin un tú, solo damos vueltas alrededor de nosotros mismos. La depresión no es sino una exacerbación patológica de la sensación de pobreza del mundo. La digitalización ha contribuido a su propagación. Las infoesferas intensifican nuestro egocentrismo. Todo lo sometemos a nuestras necesidades. Solo una reanimación de lo otro podría liberarnos de la pobreza del mundo.»
«La comunicación digital supone una considerable merma de las relaciones humanas. Hoy estamos todos en las redes sin estar conectados unos con otros. La comunicación digital es extensiva. Le falta la intensidad. Estar en la red no es sinónimo de estar relacionados. Hoy, el tú es reemplazado por un ello. La comunicación digital elimina el encuentro personal, el rostro, la mirada, la presencia física. De este modo, acelera la desaparición del otro. Los fantasmas habitan el infierno de lo igual.»
«El silencio agudiza la atención hacia el orden superior, que no tiene por qué ser un orden de dominación y poder. El silencio puede ser muy pacífico, incluso amistoso y profundamente gratificante. Es cierto que un poder dominante puede imponer el silencio a los sometidos . Pero el callar forzado no es silencio. En el verdadero silencio no hay coacción. No es opresivo, sino elevador. No roba, sino que regala.»
«Como las selfis son ante todo comunicaciones, tienden a ser chismosas. De ahí que en ellas prevalezcan también las poses extremas. No existe una selfi silenciosa. Los retratos analógicos, en cambio, suelen ser silenciosos. No reclaman atención. Es precisamente este silencio el que les da su fuerza expresiva. Las selfis son ruidosas, pero su expresión es pobre. Debido al sobredimensionamiento parecen máscaras. La extensión de la comunicación de imágenes digitales al rostro humano tiene consecuencias. Este adquiere forma de mercancía.»
SINOPSIS: «No-cosas», de Byung-Chul Han.
«Hoy en día, el mundo se vacía de cosas y se llena de información inquietante como voces sin cuerpo. La digitalización desmaterializa y descorporeíza el mundo. En lugar de guardar recuerdos, almacenamos inmensas cantidades de datos. Los medios digitales sustituyen así a la memoria, cuyo trabajo hacen sin violencia ni demasiado esfuerzo. La información falsea los acontecimientos. Se nutre del estímulo de la sorpresa. Pero este no dura mucho. Rápidamente sentimos la necesidad de nuevos estímulos, y nos acostumbramos a percibir la realidad como una fuente inagotable de estos. Como cazadores de información, nos volvemos ciegos ante las cosas silenciosas y discretas, incluso las habituales, las menudas y las comunes, que no nos estimulan, pero nos anclan en el ser.
El nuevo ensayo de Byung-Chul Han gira en torno a las cosas y las no-cosas. Desarrolla tanto una filosofía del smartphone como una crítica a la inteligencia artificial desde una nueva perspectiva. Al mismo tiempo, recupera la magia de lo sólido y lo tangible y reflexiona sobre el silencio que se pierde en el ruido de la información.»
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